Un dictamen emitido en Francia por el Comité Nacional de Ética se opone a la puesta en práctica de un programa de salud pública dirigido a detectar sistemáticamente en los embarazos la eventual existencia de la trisomía 21 (mongolismo). El Comité considera que «tal programa supondría medidas autoritarias contrarias a toda ética» y «sería considerado como un rechazo por parte de las familias que tienen un hijo trisómico».
Sólo el análisis de las células fetales -mediante amniocentesis o biopsia de las vellosidades coriales- permite actualmente diagnosticar esta enfermedad genética, al observar la presencia de tres cromosomas 21. Por tratarse de una enfermedad hoy incurable, los padres que rechazan a un hijo en estas condiciones suelen acogerse a la posibilidad legal de abortar.
El riesgo de tener un niño con síndrome de Down crece con la edad de la madre: a los 20-30 años es de 1 por cada 1.500 nacimientos; a los 38-39 años es de 1 por cada 150; y para las mujeres de más de 40 años es de 1 por cada 50. Por otra parte, la amniocentesis no carece tampoco de riesgos para el feto, ya que puede producir el aborto en 5 a 15 casos por cada mil.
En Francia el diagnóstico cromosómico prenatal se propone libremente hoy a las embarazadas a partir de los 38 años. Pero, como precisa el informe del Comité, «no se trata, ni en la teoría ni en la práctica, de un programa de erradicación de la trisomía», sino de favorecer la decisión de la mujer debidamente informada. Además, aunque tal programa se aplicara sistemáticamente a las madres mayores de 38 años, tampoco se detectarían la mayoría de los casos de trisomía 21, ya que las tres cuartas partes de estos niños nacen de madres más jóvenes.
El Ministerio de Sanidad había propuesto un programa sanitario basado en la utilización de pruebas biológicas sanguíneas. Varios estudios han mostrado que cuando los análisis de sangre revelan, alrededor de la decimosexta semana de embarazo, una elevación significativa de la tasa de la hormona HCG, hay más riesgo de que la madre tenga un niño con trisomía 21. Pero ni esto es una certeza de la existencia de tal enfermedad, ni en todas las mujeres que tienen un hijo con este síndrome se produce tal elevación de la tasa de esa hormona.
En estas condiciones, el Comité de Ética, cuya función es consultiva, ha estimado que no es recomendable una criba sistemática de la trisomía 21. «En efecto -explica-, la totalidad de las trisomías sólo podrían ser detectadas mediante la programación, ilusoria e inaceptable, de una amniocentesis en todos los embarazos: tal programa supondría medidas autoritarias contrarias a toda ética». El Comité estima que conviene dejar que sea el médico el que recomiende los análisis oportunos en función de la personalidad de la mujer a la que corresponde la decisión.