Robert Solé hace la reseña en Le Monde (15-VI-95) de un libro sobre la segregación residencial que sufren los negros norteamericanos.
«El libro American Apartheid, de Douglas S. Massey y Nancy A. Denton, que ha valido a sus autores el premio 1995 de la Asociación americana de Sociología, traza un cuadro abrumador de la segregación residencial en el país del melting-pot. Con una minuciosidad muy americana, los dos sociólogos han establecido un índice de aislamiento de los negros que va de 1 a 100. En Chicago, la ciudad más afectada, este índice es de 91 para los más pobres y de 86 para los más ricos. El índice no baja de 72 en ninguna zona metropolitana del Norte. Lo que quiere decir, en pocas palabras, que una mayoría de negros vive en barrios negros al 100%.
«En Estados Unidos, a diferencia de lo que pasa en la mayor parte de las ciudades europeas, las personas más acomodadas abandonan el centro para habitar en la periferia. Sólo los negros que trabajan fuera del ghetto urbano tienen contactos con los blancos. Pero más de la mitad de los negros de 18 a 29 años no tienen trabajo o sólo de modo esporádico».
Según Massey y Denton, la segregación resulta de una multitud de prácticas, institucionales y privadas, adoptadas desde los años 50 y 60, para excluir a los negros de ciertos barrios. El presidente Johnson hizo aprobar en 1968 leyes sobre la igualdad de acceso a la vivienda. Pero a menudo son papel mojado.
«La integración de los negros ha progresado en estos últimos años en diversos campos (la universidad, el periodismo, la administración…), pero la segregación residencial sigue en pie. Esta situación de ghetto tiene efectos destructivos, no sólo para los pobres sino también para la clase media que les rodea. Y frena la promoción de los que quieren salir de ella, pues movilidad social y movilidad espacial van unidas.
«La segregación residencial crea una cultura de oposición a la sociedad blanca. Los habitantes de los ghettos adoptan poco a poco comportamientos en total contradicción con los del resto de la sociedad americana. Incluso su inglés hablado se diferencia cada vez más del inglés del resto, desde el punto de vista del acento, de la gramática y del vocabulario. Los niños negros se burlan de sus compañeros que ‘hablan blanco’. Lo que es una tremenda desventaja escolar y profesional».