El mito de la aldea global y la información televisiva
Antes de que se pusiera de moda hablar de la globalización, Marshall McLuhan había asegurado que en la era electrónica los medios de comunicación habían convertido el planeta en una «aldea global». El flujo de información en un ámbito mundial es ya una realidad. Pero ¿esto significa que la información debe plantearse ya para una audiencia internacional o bien esa información globalizada llega sólo a una ínfima minoría? Esto es lo que se ha debatido en las recientes Jornadas Internacionales de Comunicación, celebradas en la Universidad de Navarra (1). Esta síntesis de la ponencia del profesor García Avilés examina el caso de la televisión global.
La famosa expresión acuñada por Marshall McLuhan resulta muy tentadora para ilustrar cómo la CNN hace posible que todo el mundo contemple la masacre de Tiananmen, la exploración del Pathfinder en Marte o los funerales por la princesa Diana de Gales. Bienvenidos a la Aldea Global. Sin embargo, el uso de esta metáfora nos hace olvidar algunas realidades. Así, en septiembre de 1992, el primer ministro de Bangladesh, Khleda Zia, inauguró el acceso de la televisión de su país a la CNN Internacional. En su discurso recalcó que los grandes avances tecnológicos habían convertido el mundo en una «aldea global». Y que «era todo un honor que Bangladesh se incorporara a esa aldea de la solidaridad y de la democracia». Sin embargo, y a pesar de las palabras del primer ministro, sólo el 43 por ciento de los hogares cuenta con un aparato de televisión y, como mucho, el 5 por ciento de sus 120 millones de habitantes ha visto alguna vez la CNN Internacional. Por ello, debemos plantearnos si vivimos de verdad en una aldea global.
Aplicada a la información televisiva, la metáfora de la aldea global trae consigo al menos cuatro sentidos:
De internacional a global
La televisión global no se limita al mero hecho de lograr una audiencia masiva. Supone un complejo entramado tecnológico, basado en la difusión por satélite y por cable, en la digitalización y en la creciente interactividad. Ofrece un universo de cientos de canales, con una amplia oferta de programas para todos los gustos. Y en su vertiente económica, pretende crear un mercado global de la información. Actualmente, más de 130 satélites de comunicación hacen llegar la señal televisiva a todos los rincones del planeta. Pero ¿en qué consiste realmente la televisión global de las noticias?
Resulta conveniente distinguir tres niveles de desarrollo de la televisión en el contexto supranacional, que a menudo se confunden. El primer nivel, que se remonta a los años cincuenta, es el internacional: en el mercado internacional, los programas de televisión y sus derechos se transfieren mediante la venta o el intercambio entre dos o más países.
El segundo nivel consiste en lo que podemos llamar la televisión multinacional, que implica una mayor cooperación entre las televisiones: desde los años ochenta los programas se coproducen y la propiedad de medios se diversifica. Las empresas invierten en otros países y se consolidan los grandes grupos multimedia como Viacom, Sony, Bertelsmann, Kirch o Time Warner.
El tercer nivel es el de la televisión global de los noventa: ahora varias empresas pretenden que una misma cadena alcance una audiencia compuesta por gran parte de la población mundial. Aunque incluya algunos rasgos de la televisión multinacional, la ambición y el planteamiento de esta televisión global la supera con creces.
En la llamada televisión global operan, por un lado, las tres principales agencias que sirven sus imágenes a todas las televisiones del mundo: Reuters TV, World Television News y Associated Press TV. Pero se trata de agencias, no de canales a los que tenga acceso el público. Luego hay una serie de canales de información continua que emiten para amplios sectores del planeta. En Latinoamérica compiten, entre otros, la CNN en español, el canal informativo ECO de Televisa, el Canal de Noticias de la NBC y el de Telenoticias, en el que participa Antena 3 TV. En Europa, desde el 1 de enero de 1993, Euronews emite en seis lenguas para unos 80 millones de hogares. En África, el canal M-Net llega a todo el continente desde Johannesburgo. Y el Middle East Broadcast Center de Londres emite 24 horas al día para el mundo árabe.
En tercer lugar, quedan los tres grandes, los canales con unas aspiraciones verdaderamente globales: la CNN Internacional, propiedad de Time Warner, comenzó sus emisiones vía satélite en 1985 y hoy día su señal llega a más de 200 países. En 1994, la BBC lanzó su World Television que puede recibirse en cuatro continentes. Y finalmente, el imperio televisivo de Rupert Murdoch, que incluye: la Star TV que emite desde Hong Kong para toda Asia, el canal de noticias Sky para Europa y la cadena Fox News en Estados Unidos.
Noticias para un público desconocido
El periodista cuenta una historia con el lenguaje, la mitología, las normas y convenciones de la cultura en la que viven sus espectadores. Por consiguiente, el comunicador global ha de conocer la identidad cultural de su público. ¿Pero es esto posible cuando se dirige a una audiencia tan heterogénea?
En un canal de información global:
En el caso de los canales informativos, ¿podemos decir que existe el comunicador global? Akiba Kohen, en un estudio del servicio internacional de intercambio de noticias, afirma que los verdaderos comunicadores globales son los coordinadores de las agencias internacionales y los editores de los canales de información continua. Estos periodistas se encuentran en tierra de nadie. Se distancian de su propia identidad local, y adoptan una identidad global. Es decir, elaboran un producto informativo para la mayor audiencia posible, con criterios supraculturales y supranacionales.
La redacción global nunca duerme. Está sometida a un horario frenético de transmisiones vía satélite, siempre que una noticia importante surge en cualquier parte del mundo. Por ello, la televisión global ha acortado el límite de tiempo que convierte a un hecho en noticia. Las decisiones son más rápidas, en detrimento del contexto y de la explicación de lo que sucede. Se dedica poco tiempo a editar la información, a investigar, a contrastar las fuentes porque eso significa retrasar la emisión y arriesgarse a que gane la competencia.
En esta cultura periodística, los profesionales tratan de compartir una noción de lo que es importante y noticioso. Por ejemplo, los responsables de BBC World estiman que las noticias de mayor interés son las relaciones internacionales y los conflictos, accidentes y desastres y la política internacional. En la CNN, crece el interés por temas como la salud, la ciencia, la tecnología y el entretenimiento. Pero, en la mayoría de los casos, lo que saben los periodistas sobre su audiencia es el número de personas que ha visto el programa. Pero desconocen sus intereses.
Una aldea con muchos barrios
Estos canales globales se dirigen a una audiencia muy heterogénea, desde Europa Occidental a Asia, desde Escandinavia al Oriente Medio. Los intereses de los ciudadanos de países tan distintos son muy diversos. Incluso las grandes noticias son interpretadas de modo diferente en la misma cultura, en el mismo país.
Resulta irónico que muchos de los defensores de la metáfora de la aldea global mediática no tengan ni idea de cómo es la vida en una aldea real. En cualquier pueblucho con unos cuantos habitantes, la gente se conoce y está al tanto de lo que sucede en su entorno. En el mundo real sucede justo lo contrario: el volumen de informaciones es cada vez mayor, pero la mayoría de los ciudadanos sabe muy poco acerca del resto del planeta. Incluso en Europa, una partecica relativamente pequeña de esa aldea global, encontramos una multitud de diferencias culturales y sociales que dificultan la comunicación. ¿Qué es lo que une a un campesino griego, a un comerciante finlandés y a un taxista navarro? Aunque los tres viajen por Europa, beban la misma cerveza importada y vean Expediente X en sus respectivos países, les separan marcadas diferencias culturales. Y en el terreno de sus necesidades informativas, esta separación es aún mayor.
Esa ventana abierta al mundo que es su televisión local, regional o nacional ofrece una visión distinta en cada caso, una imagen cercana, que no se corresponde con la cosmovisión del planeta.
La pretensión de globalidad que inunda el discurso político, económico y social sugiere, al menos inicialmente, unos postulados democráticos y omniabarcantes. Se trata de una fuerza que se extiende hasta el último rincón del planeta e incluye a todos por igual. Las mismas noticias para todos. Pero un análisis de esta noción nos revela sus limitaciones.
La comunicación global equivale a la progresiva implantación de un sistema empresarial y tecnológico dirigido por unas cuantas multinacionales. Como afirma el sociólogo holandés Cees Hamelink, «si se está produciendo una revolución mundial de las comunicaciones, la mayor parte del mundo no ha sido invitada», con lo que la desigualdad entre los países desarrollados y los no desarrollados se acentúa cada vez más.
En segundo lugar, el mercado de la televisión se ha centrado en un sistema bilateral entre Estados Unidos y Europa Occidental. En este sistema, la moneda imperante es el dólar y el flujo de programas se mantiene en una sola dirección: desde Norteamérica al resto del planeta.
Un estudio del Annenberg Center resumía así la escasa competencia de las televisiones europeas: si se considera como una sola unidad, la Unión Europea representa el mayor mercado televisivo del mundo. Sin embargo, la industria europea de los medios se halla fragmentada por la cultura, la lengua, el gusto y las regulaciones, por lo que no existe un verdadero mercado pan-europeo. Un síntoma significativo de la fragmentación del mercado europeo es que el 85 por ciento de los programas de televisión europeos nunca se retransmiten en otra área lingüística distinta a la original.
En cambio, los norteamericanos exportan sus productos de ficción a todos los mercados. Por poner un ejemplo, la serie Baywatch (Los vigilantes de la playa) se ha emitido en 144 países y ha sido doblada en quince idiomas.
Lo local interesa más
En tercer lugar, no existe gran entusiasmo por la dimensión cultural de la que hacen gala las cadenas internacionales. Por el contrario, el freno a la implantación de las cadenas globales parece tener una evidente raíz en las dudas sobre su rentabilidad. Mientras tanto, el ciudadano todavía tiene sus expectativas informativas en la radio y en las televisiones nacionales y en la televisión local.
De hecho, lo local goza de mejor salud que la mayoría de los canales internacionales. Sobre todo, nos interesa saber lo que sucede en nuestro barrio, los problemas que afectan a nuestra ciudad. Cómo va la economía y a qué se dedican nuestros líderes nos importa mucho más que una guerra en el Congo o un accidente de avión en Filipinas. Y queremos que esas noticias nos las cuenten en nuestra lengua, periodistas que nos entienden y en quienes podemos confiar.
Por último, la dimensión mundial de los canales globales se exagera demasiado. La CNNI y la BBC World sólo pueden verse de momento en un tres por ciento de los hogares de todo el mundo. Y no hay indicios de que un alto porcentaje de esa audiencia potencial esté de hecho sintonizando estos canales. Sus contenidos se presentan en inglés, desde un punto de vista británico o norteamericano. Ambas cadenas ofrecen una imagen que refleja los valores y prioridades informativas de sus respectivos países de origen. Y a la gran mayoría de los ciudadanos no les interesa.
La CNNI se orienta demasiado a la agenda norteamericana y ofrece una cobertura diseñada pensando en los intereses de Washington o en historias sensacionalistas dirigidas al apetito de la sociedad norteamericana (como el juicio de O.J. Simpson o los affaires sexuales del presidente Clinton).
En realidad, como afirma Richard Zharadnik, la CNN se ha convertido en el walkie-talkie de las elites: en un servicio que permite la comunicación entre las diplomacias y líderes políticos a escala mundial. La información televisiva en el mosaico de valores, lenguajes y culturas que puebla nuestro planeta está muy lejos de hacer realidad la metáfora acuñada por Marshall McLuhan. Después de todo, la aldea global continúa siendo un mito. Como mucho, tenemos una metrópoli multinacional diseñada por Occidente para los socios ricos del planeta.
10 tendencias en la información global
La CNN Internacional, la BBC World y los canales del imperio Murdoch están implantando un tipo de periodismo que, a diferencia de otras cadenas, va destinado a una audiencia global. Este periodismo presenta varios rasgos distintivos:
1) Se consolida el modelo de periodismo anglosajón y el inglés como lengua de comunicación.
2) Siguen la fórmula de actualizar continuamente las noticias, en segmentos programados regularmente a lo largo del día.
3) En sus informativos predomina la personalización de los acontecimientos. Las historias de mayor cobertura son las que ofrecen un conflicto dramático (tales como catástrofes naturales, guerras, atentados y accidentes).
4) El ritmo visual se acelera cada vez más. Sobre todo en el caso de la CNN, se acorta la duración de los planos y de los totales, con un ritmo vertiginoso, al que algunos llaman el «efecto MTV».
5) Tienden a editar menos las noticias: se sirven más imágenes en bruto que dan una mayor inmediatez a los hechos. Y por tanto, se reduce la intervención del periodista como editor.
6) Explotan el uso del directo y la cobertura en tiempo real. Se llega a lo que Peter Dahlgren denomina el hiper-realismo. Lo importante es proporcionar una experiencia del suceso, qué se siente al estar ahí, aunque el directo no significa necesariamente que los hechos se entiendan mejor, sino más bien al contrario. El énfasis se centra en ser el primero en dar la noticia.
7) Entre los formatos destaca lo que podemos llamar el informativo mosaico, que busca atraer a la audiencia que no va a estar enganchada más de treinta minutos.
8) Se produce un crecimiento lento y progresivo de la audiencia a escala mundial. En especial, los macroeventos, como los funerales de la Madre Teresa, consiguen una audiencia masiva.
9) Gracias a estos canales, la reacción internacional ante una crisis gana en rapidez y las relaciones entre la diplomacia mundial son cada vez más fluidas.
10) Estos canales están desarrollando una estrategia de regionalización. Por ejemplo, la BBC World retransmite 50 horas semanales en japonés desde Tokio. La CNN tiene una emisión para la India en la lengua nativa, el hindi, y desde marzo de este año, la CNN en español.
José Alberto García AvilésJosé Alberto García Avilés es Director del Departamento de Cultura y Comunicación Audiovisual de la Facultad de Comunicación (Universidad de Navarra)._________________________(1) «Comunicación sin fronteras». XII Jornadas de la Comunicación. Universidad de Navarra. Pamplona (6 y 7 de noviembre de 1997).