Nigeria: el problema no es siempre el sida, o el precio

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Lagos. La posibilidad de importar genéricos ha contribuido mucho a que los medicamentos contra el sida lleguen a los nigerianos pobres. El costo del tratamiento ha bajado así del equivalente de 650 euros al mes a 71 euros. Más aún, desde hace muy poco los hospitales públicos admiten enfermos de sida a un programa especial, subvencionado, que cuesta solo 7 euros mensuales, suma que está al alcance de muchos bolsillos.

Pero el sida no es la enfermedad más común ni más mortífera en Nigeria. Hay otras que se tratan con fármacos sin patente viva, de modo que el acuerdo de la OMC no les afecta. En estos casos, el problema, si lo hay, no es el precio, sino el mal abastecimiento, las deficiencias del sistema sanitario o la ignorancia de la gente.

Los nigerianos no tienen mayores dificultades para obtener medicamentos contra las afecciones más frecuentes (malaria, catarro, hipertensión, diabetes…), siempre que no sean crónicas. La enfermedad de mayor prevalencia, muy por delante de las demás, es la malaria: casi todo el mundo la sufre al menos una vez al año. La malaria causa la mayor parte de la mortalidad infantil, principalmente porque los padres analfabetos no saben reconocer los síntomas. Pero con el adecuado tratamiento, al cabo de una semana el enfermo está totalmente recuperado. Y los fármacos contra la malaria son baratos (unos 0,35 euros el tratamiento completo), de modo que hasta los más pobres pueden pagarlos.

Otras enfermedades comunes son la disentería (debida a falta de higiene), infecciones cutáneas, fiebre tifoidea, cólera, etc. También las medicinas contra estos males son baratas. Además, se pueden obtener gratis o casi en los hospitales y centros de salud estatales. El paciente solo tiene que pagar algo si necesita cirugía u otra intervención mayor. El problema puede ser que la lenta burocracia o la insuficiencia de medios en los hospitales públicos impida que el enfermo reciba a tiempo la atención y los fármacos que precisa. En tal caso, no es raro que la familia se vea obligada a costear un caro tratamiento en la medicina privada, por temor a que el retraso cause la muerte del enfermo.

Otra cuestión es la de enfermedades crónicas o prolongadas, como la tuberculosis o la diabetes, además del sida. En estos casos, los tratamientos están fuera del alcance del nigeriano medio. La prensa publica a menudo historias de enfermos que suplican asistencia pública para acceder a tratamientos caros, como cirugía oncológica, diálisis, operaciones ortopédicas, etc.

Un problema adicional es que mucha gente, por ignorancia, no toma las medicinas como es debido, por lo que desarrolla resistencia a los antibióticos. Esto es particularmente grave en el caso de la tan extendida malaria, porque en numerosos casos los fármacos corrientes no resultan efectivos y hay que recurrir a otros mucho más caros.

Finalmente, poder importar genéricos baratos no siempre significa tener medicamentos apropiados. La lucha contra los fármacos adulterados es una vieja batalla de las autoridades nigerianas. La mayor parte de las medicinas fraudulentas provienen de laboratorios de Asia, pero a menudo no toda la culpa es de los productores. En muchos casos son los importadores nigerianos los que piden al fabricante una reducción del principio activo para bajar costos y subir beneficios. Más de una vez se ha comprobado que unos comprimidos vendidos como paracetamol no eran más que trozos de tiza.

Eugene Agboifo Ohu

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