Un tribunal ruandés ha absuelto a Mons. Augustin Misago, obispo de Gikongoro, de los cargos de complicidad en el genocidio de los tutsis en 1994. El obispo, de 57 años, fue encarcelado en abril de 1999 bajo acusaciones de no haber defendido a refugiados que se pusieron bajo su protección y de haber participado en los planes de genocidio. La Santa Sede defendió en todo momento a Mons. Misago.
Desde el principio del largo juicio se vio que la acusación se basaba en débiles pruebas. Después de cinco años de las masacres de los tutsis, no se había hecho ningún cargo contra Mons. Misago; las primeras acusaciones se produjeron dos días antes de su detención. La acusación no contaba con ningún testimonio de primera mano; solo se basada en rumores y testimonios de terceros, entre los que se incluían artículos de periódicos. El arresto de Mons. Misago, de etnia hutu, había sido precedido de una campaña de la prensa oficial contra la presencia de la Iglesia en la zona de los Grandes Lagos.
La defensa del obispo rebatió punto por punto los hechos concretos que se le imputaban. Pudo demostrar que cuando empezaron las matanzas en su diócesis, él estaba ausente, por lo que no hubiera podido participar en «las reuniones de planificación del genocidio». Respecto a la acusación de haber tolerado asesinatos de personas que se refugiaron en iglesias y colegios católicos, en el juicio quedó claro que cuando se produjeron los hechos, Mons. Misago se encontraba precisamente gestionando ante las autoridades locales medidas de protección para los refugiados.
Ninguno de los 24 testigos de la acusación pudo establecer una relación entre el prelado y un acto de violencia. El obispo fue acusado de la muerte de 10 jóvenes que él mismo llevó al hospital de Kigeme, pero durante el juicio apareció uno de los supuestos muertos y declaró que debía la vida al obispo, quien intercedió por los jóvenes masacrados por la milicia.
Tras la sentencia, Mons. Misago ha quedado en libertad y ha anunciado su deseo de ir a Roma para agradecer personalmente a la Santa Sede su cercanía durante su encarcelamiento.
El juicio contra Mons. Misago ha ido acompañado de la publicación de una serie de artículos en la prensa gubernamental contra la Iglesia católica. L’Osservatore Romano respondió acusando al gobierno de orquestar una «campaña de calumnias».