Desde el principio de la revuelta palestina, el 28 de septiembre, hasta el 30 de noviembre, 310 personas han muerto en los enfrentamientos, según el balance hecho por Unicef. El total se compone de una gran mayoría de palestinos (261), 35 israelíes judíos, 13 israelíes árabes y un médico alemán. Los heridos son 9.802, israelíes 426 de ellos. Este parte de bajas es más abultado que el de la primera Intifada, en 1987. A la vista de los datos, cada vez más voces -también israelíes- denuncian que el ejército y la policía israelíes emplean una violencia excesiva en la represión de los disturbios.
Una de esas voces es la de una ONG palestina, la Unión de Comités de Ayuda Médica, que a menudo ha denunciado abusos cometidos por la Autoridad Palestina. El 30 de octubre, esta ONG presentó un balance de víctimas palestinas del primer mes de Intifada, realizado con ayuda de la asociación israelí Médicos por los Derechos Humanos y su homónima estadounidense. El informe resaltaba que el 48% de los muertos habían recibido disparos en la cabeza o en el cuello y el 53,4%, en el pecho o en el abdomen. Al presentar los datos, el Dr. Mustafá Barguti, presidente de la ONG palestina, comentó: «El ejército israelí ha indicado que sus soldados actúan con mucho cuidado. Esto es muy exacto: como las cifras indican, apuntan con gran cuidado a la parte superior del cuerpo» (Le Monde, 2-XI-2000).
La opinión de que el ejército emplea demasiada violencia contra la Intifada se extiende entre los mismos israelíes, aunque no es mayoritaria. En los periódicos del país aparecen artículos que critican las tácticas en vigor y se quejan de que el Tsahal (ejército israelí) no hace nada para investigar los excesos de los soldados. El diario Ha’aretz afirmaba en una crónica del 12-XII-2000: «Destacados militares están cada vez más convencidos de que Israel ha usado a menudo demasiada fuerza contra los palestinos».
Los excesos de la represión indignan también a los árabes -musulmanes o cristianos- que son ciudadanos israelíes, según el sacerdote melquita Emile Shoufani, que rige una parroquia de Nazaret. En declaraciones a Le Monde (21-XI-2000), Shoufani dice que «la desproporción entre la cólera callejera -que no es rara en nuestros pueblos árabes- y la brutalidad de las fuerzas del orden ha sorprendido a toda la población». Y añade: «Ni siquiera en las peores horas de la [anterior] Intifada, ni en las huelgas generales y manifestaciones (…), el ejército o la policía habían disparado así contra árabes ciudadanos israelíes». Ahora, prosigue, por primera vez se oyen voces de estos árabes que dicen ser una minoría étnica perseguida; así, «el extremismo se extiende».
Parte del problema es que Israel no tiene apenas cuerpos especializados para controlar tumultos civiles. La mayor parte de las fuerzas que envía contra los revoltosos son unidades militares equipadas con armas de guerra. Recientemente, según Le Monde (9-XII-2000), Israel ha intentado adquirir material antidisturbios en el extranjero, sin conseguirlo. Tras estudiar los instrumentos diponibles en unos veinte países, optó por Francia. Pero el gobierno francés rehusó autorizar la exportación, para no perjudicar la imagen de Francia, según fuentes israelíes.
De todas formas, el elevado número de víctimas parece deberse también a los planes de acción vigentes en el Tsahal. Ha’aretz publicó el 20-XI-2000 una entrevista con un soldado israelí, tirador de elite, que había intervenido de modo regular en los enfrentamientos. En sus declaraciones, traducidas en Le Monde (24-XI-2000), el soldado explica cuáles son las órdenes de sus superiores. «Al que lanza una bomba incendiaria, hay que apuntar a las piernas; al que lleva un arma, a la cabeza». ¿Cómo se explica, entonces, que la mayor parte de muertos y heridos hayan recibido tiros en la parte superior del cuerpo?, pregunta la entrevistadora. Se explica, dice el soldado, por la distancia: a más de 100 metros, es difícil acertar en las piernas, y hay que apuntar al medio del cuerpo.
El soldado reconoce también la desproporción de fuerzas entre los bandos. «En general, los disparos de los palestinos son absolutamente patéticos, al aire la mayoría de las veces. Los milicianos de Al Fatah no tienen entrenamiento alguno. Cuando oímos por la radio que ha habido ‘intercambios de disparos’, nos entra la risa».
La periodista pregunta también por las muertes de niños (97 hasta el 30 de noviembre). «Son errores. Tenemos prohibido matar a niños». Ahora bien, eso significa que «no podemos disparar a un niño de 12 años o menos. Por encima de los 12 años está permitido. Eso es lo que nos dicen». Pero, según el Derecho internacional, puntualiza la periodista, la minoría de edad llega hasta los 18 años. «Ah, ¿sí? ¿Hasta los 18 años se es un niño? Para el Tsahal, es hasta los 12. No sé qué dirá el ejército a la prensa. (…) Nuestra definición de niño es distinta».