En un reportaje publicado en The New York Times (14-X-98), Alessandra Stanley revela los rasgos de la nueva generación de seminaristas que se forman en el Pontificio Colegio Norteamericano de Roma, jóvenes que se caracterizan por su fidelidad a la doctrina católica y al Papa.
Los seminaristas norteamericanos son hoy día más conservadores y tradicionales que sus predecesores y que la mayoría de los católicos de su país, a juzgar por lo que dicen obispos, sacerdotes y estudios sobre la Iglesia. Según un movimiento pendular, los futuros sacerdotes rechazan actualmente la rebelión y el permisivismo que se extendieron en la Iglesia católica tras el Concilio Vaticano II y en la sociedad norteamericana durante los años 60 y 70.
(…) «Mi generación reaccionaba ante la rígida y ritualista Iglesia de los 50», dice Monseñor Timothy Dolan, rector del Pontificio Colegio Norteamericano de Roma, un seminario para jóvenes que se preparan para el sacerdocio. «Estos jóvenes reaccionan contra los 60 y los 70, las vestimentas psicodélicas, la Coca-Cola y las galletas en la Misa».
El padre Dolan, que fue seminarista en la mitad de los 70, añade que «ahora la predisposición es a favor de la tradición y la autoridad. Cuando yo estudiaba era lo contrario».
El Pontificio Colegio Norteamericano de Roma, a veces descrito como el West Point para sacerdotes, está, de algún modo, en la vanguardia de esta contrarrevolución. En él residen 171 estudiantes este año, más que en cualquier otro momento del último cuarto de siglo.
Este surgimiento no es un reflejo de un repentino crecimiento de vocaciones en los Estados Unidos. Mientras que el descenso en el número de seminaristas se ha estabilizado -5.527 en 1997 frente a 37.873 en 1967-, según el Centro sobre Investigación Aplicada en el Apostolado de la Universidad de Georgetown no han crecido las incorporaciones en los últimos años.
(…) «No creo que la Iglesia deba ser demasiado mundana», dice Stephen Hero, de 28 años, un seminarista de Toronto que está en su tercer año de estudios. «Es apropiado hacer la liturgia accesible, pero se corre el riesgo de hacerla tan corriente que la gente pierda el sentido de la trascendencia de Dios».
Los 56 alumnos de primer curso en 1998 (…) constituyen el grupo más numeroso en 29 años y muestran el mismo tipo de fervor. Seleccionados por sus obispos para prepararse en Roma, tratan de devolver una Iglesia restaurada a un laicado norteamericano más bien laxo. Hablan del profundo misterio de la Iglesia, del temor reverencial que sienten al experimentar los dos mil años de tradición, la impresión que les produce San Pedro.
Sus héroes son Juan Pablo II y el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe. El cardenal Ratzinger es una figura controvertida para muchos católicos estadounidenses, que lo ven como el guardián de la estricta ortodoxia y el que hace callar a los que disienten. Incluso algunos profesores del seminario se muestran un tanto reticentes ante sus firmes enseñanzas. Pero entre los seminaristas es reverenciado.
Hace veinte años los seminaristas cuestionaban todo, desde el modo como se enseñaba la teología hasta la necesidad de aprender latín. Incluso cuestionaban el celibato sacerdotal. Un informe preparado por la Federación Nacional de Consejos Presbiterales revelaba que, mientras que en 1970 un 85% de los sacerdotes de menos de 35 años decía que el celibato debía ser opcional, en 1993 sólo pensaba lo mismo el 38%.
Tad Oxley, seminarista de 22 años, cuenta lo que ocurrió en una fiesta cuando un laico activista en asuntos eclesiásticos le dijo a un seminarista del Colegio: «Estamos luchando para que vosotros podáis casaros». Oxley dice que el comentario del invitado le pareció ofensivo. «Nosotros vemos el celibato como un don, un compromiso profundamente personal con Dios», afirma. «Es como si yo fuera a una persona casada y le dijera: Estamos luchando para que puedas ser polígamo».