Juan Pablo II: la religión no puede ser un pretexto para los conflictos

publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

«No puede considerarse fiel al Dios grande y misericordioso quien, al mismo tiempo, tenga la osadía de matar a su propio hermano en nombre del mismo Dios». Juan Pablo II pronunció estas palabras en la ceremonia de apertura de la VI Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz, que tuvo lugar en el aula del Sínodo, dentro del Vaticano, con la presencia de cuatrocientos delegados de quince religiones distintas, desde el judaísmo al islam, pasando por el budismo.

Era la primera vez que el Vaticano acogía en sus locales una manifestación religiosa no organizada por instituciones católicas. La Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz surgió en los años sesenta y sus miembros proceden actualmente de unos sesenta países. El tema del simposio, que tras la inauguración continuó en Riva del Garda, provincia de Trento (Italia), fue: «Curar el mundo: las religiones por la paz».

El aspecto variopinto de los asistentes al acto de apertura celebrado en el Vaticano recordó, de algún modo, el histórico encuentro del Papa con líderes de otras religiones, celebrado en Asís (Italia) el 27 de octubre de 1986. Aunque se pidió por la paz, no hubo una oración común: cada uno, como ya ocurrió en Asís, rezó según sus propias tradiciones. «Os agradezco de todo corazón vuestra presencia en el Vaticano -afirmó el Papa al concluir-. Os estoy muy agradecido y os ofrezco mi bendición. Espero que volváis de nuevo: el Vaticano está abierto».

En su discurso había sostenido que la concordia y el diálogo entre las distintas religiones son hoy más necesarios que nunca, pues es un modo de dar testimonio a los hombres y a las sociedades de la «dignidad de cada ser humano, sea cual sea su origen étnico, sus creencias religiosas y sus convicciones políticas».

Juan Pablo II se mostró convencido de que los aspectos que unen a las distintas religiones no son sólo «cuestiones humanitarias», sino valores profundos que afectan a la vida del hombre y a su destino. Hasta tal punto que, según indicó, el olvido de esas verdades, incluso entre la gente que se declara religiosa, es una de las grandes amenazas actuales. Como en otras ocasiones, insistió también en que la religión no es ni debe ser un pretexto para los conflictos y que proclamar la guerra en nombre de Dios es una flagrante contradicción.

El Papa precisó que el diálogo interreligioso no supone perder la propia identidad. El respeto por las diferencias «no nos impide afirmar con claridad y sin equívocos aquella que creemos que es la vía verdadera de salvación». En ese sentido, señaló la libertad religiosa como la piedra angular de todas las libertades.

«Curar el mundo» significa, en primer lugar, defender la familia, observó el Papa. «La cooperación entre los líderes religiosos es importante para promover y defender esta institución humana fundamental, especialmente en un momento en el que está amenazada por tantas partes, como si fuera algo que hay que abandonar, olvidar o sustituir por otras formas de relaciones personales».

Una invitación de la que se hizo eco de inmediato el secretario general de la Liga islámica, Ahmed Muahmed Alí, quien manifestó la voluntad musulmana de cooperar en el fortalecimiento de la familia y agradeció al Santo Padre la tarea desarrollada por la Santa Sede antes y después de la Conferencia de El Cairo sobre población.

Entre los participantes en el encuentro figuraron el rabino jefe de Roma, Elio Toaf; el arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), Desmond Tutu; el presidente de la Liga Mundial Islámica, Muhammad Alí al-Harkan; el presidente de la asociación budista china, Zhao Puchu. Intervinieron también el rabino israelí David Rosen; el secretario general del Consejo Mundial de las Iglesias, Konrad Reiner, y Nikkyo Niwano, fundador del movimiento budista japonés «Rissho Kosei-Kai», quien había asistido al Concilio Vaticano II. Por otra parte, de la Santa Sede intervinieron los cardenales Carlo Maria Martini y Francis Arinze.

De las dificultades para establecer un diálogo, incluso entre personas de buena voluntad, dan prueba las declaraciones realizadas por uno de los participantes, durante la rueda de prensa de presentación del simposio. A propósito de la libertad religiosa, Kamel Al-Sharif, secretario del Consejo Internacional Islámico, afirmó que «pedir a las autoridades de Arabia Saudí que permitan la construcción de una iglesia católica sería lo mismo que pedir a los responsables del Vaticano permiso para levantar una mezquita en el interior de los confines de este Estado. En Arabia Saudí existe la libertad para que los distintos grupos religiosos se reúnan en casas particulares».

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.