La Iglesia ortodoxa rusa acusa a la Iglesia católica de hacer proselitismo en «territorio canónico» ortodoxo. El arzobispo católico de Moscú y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Rusia, Tadeusz Kondrusiewicz, explica la posición de la Iglesia católica en una carta dirigida al metropolita Kirill, presidente de la Sección de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú. Reproducimos unos fragmentos de la carta, fechada el 10-VII-2002 y publicada en español por la revista Ecclesia (Madrid, 21 septiembre 2002).
Mons. Kondrusiewicz había escrito al metropolita Kirill en febrero pasado. En su carta de julio acusa recibo de la respuesta, así como del informe Proselitismo católico entre la población ortodoxa rusa, remitido también por Kirill.
Kondrusiewicz sintetiza la postura católica en algunos puntos:
«Nosotros no consideramos a Rusia un territorio de misión. Precisamente por eso, la Iglesia católica en Rusia no cae bajo la jurisdicción de la Congregación de la Propaganda de la Fe.
«Nosotros no nos proponemos hacer de Rusia un país católico. La misión fundamental del renacimiento espiritual de Rusia, después de tres generaciones de régimen ateo beligerante, corresponde claramente a la Iglesia ortodoxa rusa, con la cual esperamos poder realizar una fructífera colaboración. (…)
«Nosotros consideramos que la Iglesia ortodoxa es bendita y posee todos los medios necesarios para la salvación del hombre. En particular, reconocemos todos los sacramentos de la Iglesia ortodoxa y las mismas fuentes de nuestra fe, es decir, la Sagrada Escritura y la Tradición.
«Nosotros valoramos y respetamos la cultura ortodoxa rusa como un legado universal y deseamos trabajar juntamente con la Iglesia ortodoxa en lo que se refiere a la predicación de los valores universales cristianos, así como en áreas teológicas, científicas, educativas, culturales y sociales».
Aclarados estos extremos, Kondrusiewicz se refiere a las limitaciones que se pretende imponer a la Iglesia católica en Rusia. «La experiencia de los últimos diez años nos ofrece una imagen muy extraña de la Iglesia católica que sería aceptable en Rusia: una Iglesia sin las normales estructuras determinadas por el Derecho Canónico [se refiere a las protestas ortodoxas contra la erección de diócesis católicas en Rusia: ver servicio 26/02; sin predicación del Evangelio; sin congregaciones ni órdenes religiosas, incluso aquellas que fueron fundadas en Rusia y que trabajaron aquí en el pasado; sin actividades asistenciales y caritativas; sin sacerdotes rusos; sin fieles rusos.
«Es evidente que tal imagen de la Iglesia niega su naturaleza y finalidad, la reduce a un medio muy cerrado y la limita por las peculiares fronteras propias de un gueto étnico. De hecho, es una vuelta atrás, a la situación existente hasta 1905, hasta el Manifiesto del Emperador Nicolás II sobre el fortalecimiento del principio de tolerancia religiosa, con una única diferencia: los rusos que ahora acepten el catolicismo no pierden sus derechos civiles, como hasta entonces».
En cuanto al «proselitismo» católico, Kondrusiewicz cita un fragmento del informe de Kirill: «El problema del proselitismo no consiste en que una determinada persona simpatice con el catolicismo o se haga católica. Esto, al fin y a la postre, es un derecho de cada persona en particular. El problema es que la misión católica empuja a la gente indecisa a esta opción». Contesta el prelado católico: «Según esta lógica, la mera presencia de católicos en Rusia es ya proselitismo. Es decir, cualquier templo católico, cualquier libro católico puede empujar a los indecisos a la elección.
«La Iglesia católica en Rusia tiene una rica y trágica historia de muchos siglos. Hoy en día los católicos son ante todo ciudadanos de Rusia que tienen derecho a confesar su fe en la Iglesia católica. Muchos de ellos vienen a nosotros con estas palabras: Nuestros padres eran católicos, pero nosotros, por falta de templo católico, fuimos bautizados en la ortodoxia. Hoy queremos volver a nuestra propia Iglesia. Agradecemos a la Iglesia ortodoxa que en aquellos tiempos difíciles atendiese pastoral y espiritualmente también a los católicos. Sin embargo, este cambio elegido libre y conscientemente no puede denominarse un acto de proselitismo. No se puede calificar un mismo acto a la vez como proselitismo y libre elección de la persona».
Kondrusiewicz contesta también la idea de «territorio canónico». «La propuesta de reconocer a cada Iglesia un territorio tradicional de su responsabilidad pastoral significaría automáticamente una nueva división del mundo a partir del principio de la confesionalidad. Es evidente que siempre existirán países de mayoría y tradición confesional, como por ejemplo, católicos, ortodoxos, musulmanes, etc. Ahora bien, en estos países otras religiones y confesiones deben tener los mismos derechos a la libertad de acción de acuerdo con sus propias normas jurídicas.
«La fórmula Una ciudad, un obispo es justa cuando se entiende en relación con una Iglesia. La vida nos enseña, sin embargo, que en una ciudad pueden existir y trabajar juntos y en paz obispos, e incluso patriarcas de distintas Iglesias cristianas». Algunos ejemplos son, dice, Jerusalén, Varsovia, Viena, París…
La carta termina manifestando la cordial disposición que existe por parte de la Iglesia católica hacia la ortodoxa.