«La prisión de la libertad», nuevo libro de Michael Ende
Se acaba de publicar en castellano el nuevo libro de Michael Ende, La prisión de la libertad, un conjunto de relatos fantásticos con un tono bastante diferente del de sus obras mundialmente difundidas. El regreso a Alemania del autor, los modernos conflictos sociales, la deshumanización del progreso y su creciente pesimismo han convertido a Ende, por lo menos en este nuevo libro, en un escritor más sombrío, filosófico y distinto al de La historia interminable y Momo.
Michael Ende nace en 1929 en la localidad alemana de Garmisch-Pantenkirschen, en Munich. Desde los catorce años quiere ser escritor, aunque hasta pasados los treinta no publica su primer libro de literatura infantil. Siempre estuvo muy unido a su padre, el pintor surrealista Edgar Ende, cuya influencia es palpable en sus libros y en sus teorías filosóficas. Su padre fue considerado por los nazis como un pintor «degenerado» y, por lo tanto, prohibido. Al acabar la guerra continúa los estudios en una escuela creada siguiendo las ideas antroposóficas de Rudolf Steiner. Aunque estas ideas no le marcaron mucho durante su etapa como estudiante, a ellas volvería años más tarde para encontrar un apoyo filosófico a sus convicciones sociales y humanitarias.
Su primer libro
Ende cursó estudios de teatro, tomando como modelo las teorías de Bertolt Brecht, que pronto abandonó para no caer, según confesión personal, «en un desierto absoluto». Su primera intención era estudiar teatro para poder escribir teatro, pero, salvo algunas interpretaciones en provincias, no se dedicó profesionalmente a una cosa ni a la otra. Trabaja después como escenógrafo, guionista de cabaret, crítico de cine y en la radio de Baviera. Estos años coinciden con su casual desembarco en la literatura. La insistencia de un amigo para que escribiera un libro infantil trajo como consecuencia la publicación de su primera obra, Jim Botón y Lucas el Maquinista, libro que consiguió el prestigioso premio de literatura juvenil Deutscher Ju-gendliterator Preis.
A partir de entonces, sigue escribiendo obras para los más jóvenes hasta su consagración absoluta con La historia interminable, obra que, traducida a 27 idiomas, ha conseguido vender más de cuatro millones de ejemplares. En 1981 recibió el Premio Janusz Korczak y en el 82 el Premio Internacional de Literatura Lorenzo el Magnífico.
Uno que desentona
Este éxito hizo cambiar radicalmente su vida. Muchos críticos, sobre todo alemanes, calificaron sus obras de escapistas y evasivas, arrinconándolas en un género que consideraban menor, la literatura infantil y fantástica. Y es que Ende se des-marcaba de la tendencia dominante en la literatura alemana, caracterizada desde la posguerra por el compromiso político y la fiebre del realismo social. Así, Ende no fue considerado, a pesar del reconocimiento internacional y del éxito de ventas, como escritor de prestigio. «En el salón literario -opina Ende-, uno puede entrar por cualquier puerta: por la puerta de la cárcel, por la puerta del manicomio o por la puerta del burdel. La única por la que no se puede entrar es por la del cuarto de los niños. Esto no se lo perdona a uno la crítica (…). Yo tenía que estar permanentemente excusándome por mis cuentos fantásticos y por la falta de conciencia nacional, incluso ante mis amigos» (1).
Sintiéndose incómodo en este ambiente prefirió, para ser un creador más libre, abandonar Alemania e instalarse con su mujer, la actriz ya fallecida Ingeborg Hoffman, en Genzano, cerca de Roma. En Italia, Ende encontró un clima de libertad que favorecía sus inclinaciones literarias: «La vida mediterránea es mucho más libre y más abierta que la alemana, excesivamente cargada de normas. Por eso me marché cuando sentí que no podía respirar. En Italia se sabe vivir el caos y yo soy por naturaleza un ser caótico».
En 1985, sin embargo, regresa a Alemania, donde ya no se siente «prisionero», y se instala en Munich, residencia que compagina con frecuentes escapadas a Japón -después de la muerte de su primera mujer, Ende contrajo matrimonio con una japonesa-. Además de publicar La prisión de la libertad, está preparando un futuro libro, Caja de apuntes, un compendio de sus reflexiones sobre el drama del hombre contemporáneo, abocado al vacío. Para Ende, la única salida es la reivindicación de la fantasía.
Reivindicación de la fantasía
En su nuevo libro aparece acentuada su negativa visión del mundo moderno, al que considera inhabitable y dominado por «un vacío psíquico y cultural». La expansión de la fantasía, que siempre va unida a los valores espirituales, es para Ende la receta para salvar este incierto mundo. Esta visión de la fantasía, más existencial a medida que pasan los años, está vinculada en su último libro a sus preocupaciones filosóficas. «Hoy día hay una necesidad metafísica, un cambio de conciencia (…). La visión del mundo solamente racional no basta para explicar los hechos y hay que implicar algo más. Se busca una nueva totalidad», que, piensa Ende, puede ser Dios: «Dios es una unidad física y mental».
Este interés por lo espiritual, como se comprueba en La prisión de la libertad, ha derivado en Ende a una aproximación a las religiones orientales y a otras experiencias de lo mágico y lo esotérico: la cábala, la alquimia, la reencarnación, las ideas pitagóricas, etc. Sin embargo, teniendo en cuenta los temas de sus últimos cuentos, se advierte que Ende continúa en un incesante estado de búsqueda. Pero esta defensa de los valores espirituales siempre a espaldas de un Dios personal, ¿no lleva a un callejón sin salida?
Un niño eterno
Estas preocupaciones existenciales siempre han estado presentes en las obras de Ende, aunque opina que la misión del escritor no es resolverlas sino «despertar la conciencia de la gente y ver qué quieren poner en el centro de su existencia, si se desea un aumento de la producción o una determinada idea de la persona». Ende no considera que sus libros lleven un mensaje explícito. Más bien concibe el proceso de creación como un perseverante diálogo con «todos los niños que hay en cada uno de nosotros. Creo que en cada persona existe un niño eterno, algo indefenso y vulnerable».
Los ingredientes literarios más constantes en la obra de Ende son el juego, la belleza, el misterio y el humor. La influencia de las ideas de Borges y de la pasión por los juegos de ordenador es palpable en su concepto de la escritura: «Confieso franca y abiertamente que el motor real que me mueve a escribir es el placer que encuentro en el juego libre e ilimitado de mi imaginación». Una imaginación que se apoya en un concepto de la fantasía basado en valores modernos y tradicionales. Ende se considera un precursor en la utilización del surrealismo en la literatura infantil, además de reconocer la beneficiosa influencia de los cuentos de hadas, la mitología clásica y los componentes fantásticos de las novelas de caballería.
Ende ha sabido dotar a sus novelas de una dimensión poética y lúdica, compatible con la presencia de lo fantástico, el misterio, el sinsentido y una interpretación crítica de lo real. Es una poética que facilita el simbolismo -muy presente en La historia interminable y en la mayoría de sus obras-, y que favorece la creatividad del lector. La apasionada búsqueda de nuevos mundos que caracteriza a los personajes de la literatura fantástica -Bastián es un ejemplo emblemático- es una manera de conseguir en el espectador tanto la diversión y distracción como la reflexión personal. De este modo, el lector se siente atraído por la presencia de unos valores perennes encarnados en personajes fantásticos y atractivos. Ahí está la fuerza de la buena literatura fantástica, la que han frecuentado autores de la categoría de J.R.R. Tolkien. C.S. Lewis, T.H. White, Lewis Carroll, Lloyd Alexander, Italo Calvino y Frank Baum, por citar sólo unos pocos (2).
Adolfo TorrecillaReflexiones de un indígenaEn un artículo de hace algunos años, Michael Ende explicaba el territorio literario en que se mueve (Cfr. Diario 16, Madrid, 27-IX-1990).
No tiene sentido negar mis orígenes: soy un salvaje y procedo de una reserva centroeuropea. Por mucho que me esforzara en disimularlo, cualquier habitante científicamente ilustrado del gran Desierto Cultural de ahí fuera me reconocería pronto.
La reserva de la que procedo se llama Literatura Infantil. Pertenece a esas reservas que toleran, con sonrisa condescendiente, los habitantes del Desierto Cultural, a las que algunas asociaciones benéficas incluso miman, pero que todos, en el fondo, desprecian…, como desprecian, por cierto, la mayoría de las cosas que tienen que ver con los niños. O sea, que en comparación, no nos va tan mal. Es cierto que, de vez en cuando, se pone de moda entre los habitantes del Desierto Cultural ocuparse de nosotros, (…) y nos exhortan benévola o severamente a que nos sometamos de una vez a la Ilustración Científica (fuera de la cual no hay salvación), y nos limitemos a contar, a partir de ahora, historias realistas, de contenido social, socialmente críticas o, por lo menos, de utilidad emancipadora. Naturalmente, les prometemos todo lo que quieren, y hacemos también las reverencias que nos exigen hacia los cuatro puntos cardinales, que para ellos se llaman Marx, Freud, Einstein y Darwin. (…)
Dentro de nuestra reserva hay un enclave especial (…); se llama el Libro Infantil Fantástico. Es un paraje en el que, por decirlo así, se superponen dos reservas diferentes: la que acabo de describir de la literatura infantil «intocable» y la de la literatura fantástica, que, en general, se considera como escapista y, por tanto, carente de va-lor, pero se tiene en cuenta, al menos como curiosidad, siempre que se comporte de acuerdo con lo previsto, y sea mentalmente enferma o, por lo menos, obscena. La superposición de ambas reservas no sólo acumula los respectivos tabúes, sino que los multiplica. Aunque el misionero de buena fe haya consentido en aprobar el libro infantil realista como didáctico o educativo, cuando se encuentra ante un libro infantil fantástico se queda sencillamente sin habla. No encuentra ya baremos ni criterios a que agarrar su mensaje de salvación. (…)
¿Cómo podríamos estar orgullosos de vernos reconocidos por un mundo que para nosotros resulta inhabitable? Estos éxitos sólo prueban que el Desierto Cultural parece convertirse poco a poco en inhumano para un número cada vez mayor de sus habitantes. Muchos de ellos, a los que la Ilustración Científica privó del agua de la vida, padecen simplemente una sed desesperada de cosas maravillosas. En su pelado mundo funcional se ha explicado todo lo misterioso hasta hacerlo desaparecer. (…)
Nosotros, los ingenuos indígenas, nos preguntamos en vano qué querrán decir con ello. Porque nos parece que lo que en el Desierto Cultural se llama racionalidad e Ilustración Científica sólo ha producido lo contrario de lo que el sentido común y la lealtad exigen de cualquiera en su sano juicio. Vemos que esas personas, con su Ilustración Científica, envenenan el cielo, la tierra y las aguas. Vemos que se destruyen a sí mismas en cuerpo y alma. (…)
Mientras tanto, seguiremos luchando a nuestro modo. Nuestra religión se llama poesía. Creemos que la poesía es una necesidad vital, elemental del hombre, a veces más vital que comer y beber (…). La poesía es la capacidad creativa del hombre para sentirse y reconocerse siempre de una forma nueva en el mundo, y para sentir y reconocer al mundo en sí mismo. Por eso, toda poesía es, por esencia, «antropomórfica» o dejará de ser poesía. Y, precisamente por eso, toda poesía tiene afinidad con lo infantil. Nosotros los indígenas decimos incluso: es lo que hay en el hombre de eternamente infantil.
Bibliografía de Michael Ende en castellano
– Jim Botón y Lucas el maquinista . Noguer. Barcelona (1973).
– La historia interminable. Alfaguara. Madrid (1982).
– Momo. Alfaguara. Madrid (1983).
– El Goggolori. Ayuso. Madrid (1985).
– Jim Botón y los trece salvajes. Noguer. Barcelona (1985).
– El dragón y la mariposa. Alfaguara. Madrid (1986).
– Jojo, historia de un saltimbanqui. Debate. Madrid (1986).
– El Tragasueños. Juventud. Barcelona (1986).
– El espejo en el espejo. Alfaguara. Madrid (1987).
– Tranquila Tragaleguas, la tortuga cabezota. Alfaguara. Madrid (1987).
– El libro de los monicacos. Noguer. Barcelona (1987).
– Filemón el Arrugado. Alfaguara. Madrid (1987).
– Norberto Nucagorda. Alfaguara. Madrid (1987).
– El teatro de sombras. SM. Madrid (1988).
– El ponche de los deseos. SM. Colección Gran Angular, Madrid (1989).
– El secreto de Lena. SM. Madrid (1991).
Adolfo Torrecilla _________________________(1) Las citas de Ende están tomadas de su conferencia «¿Por qué escribo para niños?», pronunciada en el Congreso Internacional del IBBY en Tokio en 1986, y de entrevistas recientes que han aparecido en la prensa con motivo de la publicación de su nuevo libro.(2) Ver servicio 97/87: «El mundo de la literatura fantástica».