El economista norteamericano Julian Simon, profesor de la Universidad de Maryland, lleva más de veinte años empeñado en desmontar con datos el catastrofismo demográfico. Resumimos un extenso artículo de Ed Regis sobre la personalidad y la obra de Simon publicado en la revista Wired (San Francisco, febrero 1997).
La «letanía» del catastrofismo, como la llama Regis, pinta un futuro negro para la humanidad. Asegura que se están agotando los recursos del planeta, que la calidad del agua y del aire va de mal en peor, que se extinguen 100.000 especies por año, que los bosques desaparecen… No hay tiempo que perder: es preciso frenar el crecimiento de la población, que es la causa de los males. Así repiten incansablemente Paul Ehrlich, Lester Brown y muchos otros promotores del control de la natalidad.
Julian Simon presenta un panorama muy distinto. «Nuestra especie está mejor que nunca en casi todos los aspectos materiales que se pueden medir. Casi todas las mediciones a largo plazo del bienestar material humano muestran un progreso a lo largo de las décadas y los siglos. Las materias primas -todas- no se han hecho más escasas, sino menos. En Estados Unidos y en otros países ricos, el aire es indiscutiblemente más sano. El agua es más limpia. El medio ambiente es cada vez más saludable, y esta tendencia continuará, según todos los indicios».
Simon no siempre pensó así. Al principio, también él era un partidario convencido del control de la natalidad. Como a muchos otros, la tesis malthusiana le parecía evidente: si la humanidad sigue creciendo, llegará un momento en que no habrá recursos para todos. Esto creía Simon, hasta que estudió los hechos.
Los descubrió en los estudios del demógrafo Simon Kuznets (premio Nobel de Economía en 1971) y en los del economista Richard Easterlin, basados en datos referidos a largos periodos, de hasta un siglo. En ellos se observa que las tasas de crecimiento demográfico varían de un país a otro y de un año a otro, sin que exista una correlación general negativa con el nivel de vida. La población no se ha empobrecido a medida que ha aumentado; al contrario, ha producido lo que necesitaba para sostenerse, y más. Lo mismo vale para los alimentos. Mayor población no implica menos alimentos, sino todo lo contrario: la historia revela que los precios de los alimentos, en relación con los salarios, en vez de dispararse, como predecía la teoría malthusiana, han bajado.
Estos son los hechos. «Lo que maravilla a Simon es esa actitud de quienes creen saber la verdad por adelantado, sin necesidad de acudir a los hechos. En cambio, Simon es un enamorado de los datos y de los números; de las tablas, cuadros y gráficos; de la información dispuesta en filas y columnas; de tabulaciones, pendientes de curvas, diagramas, histogramas…: es un verdadero Mr. Dato».
Para mostrarlo basta The State of Humanity (1995), una magna obra dirigida por Simon: casi 700 páginas de texto denso, llenas de tablas y números, que desmienten los mitos de la explosión demográfica. Si alguien se extraña de la precisión de esos datos o sospecha de las fuentes, se encontrará invariablemente con la respuesta de Simon: «No existen otros datos». Sus estadísticas provienen de las fuentes oficiales, las obras de referencia que están al alcance de cualquiera que se moleste en consultarlas.
Pero Simon no ha logrado convencer a sus contradictores. «Por alguna razón que nunca ha podido comprender, la gente siempre tiende a creer lo peor: parece inmune a la evidencia contraria, como si hubiera sido vacunada contra la fuerza de los hechos».
Buena muestra de esa actitud es un fragmento, transcrito por Regis, del debate que sostuvieron en 1982 Simon y Garrett Hardin, un biólogo catastrofista. «Simon: Los datos son fundamentales. Hardin: Los datos no son fundamentales; la teoría es lo fundamental». «Esta es la diferencia -comenta Simon- entre un análisis especulativo acerca de lo que debiera ocurrir y mis análisis empíricos de lo que ha sucedido ya a lo largo de la historia».
«La paradoja -prosigue Regis- es que esos principios abstractos y análisis especulativos parecen ser lo más lógico y creíble, mientras que los hechos mismos, la historia de lo que ha ocurrido, parecen algo ilógico e imposible de explicar. Al fin y al cabo, la gente se multiplica, pero los depósitos de materias primas en la corteza terrestre, indudablemente no. Entonces, ¿cómo es posible que se haya duplicado la población de la Tierra y los precios de las materias primas se hayan reducido a la mitad?
«Esto es absurdo… Sin embargo, así ha ocurrido. Por tanto, tiene que haber una explicación. Y la tiene: los recursos, en su mayor parte, no crecen en los árboles. Son las personas las que los producen, ellas los crean, ya sean alimentos, industrias, máquinas, nuevas tecnologías o reservas de materias primas extraídas, refinadas y elaboradas. ‘Los recursos salen de la inteligencia de las personas más que del suelo o del aire -dice Simon-. Desde el punto de vista económico, las inteligencias importan tanto o más que las manos o las bocas. En general, los hombres crean más recursos que los que gastan.