La asamblea especial para África del Sínodo de los obispos, que se inauguró el 10 de abril y proseguirá sus trabajos hasta el próximo 8 de mayo, no será sólo un «gran acontecimiento para la Iglesia, sino que servirá, además, para llamar la atención mundial sobre la verdadera realidad de África». Es la convicción expresada por el secretario general del sínodo, monseñor Jan Schotte, en la presentación de este «gran sínodo continental» en el que participan 317 padres sinodales, expertos y delegados de otras confesiones cristianas.
El sínodo fue anunciado por Juan Pablo II el 6 de enero de 1989 y la convocatoria oficial fue formalizada el 9 de febrero de 1993, durante la visita pastoral del Pontífice a Kampala. El documento que sirve de base para las sesiones sinodales, el Instrumentum laboris, fruto de una amplia consulta, aborda cinco grandes asuntos: el modo de evangelizar en un momento en que crecen las sectas; la situación de los medios de comunicación (Occidente informa a África, pero ésta no tiene medios para informar a su vez a Occidente); la justicia y la paz, en un clima de guerra y corrupción; el diálogo interreligioso y la actitud respecto a otras religiones tradicionales de África y al proselitismo del islam; y la inculturación, cómo el Evangelio está penetrando la mentalidad africana.
El relator general del sínodo es el cardenal Hyacinthe Thiandoum, arzobispo de Dakar (Senegal), y los tres presidentes delegados de la asamblea, los cardenales Francis Arinze, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso; Christian Tumi, presidente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar, y Paulos Tzadua, arzobispo de Addis Abeba.
Según el cardenal Thiandoum, «el problema número uno de la Iglesia en África, y la cuestión prioritaria que tratará el sínodo, es la labor de evangelización, con su encarnación en las culturas locales». Sobre el riesgo de que la prensa europea, durante el sínodo, sea incapaz de interpretar acertadamente la cultura africana, el prelado señaló que «conviene no erigir como principio absoluto la cuestión de la ‘mentalidad africana’, que desde luego hay que tener en cuenta. De lo contrario, se llegaría a olvidar que también los africanos pertenecen a la común naturaleza humana, y eso sería muy grave».
El hecho de que este sínodo, como los anteriores, se celebre en Roma ha sido acogido favorablemente por los participantes. «Es oportuno que los africanos se hagan oír hablando desde el punto más elevado de toda la cristiandad, desde Roma y no desde otro sitio», afirmó el cardenal Thiandoum. El sínodo, de todas formas, tendrá su segunda fase, a modo de celebración, que se desarrollará durante el próximo viaje del Papa a África, programado para otoño. Sobre la fórmula de «sínodo» y no de «concilio», monseñor Schotte precisó que el episcopado africano rechazó en diversas ocasiones la convocatoria de un «concilio africano», por considerarla ambigua.
Los católicos en África ascienden actualmente a más de noventa millones, lo que representa casi el 14% de la población del continente. La cifra de católicos se ha duplicado desde 1978, año del inicio del pontificado de Juan Pablo II. En 1927 eran sólo tres millones doscientos mil. De sus 426 obispos, 384 son africanos, lo mismo que el 88% de sus diez mil sacerdotes diocesanos.