Nueva Delhi. Si en muchas otras cosas, la India es un país exótico, en cuanto a la televisión se refiere tampoco puede quedarse atrás. Valga un dato: India es el país del mundo donde todavía se venden más televisiones en blanco y negro que en color, en un mercado que tiene más de 80 millones de aparatos de televisión.
Con sólo dos canales oficiales que se distribuyen gratuitamente en todo el país, los televidentes necesitan recurrir a las empresas de cable privadas para tener acceso a la televisión que el resto del mundo disfruta. Y en la industria del cable hay más de 40 millones de suscriptores.
Pero hasta ahora, esta industria ha sido una de las más desorganizadas. En parte se debe a su crecimiento desmesurado y sin control hasta principios de la década de los noventa. Pero hoy en día, el gobierno está tratando de regular esta industria y sacar algún provecho de este proceso. Y aunque los canales oficiales siguen teniendo cobertura nacional, son las televisoras privadas las que consiguen una mayor penetración en los nichos de mercado más importantes para los anunciantes.
La India tiene más de 30.000 operadores independientes de televisión por cable, conocidos aquí como los cable-wallahs, quienes se valen de ingeniosos artilugios para colgar sus cables coaxiales entre árboles, postes de teléfono y complicadas telarañas en los vecindarios de las chabolas de la India.
Sus precios son en general muy módicos. Van desde el equivalente a 1 euro al mes en las aldeas del norte de la India, con servicio de 20 canales, hasta los 8 euros en las grandes ciudades, donde uno puede recibir más de 70 canales que incluyen una gran variedad de servicios extranjeros.
Pero el problema empieza cuando uno descubre que los cable-wallahs están organizados en mafias que manipulan las franquicias a operadores más pequeños que son los que dan el servicio en cada colonia. Para no pagar los impuestos debidos, los operadores dicen tener hasta un 80% menos de suscriptores de los que regularmente tienen… mientras que las cadenas de televisión por cable declaran una audiencia mucho mayor que la real, para atraer más publicidad a sus programas. Al gobierno no le cuadran las cuentas, al no recibir los impuestos debidos.
Y si alguna de las cadenas por cable aumenta sus precios de distribución, los cable-wallahs simplemente «borran» ese canal de sus listas. Además muchos clientes se quejan de que la calidad de transmisión es tan mala, que no vale la pena pagar por el servicio. Pero como solo hay un distribuidor por colonia, no existe otra opción.
De ahí que el gobierno indio haya anunciado hace seis meses el Sistema Condicional de Acceso (CAS por sus siglas en inglés). El sistema ofrece más de 30 canales por una cuota de un poco menos de 2 euros mensuales, además del precio que ponga cada compañía por los canales que son de pago. Si se contratan todos, será por un precio total inferior a los 10 euros mensuales.
Sólo que ahora los televidentes tendrán que comprar o alquilar un descodificador que registra los accesos a los canales suscritos y envía una señal constante que sirve para controlar qué canales y por cuánto tiempo están activados en cada televisor.
Esto ha enojado a los publicitarios de las cadenas de televisión, pues ahora no podrán inflar más sus cifras. Y los cable-wallahs también han protestado, pues ahora cada casa tendrá que pagar sus servicios sin la posibilidad de multiplicar conexiones y esconder los números reales de suscriptores.
A fin de cuentas, el consumidor acaba pagando la misma mensualidad, más una cantidad extra por el descodificador, el gobierno cobra los impuestos correspondientes y las cadenas sabrán en realidad si sus programas son aceptados por el público.
El sistema CAS debería haber arrancado el pasado 1 de septiembre en las cuatro principales ciudades del país. Pero solo empezó en Madrás, mientras que en Bombay y Delhi se pospuso hasta noviembre, después de las elecciones. Puede que todo se quede en una bonita idea.
Rodolfo Bermejo