El divorcio causa heridas duraderas en los hijos

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Hace 25 años, la psicóloga estadounidense Judith Wallerstein inició una investigación sobre los efectos del divorcio en los niños. Empezó su estudio con 131 chicos cuyos padres habían iniciado el proceso de divorcio. De aquellas conversaciones resultaron dos libros, Surviving the Breakup: How Children and Parents Cope with Divorce y Second Chances: Men, Women and Children a Decade after Divorce (ver servicio 55/93). Ahora aparece el tercer libro sobre la misma base de investigación, pero teniendo como sujetos a aquellos hijos, hoy adultos, de divorciados.

The Unexpected Legacy of Divorce: A 25 Year Landmark Study analiza el modo en que los adultos de 30-40 años acusan el divorcio de sus padres, algo que sucedió hace mucho tiempo. Para ello, Wallerstein ha estudiado, junto al grupo original de hijos de divorciados, otro grupo de adultos que no pasaron por la misma experiencia.

Según la autora, «la pura verdad es que hemos creado una nueva clase de sociedad», una sociedad que ofrece a muchos adultos más libertad y oportunidades pero daña a otros adultos y, por seguro, a los niños.

Varios mitos sobre el divorcio caen en este estudio. El primero es el de la afirmación de que si los padres están felices, los hijos también lo estarán, algo que ha llevado a idear el divorcio como una solución para parejas infelices… y a argumentar que los niños también se beneficiarán de él, que sufrirán solo temporalmente en el momento de la ruptura. Wallerstein demuestra que esto es una falacia y que a los efectos en la adolescencia y juventud se unen otros a más largo plazo, que hasta hace poco se despreciaban.

La primera y evidente consecuencia, según Wallerstein, es la falta de referencia que estos adultos tienen del temple interno necesario para trabajar por una relación estable. Sin esa guía, están desorientados y han tenido que educarse emocionalmente sin el ejemplo de las dos personas que más les podían enseñar. Esto provoca a menudo una amplia gama de actitudes: temor a mantener cualquier discusión menor e interpretarla como riesgo de ruptura; ansiedad por encontrar una pareja, lo que puede conducir a muy malas elecciones; incluso la reacción desmesurada, la ruptura ante dificultades temporales de la vida conyugal.

Según la reseña publicada por Newsweek (4-IX-2000), aunque el estudio de Wallerstein no tiene una base estadística suficiente -algo que se le ha reprochado a la autora-, su análisis es de gran interés por la calidad del testimonio de los entrevistados. Es cierto que muchos hijos de divorciados salen adelante y su carácter llega a forjarse como supervivientes que son, pero el divorcio no es un suceso menor en la vida de un niño, ni siquiera cuando llega a la edad adulta, y este es el mensaje de la autora.

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