Testimonios de los peregrinos que acuden a Santiago de Compostela
Santiago de Compostela. La peregrinación a Santiago, que había resurgido en los últimos años, está registrando un extraordinario esplendor con ocasión del Año Santo Jacobeo de 1993 (ver servicio 62/93). El Camino de Santiago, que ya en la Edad Media fue un importante signo y factor de la unidad de Europa, sigue conservando un eminente sentido cultural. Pero los testimonios que dejan los peregrinos junto a la tumba del Apóstol revelan que el Camino es hoy para muchos no sólo una ruta turística, sino también ocasión de conversión y regeneración espiritual, de encuentro de cada uno consigo mismo y con Dios.
Santiago de Compostela es una ciudad que no puede compararse a Roma o a Jerusalén. No fue capital de un imperio, ni es una ciudad santa para tres religiones, pero es un lugar de peregrinación que llegó a competir con ellas desde que en el siglo IX se produjo el hallazgo de la tumba de Santiago Zebedeo.
Santiago de Compostela nació alrededor de la tumba de este Apóstol, cuyos restos conserva celosamente, y es la única de las tres ciudades citadas que todavía mantiene la peregrinación a pie. Desde el siglo IX recibe la visita de millones de peregrinos de toda Europa, que vienen a venerar los restos del Apóstol. Es una ciudad, por tanto, creída y creada por Europa.
Santiago no es Atenas, ni Florencia; pero, como éstas y como Jerusalén y Roma, tiene una historia compartida por todos los países de Europa. En la actualidad, la peregrinación es un fenómeno social y religioso sorprendente. En los nueve primeros meses de 1993 han llegado a Compostela más de 80.000 peregrinos. La celebración de un Año Santo ha influido decisivamente en estas asombrosas cifras, que nadie esperaba.
Ver, contemplar, orar
Ciertamente, los peregrinos actuales no vienen como en la Edad Media, a cumplir una penitencia liberadora de sus pecados o una pena impuesta por la autoridad civil. Si en la Edad Media la meta era llegar a la Catedral para obtener el perdón, hoy, para el peregrino moderno, lo importante es hacer el Camino, de tal manera que algunos temen que se esté idolatrando el Camino en detrimento de la veneración al Apóstol. Pero a su vez otros piensan que el Camino es como un sacramental, una vía de iniciación a lo trascendente.
Sea lo que sea, cada vez llegan más peregrinos a Santiago: unos van por motivaciones culturales, otros por aventura, otros por fe. Se podría decir que las motivaciones actuales de los peregrinos se resumen en ver, contemplar, orar. Cada uno de estos factores puede darse con exclusividad, pero lo normal es que los tres se den a la vez en el peregrino actual.
El gran número de peregrinos que han llegado ya a Santiago en los nueve primeros meses del presente Año Santo son una prueba irrefutable: se han superado todas las previsiones y cálculos de los responsables de la acogida al peregrino en la Catedral de Santiago.
¿Qué se puede decir de los peregrinos actuales? Aunque no es fácil separar el aspecto espiritual del cultural o turístico, los testimonios que dejan escritos en el registro de peregrinos de la Catedral de Santiago manifiestan el deseo de regeneración espiritual y de renovación de la vida cristiana.
Instrumento de reevangelización
Hay suficientes testimonios como para poder afirmar que el Camino de Santiago es, además de un itinerario cultural, un instrumento de encuentro con uno mismo y de encuentro con Dios. Incluso para sostener que puede ser -ya lo está siendo- un valioso instrumento de reevangelización, y así lo ve la diócesis de Santiago de Compostela.
¿Por qué el Camino atrae a tanta gente, sobre todo jóvenes? Porque ofrece unas buenas dosis de aventura, paisajes y conocimiento de gentes, tan valoradas por los jóvenes; porque ofrece también vida dura, solidaridad, muchos y largos ratos para pensar. Si a esto se añade una pequeña dosis de espíritu de asombro o de búsqueda, se han puesto las condiciones para que el peregrino quede tocado.
Los siguientes testimonios podrían servir de muestra para confirmar, unos, la diversidad de las motivaciones, otros, la realidad del cambio experimentado en el Camino.
«Yo he venido en peregrinación de penitencia desde Saint Jean Pied de Port, ofreciéndolo por una amiga que se ha suicidado», escribe una peregrina francesa.
«Nosotros somos los padres de Isidro, que tenía el proyecto de peregrinar a pie desde Roncesvalles a Santiago, pero no pudo hacerlo porque una enfermedad le llevó a la muerte… Venimos en su nombre a pie».
Conversiones en Santiago
«Me llamo Roseli -decía una peregrina brasileña de 29 años-, hice el Camino a pie desde Pamplona; no estoy bautizada y deseo bautizarme en Santiago. El Camino me reforzó en el deseo de bautizarme: mi vida ha cambiado tras realizar la peregrinación».
Algo similar ocurrió a Joel, norteamericano de Houston que, a los treinta años, estaba preparándose para entrar en la Iglesia católica. Se enteró por un artículo en un periódico de la existencia de la peregrinación y quiso bautizarse en Santiago, en la pequeña capilla de la Corticela, antigua parroquia de los peregrinos, después de hacer a pie los 800 Km que separan los Pirineos de Santiago. Joel recibió el nombre de Santiago.
«Vengo a pie desde Burgos -decía un peregrino vasco- para pedir perdón de mis pecados y ganar el Jubileo». «La ruta jacobea es propicia para el espíritu y adaptada al afán de conocimiento personal y de unión con Dios», dice Vicente, valenciano.
Hay peregrinos que son un poco más explícitos; sus relatos saben a descubrimiento, como el de Laurie, una peregrina inglesa que se convirtió al catolicismo después de hacer la peregrinación a Compostela a pie desde Chartres: «Para mí, como para cualquier otro peregrino de otras épocas, la peregrinación ha sido un encuentro, en primer lugar, con la humildad».
«A la vez -continúa su testimonio-, era un descubrimiento conocer una tierra paso a paso, monte a monte, aprendiendo geografía por los pies, del mismo modo que un ciego aprende las características físicas de un objeto al pasar los dedos sobre la superficie. Del sacrificio que algunas veces tuve que hacer, nació el conocimiento de las propias limitaciones físicas y psicológicas. Y una vez que la velocidad se redujo a la del paso humano, la tentación de vivir en el pasado o en el futuro disminuyó notablemente; un día, cuando ya había caminado 27 Km bajo la lluvia, llegó el momento en que me di cuenta de que realmente no había otro tiempo: sólo el momento presente, el tiempo, el Camino y yo».
Tiempo para meditar
«No hace falta ser católico para hacer el Camino -afirma Colin, inglés, que reconoce que el Camino le ha acercado más a la religión-. El silencio del Camino te permite reflexionar sobre muchas cosas para las que no siempre hay tiempo hoy día».
Lo que movió a Reynold, de Estados Unidos, fue el interés histórico y espiritual: «Mi peregrinación ha sido una mezcla de religión y cultura por lo que supone de reflexión y de compartir con otros muchas experiencias comunes. Pero también me ha permitido conocer pueblos pequeños que jamás encontraré en Estados Unidos, gente sencilla que te ofrece lo poco que tiene».
Mary, también norteamericana, afirma que la peregrinación ha sido para ella como «viajar en un mar de tranquilidad; subes montes y debajo quedan las nubes: es como si te adentraras en el cielo».
Peregrinar en silla de ruedas
Más dura es la peregrinación de no pocos inválidos que, solos o en compañía, vienen a Santiago empujando durante cientos de kilómetros sus sillas de ruedas. Es el caso de tres valencianos a los que una afección de poliomielitis les cambió la vida: hicieron el Camino sin más ayuda que la de sus propios brazos. «El Camino es una acumulación de experiencias. Aquí nadie deja colgado a nadie y la comunicación entre peregrinos es permanente».
Una baronesa alemana llegó a Santiago con un grupo de nueve minusválidos de su país: «No puedo hablar. Nunca pensé -decía- que la acogida en España fuese tan espléndida. A lo largo de los 800 Km de la ruta, los nueve han disfrutado como nunca en su vida. No dejan de reír, les acogen, les animan… Es un gran país y un gran pueblo». Aunque este grupo no vino a pie, sí que procuró estar en contacto con los caminantes que peregrinaban a Santiago: «Los enfermos -subraya la baronesa- se fascinan con los testimonios de los caminantes».
Vivir lo que se ha visto en el Camino
Así son las experiencias de la peregrinación. Muchos de los que hacen el Camino llegan a entender con claridad que el Camino es una metáfora de la vida misma.
«La peregrinación -señala Laurie- es un cambio muy profundo de actividad. Acabar la peregrinación no consiste en trazar una línea y volver a la vida real. Acabada la peregrinación, algunos elementos de la ‘vida real’ ya no me parecen tan necesarios, después de vivir sin ellos durante unas semanas».
Efectivamente, la coronación coherente de una peregrinación es dejar de pensar en ésta como en una metáfora de la vida normal y hacer de esa vida normal un testimonio de la peregrinación, incorporando a ella los valores y las maneras de ser que, después de vivirlas en el Camino, se han visto tan importantes. Así, la peregrinación no desaparece al final del Camino, con el abrazo al Apóstol, sino que desborda sus confines transformando la vida de cada día.
Como ocurrió en la vida de Jacques, parisino, un businessman jubilado. Empezó el Camino sin saber por qué y se convirtió en Santo Domingo de la Calzada, donde se conserva el recuerdo del milagro de la gallina que cantó después de asada. Visitó la Catedral, oyó música religiosa y le sorprendió el sagrario. Pensó que tenía algo pendiente con Dios. Se arrodilló y rezó, cosas que no hacía desde 1941.
Un milagro permanente
Si a los peregrinos de a pie sumamos los que han llegado por cualquier otro medio de transporte, posiblemente sean más de tres millones de personas las que han entrado en la catedral este año.
El Códice Calixtino describía el maremágnum de la catedral en la Edad Media: «Unos tocan cítaras, otros liras, otros flautas, caramillos, trompetas, arpas, violines, ruedas británicas o galas; otros cantando acompañados por diversos instrumentos, pasan la noche en vela; otros lloran sus pecados, otros leen salmos… allí puede oírse diversidad de lenguas, conversaciones y cantinelas en teutón, inglés, griego, y en los idiomas de otras tribus y gentes de todos los climas del mundo. No existen palabras ni lenguaje en los que no resuenen sus voces».
Las palabras que Mons. Rouco Varela, arzobispo de Santiago, decía en la catedral el 25 de julio de este Año Santo eran un eco del Calixtino: «Las Misas del Peregrino llenas a rebosar… el fervor y la devoción de las colas interminables de penitentes ante los confesonarios; el buen trato mutuo y el gozo compartido de las personas y de los grupos; los relatos de experiencias del Camino, vividas en la meditación y la plegaria comunes, anudadas en la amistad y fraternidad sinceras, son signos elocuentes de que el Año Santo de 1993 está aconteciendo sobre todo en las almas».
Es imposible cuantificar las gracias de la peregrinación a Compostela. Sólo Dios conoce la intimidad de las conciencias, los proyectos de mejora, la disponibilidad a los requerimientos de la gracia, los compromisos de entrega a Dios, los matrimonios rehechos, las decisiones de más generosidad en la vida matrimonial, producidos en el Camino. Como dice Jaime García, canónigo responsable de la acogida a los peregrinos en la Catedral de Santiago: «El Códice Calixtino nos habla de los grandes milagros del Apóstol. Hoy no conocemos estos hechos extraordinarios, pero la realidad es el permanente milagro de la conversión cristiana a la que acceden tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo».
Rafael Arias VillaltaLibros sobre el Camino
La primera compilación, hecha a mediados del siglo XII, del acervo de manifestaciones generadas alrededor del culto a Santiago en Compostela es el Liber Sancti Jacobi (Codex Calixtinus). La traducción de Moralejo, Torres y Feo ha sido reeditada por la Xunta de Galicia.
Otro libro imprescindible es el de L. Vázquez de Parga, J.M. Lacarra y J. Uría, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela (Madrid, 1948), reeditado por la Diputación General de Navarra.
De la historia general de la peregrinación a Santiago de Compostela se ocupan también Barret y Gurgand, La aventura del Camino de Santiago (Ed. Xerais); Raymond Oursel, Caminantes y caminos (Ed. Encuentro); y, del mismo autor, Peregrinos, Hospitaleros y Templarios (Ed. Encuentro).
La más completa de las muchas guías prácticas del Camino a pie es la escrita por Elías Valiña Sampedro: Guía del peregrino a Santiagos107 (Ed. Everest).