El estreno de la programación televisiva de este otoño en Francia y Estados Unidos ha venido acompañada de cierta controversia. Varias organizaciones que representan a minorías étnicas consideran que la televisión no refleja la diversidad presente en ambos países y amenazan con acciones de boicot.
Estados Unidos cuenta ya con cierta experiencia a la hora de incorporar a sus series personajes afroamericanos, orientales o hispanos. Sin embargo, señalan diversas organizaciones, siempre se trata de papeles secundarios: de las 26 series estrenadas por las cadenas de televisión ABC, CBS, NBC y la Fox este otoño, ninguna ha asignado el papel principal a un actor o actriz no blanco.
Las asociaciones amenazan con boicotear los productos que se anuncien en dichas series. Sin embargo, esto puede no ser muy efectivo, ya que, pese a la pujanza demográfica de algunas minorías, su nivel adquisitivo permanece todavía por debajo de los estadounidenses de raza blanca, algo que conocen muy bien los publicitarios. Y es que, frente a la competencia por una mayor audiencia, cobra importancia el perfil de esa audiencia a efectos comerciales: importa más quién te ve que el número total de quienes te ven. Así, la diversidad étnica no casa bien con la rentabilidad.
Podría alegarse que en Estados Unidos hay series protagonizadas casi al completo por personas de raza negra. Sin embargo, éstas forman parte de una programación destinada casi en exclusiva a ser vista por la gente de color. Las organizaciones consideran que este fenómeno, al que llaman «balcanización», supone otra forma de segregación muy ajena al melting pot de la sociedad norteamericana. Tampoco les satisfacen las explicaciones de los expertos en televisión que consideran esto como una mera consecuencia de la crisis de la televisión generalista y la programación dirigida a nichos de mercado. En definitiva, las asociaciones pretenden que negros, hispanos y orientales sean reflejados de forma integrada en la sociedad, no como un gueto.
Por su parte, en Francia, la situación parece más grave, ya que la televisión, según las protestas, no refleja ni segregada ni integradamente a la población negra como tampoco ocurre con la potente minoría magrebí. «En la calle, en los estadios, en la escuela la población es multirracial y debe serlo también en la pequeña pantalla», comenta Calixthe Beyala, portavoz de Egalité, colectivo que engloba a asociaciones vinculadas a la población negra, que ellos cifran en 7 millones, número no verificado.
Egalité ha pedido a la población negra que boicotee la cadena privada TF1, a sus anunciantes y a los productos del grupo Bouygues, principal accionista de TF1. También ha demandado a la Administración, por la simbólica cantidad de 1 franco, por su inhibición y responsabilidad al respecto. Por último, ha pedido al Consejo Superior de lo Audiovisual (CSA) que la programación en las cadenas públicas se haga conforme a un sistema de cuotas «a prorrata de la importancia de las comunidades que componen la población francesa», algo similar al existente en las universidades americanas para favorecer la presencia de estudiantes no blancos.
Hervé Bourges, presidente del CSA, ha reconocido que «existe un verdadero problema de representatividad de la comunidad negra», aunque la idea de cuotas le parece «peligrosa». Diversos expertos consideran que la imposición de cuotas en pantalla no es el sistema adecuado, ni por el medio en el que pretende instaurarse ni por la naturaleza de la diversidad étnica en Francia, que dista mucho de la norteamericana.