Danielle Crittenden, directora de Women’s Quarterly, ha escrito un libro crítico con el feminismo (What Our Mothers Didn’t Tell Us: Why Happiness Eludes the Modern Woman, Simon & Schuster, Nueva York, 1999). George F. Will comenta en el Washington Post (4-II-99) los principales argumentos de la autora.
Afirmar que existe una naturaleza humana se ha convertido en un acto político radical, y quien lo haga se expone a ser estigmatizado como reaccionario por las feministas. Lo que no preocupa en absoluto a Danielle Crittenden. Ella tiene 35 años y es madre de dos hijos. Su nuevo libro está escrito con vigor e inteligencia. Crittenden sostiene que el proyecto andrógino del feminismo falla por una razón inapelable: es antinatural.
(…) Crittenden se ha sumergido en las revistas femeninas. Observa que la imagen que muestran de la mujer actual es la de una mujer «más desgraciada e insegura, más frustrada y obsesionada con los hombres que la más deprimida y adicta al litio de las lectoras de los años cincuenta». El giro radical de estas revistas desde la euforia de los años setenta refleja, concluye Crittenden, «el resultado inevitable de ciertas creencias feministas».
Una de esas ideas feministas es que la mujer tiene que buscar no sólo la igualdad y otras opciones aparte de la familia, sino la independencia total con respecto al marido y a la familia. Otra es que la mujer debe luchar por llevar una vida idéntica a la del hombre. Una tercera creencia, dice Crittenden, es que la división tradicional del trabajo entre hombres y mujeres coloca a las mujeres en situación de inferioridad y las condena a la esclavitud doméstica.
El sexo -mal entendido- es la serpiente en el jardín de la vida moderna. Muchas veces, el malentendido comienza con una educación sexual que desconoce la diferencia entre hombres y mujeres. La educación sexual, en muchos casos impartida por profesores de gimnasia, es privada del contexto ético pero atestada de moralejas: «Cuando en la asignatura de salud los profesores nos decían que teníamos que vigilar el colesterol, era porque suponían que comeríamos, y cuando nos advertían para que ‘usáramos protección’, era, naturalmente, porque suponían que tendríamos relaciones sexuales». La promiscuidad resultante ha dado lugar a esos «hombres inconstantes e inmaduros» típicos de hoy, que tienen menos incentivos para ser fieles.
El libro, profundamente humano, de Crittenden es una llamada a las mujeres para que se preocupen menos de su «identidad» y, en cambio, «procuren apreciar la aportación recíproca, aunque diversa, de la mujer y el hombre al matrimonio», y también busquen soluciones, en especial por lo que se refiere a la profesión, exigidas por las diferencias sexuales.
(…) Una mujer media vivirá 80 años y trabajará durante 40 de ellos, pero sólo tendrá hijos pequeños durante 8 años, quizá. Por eso, Crittenden desaconseja retrasar el matrimonio y los hijos. El matrimonio y los hijos libran a los adultos de llevar «una introvertida existencia de adolescentes prolongada hasta la mediana edad». Crittenden recomienda una opción progresista y -hoy- radical: casarse pronto y tener hijos pronto. Los hijos son «nuestra conexión con la eternidad» y la prueba de que «hemos amado y hemos sido amados, y de que dejamos en este mundo unas vidas que nos sobrevivirán». No es una mala compensación por posponer la carrera profesional.