En el Año Santo Jacobeo
Cuando en el primer tercio del siglo IX los habitantes del finisterre español creyeron haber encontrado los restos del Apóstol Santiago, pusieron también al descubierto poderosas fuerzas del espíritu, cuyos efectos religiosos, económicos y culturales siguen vivos mil años después. En el último Año Santo Jacobeo del siglo XX, la peregrinación a Compostela registra un tiempo de esplendor, alimentado por motivos religiosos y turísticos.
Desde la fecha del descubrimiento, el pequeño y escondido lugar de Compostela se convirtió rápidamente en un centro religioso de resonancia en todo el Occidente cristiano. Paralelamente, en Compostela creció toda una ciudad de servicios para el peregrino: con el surgir de iglesias, hospederías y comercios, nacía una de las ciudades más hermosas de Europa.
Como afirmaba el historiador Claudio Sánchez-Albornoz: «Creyeron los peninsulares y creyó la cristiandad y el viento de la fe empujó las velas de Occidente. Poco nos importa hoy que el sepulcro compostelano sea o no el sepulcro del Apóstol. Si allí hubieran estado en verdad los restos de Santiago y la cristiandad lo hubiera ignorado, la fecundidad histórica de tamaña reliquia habría sido nula.
«La realidad de la presencia del Cuerpo de Santiago no ha producido resultados de mayor relieve histórico que los provocados por la fe clara, profunda y exaltada que tuvieron los españoles y los europeos en la milagrosa arribada de los restos apostólicos a tierras de Galicia».
La primera noticia de un peregrino ultrapirenaico procede del monasterio alemán de Reichenau, que registró en el año 930 la peregrinación de un clérigo que afirmaba haber recobrado la vista en el santuario del Apóstol.
Para obtener el perdón de los pecados
Compostela fue desde los comienzos santuario de peregrinos enfermos y meta de la peregrinación devocional. Pero la razón principal era la remisión de los pecados. No fue santuario destacado por sus milagros, sino lugar donde uno podía recibir la absolución: los peregrinos se dirigían a Compostela por haberles sido impuesta esa obra expiatoria, necesaria para la obtención del perdón de algunos pecados cualificados.
Esta peregrinación formaba parte del sistema penitencial de la Iglesia medieval. La peregrinación penitencial adquirió tanta extensión en la Edad Media que se convirtió en la principal causa de las peregrinaciones europeas, incluida la jacobea.
Vida en torno al Camino
Al mismo tiempo, la legislación civil penal de la Edad Media, que se caracterizaba por castigos a menudo crueles, humanizó sus condenas introduciendo la peregrinación a Compostela y otros santuarios como una pena a la que los jueces de los siglos XIV a XVI recurrían frecuentemente.
Ante la difusión de la práctica de la peregrinación, los poderes políticos y las autoridades de la Iglesia se vieron en la necesidad de regularla. Surgieron normas protectoras para los peregrinos. Se les eximió de ciertos impuestos y peajes. Se construyeron albergues y hospitales: en el arco de tiempo que va desde el siglo X al XVI se cuentan -sólo en el tramo español del Camino de Santiago- más de trescientos cincuenta albergues, iniciativa de cofradías, de concejos, de nobles y de reyes. Ciudades como Astorga (León) llegaron a tener simultáneamente abiertos cerca de treinta albergues para peregrinos. Pueblos enteros surgen en las riberas -rebosantes de vida- del Camino de Santiago.
A Compostela acudieron durante la Edad Media los devotos y los ascetas, los penitentes y los enfermos, los que huían de la justicia y los falsos peregrinos, los vagabundos, los curiosos y los que, haciendo de su vida una peregrinación, estaban hoy en Compostela y mañana en Roma.
Junto a la peregrinación crecieron los abusos. Los falsos peregrinos infestaban el Camino haciendo de la peregrinación un modo de vida. Era tanto el daño que se causaba a la buena fama de la peregrinación que Felipe II prohibió el uso del hábito de peregrino, imponiendo que todos los que se dirigieran a Compostela lo hicieran provistos de las correspondientes licencias: una expedida por la justicia del lugar de origen del peregrino y otra del prelado de la diócesis.
Resurgir del Camino
Evidentemente, la peregrinación fue un fenómeno religioso, pero de ella surgieron hospitales, albergues, pueblos, ciudades, catedrales, comercio: la peregrinación fue motor espiritual y económico de la que nacieron negocios como, por ejemplo, el de la venta de conchas marinas, símbolo del peregrinar: la venta de esta insignias alcanzó tal importancia que tuvo que ser reglamentada por la mitra compostelana y protegida contra la competencia exterior incluso con bulas pontificias. Hacia el año 1200 había más de cien puntos de venta de conchas en Compostela, de las cuales casi un tercio pertenecía a la Iglesia.
¿Qué distingue a los peregrinos que hoy van a pie a Compostela de los peregrinos medievales? Los datos históricos mencionados nos dan ya parte de la respuesta. La otra parte nos la da la misma historia reciente de la peregrinación actual. En los años sesenta y setenta los peregrinos tradicionales (a pie o a caballo) se contaban con los dedos de una mano anualmente. Hasta habían dejado de contar para la misma catedral de Santiago. En los años ochenta se produce una revitalización sorprendente. En 1985, primer año en que la diócesis de Santiago empieza de nuevo a llevar la cuenta, son más de mil. En 1994 se superan los quince mil. En 1998 se pasa el listón de treinta mil peregrinos a pie procedentes de toda Europa, sin distinción de religiones.
¿Qué ocurrió para que resucitara una peregrinación que parecía estar esperando sólo un enterrador? En los años ochenta se dio la conjunción de una serie de circunstancias que ocasionaron lo que se podría llamar el fenómeno jacobeo.
Simplificando mucho, se podría decir que la actual peregrinación tiene su origen en la actividad de algunos profesores universitarios procedentes de distintos países europeos, a los que se sumaron intelectuales españoles aglutinados en asociaciones de estudios históricos como la de Estella, junto con algún sacerdote muy activo como el gallego D. Elías Valiña. Estas personas -actuando por su cuenta, pero a la vez con cierta coordinación- suscitaron en pequeños círculos culturales europeos la inquietud por recuperar la peregrinación tradicional a pie. Con este impulso inicial surgieron Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago en España, Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica, Italia…
Las visitas de Juan Pablo II
Este movimiento no habría tenido tanto desarrollo si Juan Pablo II no hubiera ido a Compostela en aquellas dos visitas, llenas de sentido europeísta y reevangelizador, de los años 1982 y 1989. Estas dos peregrinaciones del Papa fueron la ocasión para que los medios de comunicación recordaran a Europa que Compostela seguía existiendo y que el Camino estaba vivo.
En el mundo secularizado en que vivimos fue sorprendente el tratamiento de los medios de comunicación: nadie discutió la presencia de las reliquias del Apóstol en Compostela, como hubiera ocurrido en el siglo pasado o en los años sesenta o setenta del actual. Quizá porque la consideraron una «opción» más entre las ofertas del variopinto mundo en que vivimos. Al hablar de Compostela lo hacían (y lo hacen) con el mismo respeto que muestran respecto a los temas de cocina o del deporte, pero también con una cierta nostalgia de la religión mezclada de banalización, alquimia y leyenda.
Religión y turismo
El último, pero no el menos importante, de los impulsos vino de los políticos, que se propusieron aprovechar las innegables riquezas de la tradición jacobea para convertir a Compostela y Galicia en focos de atracción cultural y turística. La campaña de promoción del Año Santo de 1993 arrastró hacia Compostela a cuatro millones de personas, de las que cien mil hicieron la peregrinación a pie.
En el actual Año Santo las autoridades gallegas esperan atraer a diez millones de turistas. Como las Fallas de Valencia o la Semana Santa de Sevilla, los Años Santos compostelanos están ya integrados en las ofertas de los tour-operators más importantes. El gobierno de Galicia destinará cerca de seis mil millones de pesetas para congresos, exposiciones y, sobre todo, espectáculos de toda clase. Ya hay conciertos comprometidos con The Rolling Stones, Eric Clapton, Gloria Stefan y, cómo no, con Plácido Domingo. Como decía el responsable de cultura y turismo de la Comunidad Autónoma gallega: «No creo que al Apóstol le parezca mal y espero que nos eche una mano para hacer de Galicia un destino turístico».
Compaginar religión y turismo es un empeño en el cual se enfrentan veladamente las autoridades religiosas y las políticas. Ya en el Año Santo de 1993, el entonces arzobispo de Compostela, Mons. Rouco, hoy cardenal arzobispo de Madrid, tuvo que salir en alguna ocasión a defender la vertiente espiritual del Año Santo frente a la invasión hedonista y consumista.
Por todo esto, no sería de extrañar que si en el Año Santo de 1993 fueron cien mil los peregrinos tradicionales, en el actual la cifra pudiera doblarse, salvo que el miedo a la saturación retraiga a muchos. La Administración gallega y otras entidades, ya sean públicas, sociales o privadas, con o sin ánimo de lucro, han multiplicado los albergues de acogida a los peregrinos. Pero es seguro que las actuales instalaciones serán incapaces de absorber la avalancha de peregrinos en los meses de verano, la temporada alta de la peregrinación.
Abierto a todos
¿Esta masificación afecta a la calidad de la experiencia personal en el Camino? Algunos albergueros afirman que en los últimos años, conforme aumentaba el número de caminantes, y especialmente en los Años Santos, iba bajando la calidad humana del peregrino. En el ambiente de las asociaciones se mira con inquietud esta tendencia que podría retraer a los peregrinos sinceros.
Como afirma Alison Raju, de la Confraternity of Saint James (asociación del área anglosajona, la más importante del mundo, que cuenta con cerca de dos mil socios), «con la masiva publicidad dada al Camino en los años últimos tenemos la impresión de que muchos de los que hacen el camino a pie no son realmente peregrinos sino turigrinos que están de vacaciones más que de peregrinación. De los albergues les preocupa sobre todo, afirma Alison, si hay agua caliente, pues han optado por los albergues como alternativa más barata al hotel».
La historia tan abierta, tan secular y, en parte, tan secularizada de la peregrinación actual explica que las razones por las que se peregrina a Compostela sean tantas como peregrinos: desde el deseo de un «encuentro con uno mismo», hasta el de vivir unos días de vacación en un itinerario que tiene su parte de aventura y su parte de cultura. A nadie extraña ver a peregrinos que van a Compostela por motivos estrictamente religiosos compartir y departir con esotéricos que hacen su camino iniciático. Vamos a hacer el Camino, se dice. Recorrer físicamente un itinerario ha sustituido a ir a postrarse ante el Apóstol. El Camino casi ha sustituido al Apóstol.
Pero, hoy como ayer, el Camino es puerta abierta a todo el mundo: a enfermos y sanos, no sólo a católicos sino también a luteranos y anglicanos, a ociosos y a piadosos; Camino abierto a todos y a cada uno, con toda la carga de subjetividad característica de la religiosidad actual, alimentada en la abundante información que ofrecen el marketing religioso y los medios de comunicación.
El Arzobispado de Santiago, en su página web, destinada a ser leída por futuros peregrinos, quiere dejar claro que es la motivación lo que hace a uno ser o no ser peregrino: «Unos hacen el Camino con profundo sentido religioso y de penitencia para llegarse a las raíces apostólicas de la fe; otros, en búsqueda de un encuentro con la fe, tal vez por primera vez, o acaso para recuperar, después de un tiempo de abandono, la fe perdida… Las diferentes actitudes pueden tener el mismo fondo en la intención. Y es la intención lo que constituye a uno en peregrino».
De turista a peregrino
Las Asociaciones de Amigos del Camino, sin las cuales no se podría explicar el fenómeno jacobeo, hacen frente al reto de mantener el carácter genuino de la peregrinación a Santiago. El presidente de la Asociación de Amigos do Camiño de Galicia, Antón Pombo, afirma que «a pesar de que hay un exceso de información y de publicidad sobre el Camino -mucha de ella, mala, oportunista, falsa, manipulada y comercial-, lo bueno del Camino es que, aunque alguno venga sin idea de lo que es esto, siempre acaba empapándose y termina convertido en medio peregrino o en peregrino entero. Por eso hemos de dejar una puerta abierta a todo el que quiera tomar el Camino».
Laurie Dennet, presidenta de la Confraternity of Saint James, tiene «una fe muy grande en el poder transformador de la experiencia de hacer el Camino. Tantos peregrinos empiezan con la idea de un senderismo barato y llegan a Compostela con un sentido profundo de su propia y plena humanidad, por haber encontrado al Señor en el Camino».
Es una experiencia avalada por centenares de testimonios que se pueden contrastar en los libros de firmas de peregrinos de la catedral de Santiago. No es raro que esas personas que por unos días adquieren la vulnerable condición de caminante y que aceptan las incidencias que les puedan sobrevenir, experimenten alguna transformación en sus valores, transformación que puede tener efectos duraderos de por vida.
Una muestra de la fuerza del fenómeno jacobeo son los refugios construidos y mantenidos con el dinero de las Asociaciones de Amigos, en los que el peregrino es recibido gratuitamente. Estos albergues están atendidos por hospitaleros, ex peregrinos que benévolamente dedican parte de sus vacaciones de verano o de otras épocas del año para atender a los que pasan la noche en sus albergues.
También surgen otras iniciativas más directamente evangelizadoras promovidas por seglares. Es el caso de la Fundación del Santo Milagro de O Cebreiro, que, además de velar por la conservación material de la milenaria aldea jacobea de O Cebreiro, está volcando sus esfuerzos en la atención espiritual de los peregrinos.
Esta Fundación, promovida por varios de aquellos profesores de los que se habló antes, inició en 1998 una actividad que consiste en patrocinar en O Cebreiro la presencia de franciscanos durante los meses de verano. Estos religiosos celebran diariamente la misa a las 6.45 de la mañana y están accesibles a los peregrinos durante todo el día. Ya a finales de agosto del año pasado eran unos setenta los peregrinos que acudían diariamente a rezar laudes cada mañana con los jóvenes franciscanos, antes de reemprender el camino. A la vista del éxito, la Fundación quiere reforzar sus servicios en 1999.
Ante esta iniciativa, afirmaba un peregrino francés después de rezar laudes en O Cebreiro: «En todo el trayecto del Camino que he hecho desde Le Puy [uno de los clásicos puntos de partida del Camino en Francia], he visto cuántas inversiones se han hecho en el Camino, unas adecuadamente, otras derrochando dinero. Este simple servicio es la primera cosa que he sentido que estaba hecha para nosotros como peregrinos, no como turistas».
Rafael Arias VillaltaSantiago, peregrino. Juan de JuanesBibliografía
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