En pleno verano, George Bush tomó la decisión de cortar la financiación pública de 34 millones de dólares anuales al Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), organización que promueve el control de natalidad y el derecho al aborto. Esta agencia de la ONU, que pierde así el 13% de su presupuesto, ha reaccionado defendiéndose de las acusaciones de colaborar en los abortos coercitivos en China.
Desde 1993, por decisión de Bill Clinton, el Fondo de Población ha recibido cada año entre 14 y 34 millones de dólares, con excepción del año 99. El motivo alegado por la Administración Bush para cortar estas ayudas es que violan la ley que prohíbe que la ayuda exterior americana financie a cualquier país u organización que promueva la realización de abortos y esterilizaciones forzosas.
Después de algunas denuncias, una delegación del Departamento de Estado investigó las actividades del UNFPA en algunos de los 32 departamentos donde colabora con la Comisión China de Planificación Familiar. El informe que entregó la delegación al Presidente aclaraba que el Fondo de Población no tenía una implicación directa en los abortos forzosos, pero que en algunos de los 32 condados donde trabaja se llevan a cabo estas prácticas, contrarias a los derechos de la mujer.
Es bien conocido que el UNFPA pretende reducir el crecimiento de la población mundial en el plazo más breve. Sus iniciativas en todo el mundo son ideológicamente muy agresivas, y cuentan con grandes ayudas económicas. De hecho, la Unión Europea, como en otras ocasiones, ha anunciado su intención de suplir esos 34 millones de dólares que EE.UU. niega al Fondo de Población.
Pero los representantes del UNFPA se han defendido de las acusaciones, y han denunciado que con estos recortes se dificultará su tarea de promoción de los derechos reproductivos de la mujer. Las discusiones en torno a la financiación han destapado las políticas de planificación familiar de la República Popular China.
El Herald Tribune (21-VIII-2002) ha dedicado un artículo a reflejar la diversidad de situaciones en distintos lugares de China. Desde los primeros años ochenta, la política oficial de control de la natalidad impone a cada mujer el máximo de un hijo. Se admiten algunas excepciones, en el caso de minorías étnicas en regiones aisladas o de parejas que a su vez son hijos únicos.
Este modo de planificar la población no ha resultado totalmente eficaz, ya que solo un 20% de los niños menores de 14 años, nacidos bajo esa ley, son hijos únicos. El periódico destaca los diferentes grados de aplicación de esa ley.
En la provincia de Jiangxi, a las madres se les implantaba un DIU después del primer embarazo y eran esterilizadas después del segundo, sin pedir su consentimiento. Y los que tenían un segundo hijo sin permiso debían pagar un «impuesto», equivalente a dos o tres meses de salario.
En Yushui se abandonaron hace tiempo estas limitaciones (antes se forzaba al aborto, se medía el éxito del control de población por el número de esterilizaciones ), y hay más libertad para el control. Ahora sólo se impone una multa, que raras veces se paga. Es la provincia que más insiste en anticonceptivos y en educación sexual. Mantiene el número de nacimientos estable. El programa sanitario y de información ha beneficiado otros aspectos, como la mortalidad infantil. Es una de las 32 provincias en las que se aplica el plan ofrecido por el UNFPA.
Representantes del UNFPA y del Consejo Nacional de Planificación Familiar, insisten en el éxito de ese proyecto, como argumento para que se mantengan las ayudas. Llega a decirse que, siguiendo el ejemplo de Yushui, otros distritos están abandonando el sistema de cuotas. Pero no se sabe hasta qué punto este caso es representativo de lo que sucede en otros distritos.
Tradicionalmente, el nacimiento de un bebé de sexo femenino se considera una desgracia en China, pues solo los hijos varones podrán asegurar el mantenimiento de los padres en la ancianidad. Por eso, la política antinatalista del «hijo único», unida a la difusión de las ecografías, ha conducido a que muchas chinas aborten cuando saben que esperan una hija. En consecuencia, China es hoy el país con mayor desproporción por sexos entre los nacidos: 117 niños por cada 100 niñas, según el último censo realizado en 2000.