¿Hay porvenir para la Universidad en el Congo?
La elevación del nivel educativo de la población, incluida una elite universitaria, se considera una factor decisivo para el avance de un país. Así se ha comprobado en países en vías de desarrollo que han logrado formar en la Universidad los cuadros dirigentes que necesitaban. Otros, en cambio, han visto cómo la Universidad se descomponía dentro de un clima general de mal gobierno. Un caso emblemático es el de la Universidad en el Congo, del que ofrecemos un testimonio de primera mano. Su sombría situación está pidiendo la colaboración exterior para dar signos de esperanza.
Kinshasa. La Universidad de Kinshasa es la más importante y la más grande de las tres universidades públicas de la República Democrática del Congo. Hay también universidades privadas, pero no pueden competir con ella. Es la Universidad de Kinshasa la que provee de profesorado al conjunto de instituciones universitarias de la ciudad y de la mayoría de las provincias. Fuera de ella no hay más que las Facultades Católicas de Kinshasa, que tienen un cierto número profesores propios pero en disciplinas exclusivas (derecho canónico, teología, filosofía…). De ahí que el estado de la Universidad de Kinshasa dé una imagen fiel de la enseñanza universitaria en el Congo.
Sometida al poder político
La Universidad de Kinshasa fue creada por el obispo católico monseñor Luc Gillon en 1954, en la época de la colonización belga. Tras la independencia, la Universidad pasó a ser propiedad del Estado en 1971. Con la creación de la Universidad Nacional del Zaire, todas las instituciones de enseñanza superior fueron unificadas en una sola estructura con tres campus: Kinshasa, Kisangani y Lubumbashi. A partir de este momento la enseñanza tomó un rumbo equivocado.
Tres principios contrarios al espíritu universitario parecen haber guiado a los «reformadores» del sistema: «1) concentración de los poderes, de los recursos y de los órganos de decisión; 2) especialización de los centros y de los campus; 3) control del poder político sobre la Universidad y participación de la Universidad en la política general del poder» (1).
El rector era de oficio presidente en la Universidad del Movimiento Popular de la Revolución, partido único, y existía un sindicato de estudiantes que funcionaba como órgano especializado del partido. Luego se ha convertido en un centro de contestación, pero ya no forma una elite.
El rector y los otros miembros del comité de gestión de la Universidad son nombrados y revocados por el gobierno, situación que permanece hasta hoy. Como media, la Universidad cambia de rector cada año. De modo que las autoridades responden a los deseos de quien les nombra antes que a las preocupaciones de los universitarios.
La especialización de los campus ha permitido al poder alejar de Kinshasa ciertas disciplinas (ciencias políticas, letras, historia) y suprimir otras (como la teología).
Ya en 1978, Verhaegen escribía: «Se ha convertido en una superchería llamar Lovanium a una Universidad cuya enseñanza no es del nivel suficiente para poder formar los investigadores, expertos y profesores sin los cuales un centro de enseñanza superior no es una Universidad. La Universidad es incapaz de producir su propia sustancia intelectual porque su nivel ha caído muy bajo; solo el arte del engaño se ha elevado al rango de una verdadera ciencia» (2).
Sueldo mínimo y cursos elásticos
La situación académica de la Universidad queda reflejada en el hecho de que entre 1990 y 2002 solo se han desarrollado siete cursos académicos. Durante algunos cursos ha estado cerrada (1990-1992 y 1993-1994), y hay cursos académicos que duran veintiséis meses, dieciocho, trece… El año académico 2001-2002 comenzó en octubre de 2001 y hasta la fecha (diciembre 2002) los exámenes del primer semestre no se han terminado en todas las facultades. Una situación que dará lugar quizá a un año académico de quince o dieciséis meses.
Esta situación de años elásticos se explica por los problemas del sueldo del profesorado. El Estado paga a un profesor ordinario (cuando es posible) el equivalente a 50 dólares al mes en francos congoleses, y a un profesor ayudante, 25. Con esta remuneración no es extraño que los profesores no estén muy motivados para desempeñar su tarea.
A causa de esta situación precaria, el sindicato de profesores y el de ayudantes declararon una huelga durante ocho meses al inicio del curso académico de 1995 para exigir que los estudiantes pagaran una prima que complementara el sueldo estatal. Era el nacimiento del famoso partenariado que se renueva cada año. Cada estudiante del curso de iniciación paga 150 dólares, y el de cursos superiores, 125. Esto hace que no haya ya criterios para la selección de los estudiantes: el que tiene 150 dólares es inscrito automáticamente.
Esta situación es el fruto de la delicuescencia del Estado. El presupuesto anual del Estado no ha alcanzado los mil millones de dólares desde 1988 (para 2002, es aproximadamente de 500 millones de dólares) y lo dedicado a la educación nacional (primaria, secundaria y universitaria) no supera el 1%.
Así, desde 1995, la prima pagada por los estudiantes permite a un profesor ordinario ganar 250 dólares al mes, 125 a un profesor ayudante. Pero tampoco el cobro de la prima está garantizado, debido a una posible malversación de fondos o impago por parte de ciertos alumnos.
Carencia de profesores
Al margen del problema salarial y de los años elásticos, la organización de los cursos es un rompecabezas. La universidad de Kinshasa ofrece los mismos cursos que en la época de su creación en 1954, por mucho que las ciencias hayan evolucionado.
Por ejemplo, en la Facultad de Ciencias Sociales, Administrativas y Políticas no hay un especialista en campos como globalización, partidos políticos, constitución. La reforma de los programas decidida en 1975 introdujo nuevas materias que han permanecido sin profesores titulares. Algunos profesores imparten sus clases con los apuntes que utilizaron cuando eran estudiantes.
La informática dirige la evolución de la ciencia desde hace dos decenios, pero hubo que esperar al curso académico 1999-2000 para que se creara un departamento de matemática informática en la Facultad de Ciencias.
Los profesores están más preocupados por buscarse el dinero para sobrevivir que por encontrar tiempo para una investigación que no les reporta ningún beneficio material. Un curso de sesenta horas puede darse en veinte durante la última semana del curso, ya que durante el año académico el profesor frecuenta los despachos ministeriales. Si no está en un ministerio, enseña en las diferentes «universidades privadas», situación que le agota.
La carencia de profesores es inquietante. En la Facultad de Ciencias Sociales hay 62 profesores y 76 ayudantes para atender a 2.926 alumnos. Hay 225 clases para las 17 promociones, pero solo 12 locales para las clases y otros 10 para los despachos administrativos y de profesores. Lo que supone que cada profesor tiene como media tres grupos. La edad media de los profesores es 55 años.
Ante la falta de profesores, la Facultad Politécnica tuvo que recurrir a la Organización Internacional de Migraciones a través del proyecto Mida (Migraciones para el desarrollo de África), que reclutó algunos profesores congoleses expatriados para que vinieran a enseñar.
¿Cómo investigar?
La otra misión esencial de la Universidad, la investigación, tanto en ciencias naturales como en ciencias humanas, es casi inexistente, a pesar de la tenacidad de algunos profesores. Entre 1992 y 2002 solo se han defendido en la Universidad de Kinshasa doce tesis doctorales, ocho de ellas en Ciencias Administrativas y Políticas.
En la Facultad de Ciencias Sociales, hasta 2001 no se ha publicado una revista científica (Mouvements et enjeux sociales), con una tirada máxima de 50 ejemplares. En el mismo año se creó un centro de investigación política, gracias a la financiación del Instituto Africano-Cedaf de Bélgica, para la publicación de los resultados de las investigaciones. Pero 4 profesores y 24 ayudantes deben trabajar con un solo ordenador y una fotocopiadora. El ordenador personal está fuera del alcance de un profesor congolés y para algunos su manejo es un enigma. La Facultad de Ciencias Sociales carece de ordenador incluso en el despacho del decano.
Las bibliotecas no se nutren más que de las tesinas de los estudiantes y de los trabajos de fin de ciclo. El libro más reciente de la biblioteca central -una enciclopedia universal- es de 1995.
Al menos se podría esperar un esfuerzo por parte de la Universidad para estar al tanto de los avances del conocimiento producidos en otras universidades del mundo, de modo que pudiera interpretarlos y adaptarlos a las realidades africanas. «Una investigación de ese tipo no es en modo alguno una investigación de cualidad inferior, habida cuenta de que sus repercusiones entre nosotros son incalculables», afirma Akilagpa Sawyer (3). Sin embargo, no se observa ningún esfuerzo en este sentido por parte del comité de gestión de la Universidad. Las obras publicadas se cuentan con los dedos de las manos.
Esta situación repercute sobre el rendimiento de los estudiantes, que en la mayor parte de los casos no reciben una buena formación, pues la crisis de la enseñanza en el Congo es general.
El diploma de estudios superiores (DES), que permite la elaboración de una tesis doctoral, solo está organizado en Ciencias Sociales, Ciencias y Derecho de una manera irregular (4 años como mínimo).
El favoritismo de todo tipo, la venta fraudulenta de calificaciones, el nombramiento de autoridades académicas sobre la base de criterios políticos y tribales… son otros tantos males que gangrenan la Universidad.
Las condiciones de vida
Cuando se creó en 1954, la Universidad de Kinshasa tenía seis Facultades y debía acoger hasta 5.000 estudiantes repartidos en seis edificios de un piso con un sótano. Actualmente en esos seis edificios funcionan diez Facultades y el número de estudiantes ha pasado a unos 24.000. Sin olvidar que en el edificio de Agronomía (el único construido después de la independencia en 1960) funciona también el Instituto Superior de Enfermería, que acoge al menos a cinco mil estudiantes. Un auditorio previsto para 500 estudiantes acoge hoy día al triple, al cuádruple…
Los antiguos comedores en las residencias de los estudiantes se han convertido en auditorios de clases de iniciación. El primer año de Medicina ocupa el aula magna de la Universidad con sus 3.000 estudiantes.
El hacinamiento es grave tanto en los auditorios como en los dormitorios de las residencias. Una habitación de 3×3 metros, prevista originalmente para un solo estudiante, pasó a ser para dos en los años 70 y 80 y hoy alberga oficialmente a cuatro, y oficiosamente a ocho o diez, gracias a la solidaridad entre amigos y miembros de la misma tribu.
De la cultura a las sectas
Antes de 1990 había grupos de teatro, asociaciones deportivas… Hoy no existe nada de eso. Delante de la Facultad de Económicas existía en otro tiempo la plaza Keynes donde los estudiantes discutían sobre cuestiones de economía. Lo mismo ocurría en Derecho. Esas plazas se han convertido en bastiones de los fans de clubs musicales.
Antes los estudiantes de Derecho organizaban procesos simulados que daban lugar a torneos de oratoria de alto nivel. Ahora en su lugar las sectas de ciencias ocultas del estilo de Rosacruces, Mensaje del Graal, Maïkari, Eckankar… organizan regularmente conferencias en los auditorios con la bendición de las autoridades académicas.
Ayuda exterior
La Universidad de Kinshasa es la sombra de lo que fue y, si no se hace nada, tiende hacia la desaparición. «Estas consideraciones desembocan evidentemente en una constatación de conjunto», escribe Ilunga Kabongo. «Un sistema cuya contradicción mayor reside en la dramática ausencia de una eficaz política nacional de enseñanza y de investigación científica que sea coherente y planificada; una política que se articule, al principio y al final, con las otras dimensiones o sectores de la vida nacional y que sean organizadas de manera consecuente. Todo eso no es posible mientras nuestra sociedad no restituya al saber, a la enseñanza y a la investigación, el estatuto que merecen como valores universales de civilización y factores de auto-identificación cultural» (4).
Hay que tener en cuenta que ninguno de los cuatro presidentes que ha tenido el país (Kasavuvu, Mobutu, Laurent-Desiré Kabila, y el actual Joseph Kabila) hizo estudios universitarios. De ahí que hoy la gente piense que no hace falta un título para aspirar a gobernar el país.
Como ha escrito también Benoit Verhaegen: «La responsabilidad de los que han dirigido la Universidad congolesa durante el periodo crucial de 1960 a 1970, cuando aún era posible plantear reformas al margen del control del poder político, es enorme… Sin embargo, la crisis de la enseñanza superior y de la investigación en el Congo supera el marco de responsabilidades del poder académico y remite a la crisis de la sociedad toda, de la que la enseñanza no es más que un subsistema» (5).
El cuadro es sombrío porque los políticos que deben resolver esta crisis de la enseñanza han abdicado de sus responsabilidades y desde hace diez años el país es ingobernable. Sin embargo, vienen del exterior algunos signos de esperanza. La Universidad Libre de Bélgica, la Universidad Católica de Lovaina y la Universidad de Gembloux han concedido una decena de becas a profesores ayudantes para que realicen el doctorado en Bélgica, para rejuvenecer el cuerpo docente.
La Universidad de Kinshasa, construida sobre una colina, que debiera inspirar a la ciudad, más bien se inspira hoy en ella.
Philémon Muamba Mumbunda (*) (*) Profesor ayudante en la Facultad de Ciencias Sociales, Administrativas y Políticas de la Universidad de Kinshasa._______________________(1) Ilunga Kabongo y Benoit Verhaegen, Lenseignement universitaire au Zaïre, Bruxelles (1978), p. 128.(2) Benoit Verhaegen, ibid., p. 126.(3) Akilagpa Sawyer, «Faut-il brûler luniversité africaine?» in Bulletin du Codesria, Dakar, n. 3/4, 1998, p. 22.(4) Ilunga Kabongo, op. cit., p. 7.(5) Benoit Verhaegen, op.cit., p. 6.