São Paulo. En un clima de optimismo, aunque no faltaron protestas, Brasil ha celebrado el V centenario de su descubrimiento por el navegante portugués Pedro Álvares Cabral (22 de abril de 1500). Cinco siglos después, el presidente Fernando Henrique Cardoso, acompañado de su homólogo portugués, Jorge Sampaio, hicieron memoria del acontecimiento. Juntos plantaron un «pau-brasil», árbol utilizado para tinturas que dio el nombre actual al país, asistieron a danzas típicas y a la firma de un Tratado de Cooperación, Amistad y Consulta entre ambos países.
Fernando Henrique destacó que Brasil es un país unido, que no se desagregó después de la independencia, que mantiene una lengua única y donde no hay odios religiosos, raciales o étnicos. Hubo notas discordantes de la fiesta oficial. Indios pataxós, procedentes de Cabralia, trataron de organizar una manifestación en Porto Seguro, y fueron disueltos por la policía. Integrantes del Grupo Movimiento Negro, del Movimiento Sin Tierra (MST) y otras organizaciones también participaron en la protesta. Fernando Henrique comentó que las quejas son legítimas: «Hoy en Brasil tenemos consciencia de las llagas sociales que forman parte de la herencia de estos 500 años». Pero al mismo tiempo no ha dejado de llamar la atención sobre las conquistas sociales de los últimos años.
La estabilización económica promovida por el Plan Real, desde 1994, ha contribuido a que 13 millones de brasileños superen el umbral de pobreza. Apenas queda un 5,3% de niños de 7 a 14 años que no van a la escuela. La escolarización en enseñanza media (15 a 17 años) ha aumentado un 28,1% de 1992 a 1998. Se ha reducido la mortalidad infantil y el trabajo de niños y adolescentes. Con relación a las reivindicaciones del Movimiento Sin Tierra, el presidente comentó: «En cinco años hemos expropiado más de 13 millones de hectáreas, algo así como tres Bélgicas juntas. Es el mayor programa de reforma agraria del mundo».
También se han conmemorado los cinco siglos de cristianismo en Brasil, con una misa presidida por el enviado especial del Papa, el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, y concelebrada por 300 obispos. En la homilía, el Card. Sodano destacó con acierto -y en un acto de justicia histórica- el papel positivo de la Iglesia en la formación del país: «¿Quién ayudó en mayor medida a civilizar las poblaciones indígenas que los misioneros? (…) ¿Quién hizo más por la instrucción del pueblo que la Iglesia? ¿Quién se empeñó con mayor esfuerzo por la familia, la paz y la concordia de los ciudadanos?».
Mons. Jayme Chemello, presidente de la Conferencia Nacional de los Obispos del Brasil (CNBB), pidió perdón a los indios «cuyos derechos no siempre fueron respetados» y a los «hermanos y hermanas negros, por no siempre haber respetado su dignidad».
La celebración también fue objeto de manipulación programada y teledirigida, como quedó patente, por ejemplo, en la intervención de un joven indio pataxó durante la misa. Después de comentar los sufrimientos de los indios, añadió en tono agresivo: «Esta tierra en que pisan nos pertenece».
En Brasil viven aproximadamente 350.000 indios, según el último censo: el 0,2% de la población total. Disponen de casi el 11% del territorio nacional, aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados.
El 26 de abril, coincidiendo con las fiestas del quinto centenario de Brasil, el ministro de Justicia, José Gregori, presentó a la Cámara de los Diputados el proyecto del nuevo «Estatuto del Indio». En virtud del nuevo estatuto, el indio pasa a ser considerado con derecho a administrar sus bienes y a recibir royalties por las explotaciones mineras e hidroeléctricas instaladas en sus tierras. Las tierras de las reservas son de la Unión, y los indios las reciben en usufructo, a fin de evitar que las vendan. El texto del nuevo estatuto fue ampliamente discutido con líderes indígenas por el último presidente de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI).
¿Qué ha supuesto el descubrimiento para Brasil?, se han preguntado muchos con ocasión de las celebraciones del quinto centenario. Con una perspectiva histórica amplia, el jurista y filósofo Miguel Reale señala que el descubrimiento «fue, ante todo, una apertura a la civilización, al patrimonio universal de la cultura, desde los valores religiosos a los científicos, de los económicos a los artísticos». Y concluye: «La cultura indígena es digna de todo respeto, pero sería absurdo erigirla en horizonte de nuestra historia, olvidando las poderosas contribuciones de gente de todas las procedencias, de África, de Europa y de Asia».
En general, los brasileños están satisfechos con el país en que viven y son optimistas ante el futuro. Una encuesta divulgada el 23 de abril por el periódico Folha de São Paulo revela que el 64% de los entrevistados considera que Brasil es un país bueno o muy bueno para vivir. Los sueños de los brasileños para su país son: la reducción del desempleo (11%), políticos honestos (8%) y el fin de la violencia (8%). Empatados con 6% les siguen: acabar con la pobreza, que el país sea una superpotencia y mejoras en la educación.
El quinto centenario ha suscitado la cuestión de la democracia racial en el Brasil, tesis defendida por Gilberto Freyre, uno de los más importantes sociólogos brasileños, fallecido en 1987. Hoy se puede decir que el multiculturalismo armónico es una realidad en el país, aunque algunos intelectuales, con base en prejuicios ideológicos, se empeñen en negarlo. Es un hecho que llama la atención del visitante extranjero y ampliamente reconocido por el pueblo brasileño. En la encuesta citada, a la pregunta «¿Cree usted que el Brasil es un ejemplo de mezcla de culturas digno de ser seguido en otros países?», el 76% de los entrevistados respondió afirmativamente.
José María Rodríguez Ramos