El 2 de junio los electores californianos aprobaron en referéndum, por mayoría del 61%, la Proposición 227, que acabará con la enseñanza bilingüe que reciben opcionalmente los hijos de inmigrantes que no saben inglés. Los escolares no nativos recibirán una inmersión de un año en el inglés, para incorporarse inmediatamente después a la educación anglófona normal. Para convertirse en ley, la Proposición tendrá que superar varios recursos ya interpuestos.
California tiene 1,4 millones de alumnos inmigrantes de familias no anglófonas (la mitad de los que hay en todo el país), hispanos en su mayoría. De ellos, un tercio recibe enseñanza bilingüe. Estos programas, que duran de dos a cinco años, se crearon hace tres décadas con el fin de integrar socialmente a los hijos de inmigrantes. Nacieron en diversos Estados como enseñanza «transitoria», pero la inmigración constante y la creciente burocracia han logrado mantenerlos hasta ahora en el sistema educativo.
La campaña a favor de la Proposición 227 ha sido organizada por Ron Unz, un multimillonario republicano de padres ucranianos. Su tesis es que la enseñanza bilingüe no está consiguiendo que los niños se manejen perfectamente en inglés, y eso les dificulta encontrar un buen empleo e integrarse en la sociedad. Por su parte, los opositores de la reforma, entre ellos el presidente Clinton, consideran que un año es poco tiempo para dominar la lengua. Y, si al cabo de ese curso los niños aún no pueden seguir bien el ritmo escolar en inglés, fracasarán en la enseñanza anglófona con más estrépito que hasta ahora. La opinión del secretario estadounidense de Educación, Richard Riley, es parecida: la Proposición 227 «tendrá como resultado que menos niños aprendan inglés y muchos otros queden aún más atrasados en sus estudios».
El índice de abandono escolar de los inmigrantes hispanos es el mayor de todas las minorías étnicas, un 40%. Pero es el mismo en escuelas bilingües que en escuelas de inmersión en inglés. No obstante, hay que tener en cuenta que las escuelas bilingües cuentan con menos recursos económicos y suelen estar en los barrios más pobres. Por lo que se refiere al nivel de inglés que alcanzan los alumnos, un estudio publicado en Nueva York en 1995 señalaba que el 80% de los niños que seguían el sistema de inmersión lograban a los tres años una destreza similar a la de sus compañeros nativos, mientras que en programas bilingües la conseguían en ese tiempo menos de la mitad de los alumnos.
Si los políticos latinos de California se han tomado el referéndum de la Proposición 227 como una batalla más contra el control del Estado por anglosajones, los padres han preferido barrer para casa: un 37% de los hispanos han votado a favor de la proposición porque temen que sus hijos sean marginados socialmente si no dominan el inglés. Está comprobado que los inmigrantes hispanos más prósperos son los bilingües.
Explicando el contexto de la votación californiana, Gordon Gee, rector de la Brown University, ha dicho: «Hay que pensar que el pueblo norteamericano mira hacia el norte, a Canadá, y contempla la gran división que existe a causa de los idiomas. Ve también que en otros países las divisiones lingüísticas afectan a la estabilidad política. Tampoco se debe olvidar que tuvimos una guerra civil y que para nosotros todo lo que afecta a la unión resulta preocupante».
Como el Estado de California lleva muchas veces la iniciativa en cuestiones sociales que luego se difunden por el resto del país, es previsible que el resultado de este referéndum relance en otros lugares el movimiento del «English only», que desde hace diez años pretende hacer de Estados Unidos un país oficialmente monolingüe. Se está preparando referendos similares para suprimir la enseñanza bilingüe en otros veinte o veinticinco Estados. Según una encuesta del Houston Chronicle, en Tejas el 52% de la población y el 48% de los hispanos consideran que los programas bilingües no deberían durar más de un año.