Una demanda creciente en Europa
La mayoría de las familias no ven hoy antagonismo entre la enseñanza pública y la privada, sino complementariedad, y hacen su elección con mentalidad de clientes. En diversos países europeos, las escuelas de inspiración cristiana deben responder a una creciente demanda que a menudo traduce una desconfianza ante la enseñanza pública. Y donde la financiación pública no discrimina a las escuelas privadas, éstas pueden acoger a alumnos de todo origen social.
En Francia, la enseñanza privada atrae cada vez a más familias. Aunque sus efectivos se mantienen estables (en torno al 20% del alumnado), una de cada dos familias le confía alguno de sus hijos a lo largo de su escolaridad. Además, las escuelas católicas, que representan el 98% del sector privado concertado, acogen alumnos de las categorías sociales más diversas.
Este nuevo paisaje escolar confirma la superación del tópico de que la «escuela de los curas» es un coto de los privilegiados. El antagonismo histórico está siendo sustituido por la mentalidad del cliente, que busca en un sitio lo que echa en falta en otro.
Las demandas de las familias son noticia con motivo del comienzo del plazo para las inscripciones en los colegios privados cara al próximo curso. La proporción de alumnos matriculados en la enseñanza privada se mantiene estable: en la primaria son el 15% de los alumnos y en la secundaria el 19,5%. En total, unos dos millones de estudiantes. Pero la proporción de familias que recurren a la privada es bastante mayor de lo que podría pensarse por esas cifras.
Qué buscan los padres
En un libro sobre la elección de escuela por parte de las familias (Le choix des familles), los sociólogos Alain Léger y Gabriel Langouët ofrecen un dato significativo, que recoge Le Monde (23-II-2000): casi una de cada dos familias matriculan a alguno de sus hijos en un centro privado en un momento u otro de su escolaridad.
Esto indica que las familias practican el zapping público-privado, según sus necesidades. El recurso a la escuela privada puede ser a veces un modo de huir de un colegio público con problemas de violencia o de calidad de enseñanza; otras veces se busca una atención más personalizada para un alumno repetidor. Y también hay quien hace el trayecto inverso, si tiene la posibilidad de acceder a un centro público prestigioso.
¿Qué buscan los padres en los centros privados? Según las encuestas, las familias valoran especialmente un clima más sereno para el estudio, la mayor disciplina, el seguimiento más personalizado del alumno. La orientación religiosa es también determinante para el 10% de las familias, entre ellas no pocas familias musulmanas, que piensan que en un centro católico sus hijos oirán al menos hablar de Dios. Y también se valora que en la privada los profesores se ausenten menos que los de la pública y, cuando hace falta, funcionen mejor las sustituciones. En suma, es el ambiente y la organización escolar lo que atrae a los padres, por encima de otros factores como las instalaciones o la selección del alumnado.
Alumnos de distintas procedencias sociales
Otro rasgo cada vez más característico de la enseñanza privada es su apertura a familias de todas las categorías sociales. Así, junto a los hijos de profesionales y cuadros superiores, hay un creciente número de hijos de empleados, de obreros y de otras familias de origen popular. Son estos los que tienen que hacer más esfuerzos para obtener la educación que buscan. Las familias más acomodadas viven en barrios donde los centros públicos son de mejor nivel o saben qué palancas hay que mover para conseguir que su hijo pueda matricularse en un centro público prestigioso. En cambio, para una familia modesta el recurso a la escuela privada puede ser el único medio de evitar un centro público deficiente que le correspondería según su domicilio.
Las familias modestas son también las que pueden sacar más partido de la enseñanza privada, según pusieron de relieve los citados sociólogos Langouët y Léger hace ya algunos años (Public ou privé. Trayectoires et réussites escolaires, 1991). Esto es lo que se desprende al comparar la escolaridad de los alumnos que han hecho todos sus estudios en la privada y los que solo han frecuentado la estatal. Los hijos de obreros y empleados que han hecho todos sus estudios en la privada tienen mucha más probabilidad de llegar a los 13 años sin repetir curso y, luego, de superar el bachillerato, que los de la estatal. Este beneficio no se aprecia en el caso de los hijos de clases altas, que obtienen resultados similares en la privada y en la pública, ni en el de los hijos de agricultores, que tienen más éxito en la estatal. La enseñanza privada juega así un papel positivo en la igualdad de oportunidades en la educación.
Esta demanda de familias de todo tipo ha coincidido con la actitud de apertura de las escuelas católicas. Estos colegios, instalados también en sitios difíciles (las llamadas «zonas de educación prioritaria»), acogen a un buen número de hijos de inmigrantes y a alumnos con problemas. Y con su mayor disciplina y un seguimiento más estrecho logran en muchos casos que sus resultados escolares mejoren.
Financiación pública y privada
El papel positivo de la enseñanza privada en la igualdad de oportunidades es reconocido hoy día por sectores tradicionalmente proclives a defender la misión de la enseñanza pública. En este sentido, Le Monde (24-II-2000) afirma en un editorial: «La paradoja es que ‘la escuela de los curas’, que durante mucho tiempo ha sido el instrumento de una burguesía que se preocupaba de conservar el control de la formación de sus herederos, se ha convertido hoy también en un refugio para los más pobres».
El diario parisino ve una convergencia entre la enseñanza pública y la privada. La pública trata de inspirarse en lo que son los puntos fuertes de la privada (autonomía del centro, equipo pedagógico cohesionado en torno a un proyecto, colaboración con las familias…), mientras que la privada acoge a alumnos de todos los orígenes y hace formar a sus profesores junto a los de la pública. Para Le Monde, ahora es la enseñanza pública la que necesita cambiar para cumplir su misión: «Esta concurrencia reforzada de su viejo adversario puede, y debe, obligar a la enseñanza pública a reformarse (…) Ofrecer a cada niño la igualdad de oportunidades, cualesquiera que sean sus capacidades intelectuales, su medio social, su religión, es la justificación de su existencia».
Esta apertura de la enseñanza privada a todos los estratos sociales viene facilitada por su financiación pública, reconocida por ley desde 1959 bajo dos fórmulas. Los centros privados pueden firmar un «contrato de asociación» con el Estado, por el cual este se hace cargo de los sueldos de los profesores y concede una ayuda proporcional al número de alumnos que cubre buena parte de los costes de funcionamiento. A cambio, el Estado tiene un mayor control en programas, horarios y métodos. Los centros que se acogen a un «contrato simple» gozan de más autonomía, pero el Estado solo paga el sueldo del profesorado.
Ciertamente, no se ha logrado todavía una verdadera paridad entre la financiación de la enseñanza pública y la privada. Esto da lugar periódicamente a reivindicaciones del sector privado y a negociaciones difíciles. Pero desde 1994 no ha habido episodios graves de «guerra escolar».
Como la financión pública no cubre todo el coste de la enseñanza, las familias que acuden a la privada tienen que seguir poniendo dinero de su bolsillo. Pero cada vez más familias hacen ese esfuerzo cuando creen que sus hijos lo necesitan… si es que encuentran plaza. El problema es que en determinadas zonas, como París, los centros privados no pueden responder a la demanda, porque las creaciones de nuevas clases son muy costosas.
Reino Unido: prestigio de las escuelas cristianas
También en las escuelas cristianas del Reino Unido hay lista de espera. Este prestigio ha llevado a plantearse si conviene encargar a las Iglesias la gestión de centros públicos fallidos.
Según una política de transparencia iniciada en 1991, los padres británicos pueden saber en qué colegios se obtienen mejores resultados. Cada año se publica la clasificación de los colegios según las notas obtenidas por sus alumnos en las pruebas del Certificado General de Enseñanza Secundaria, al terminar la enseñanza obligatoria a los 16 años. Y, tras mirar estos datos, se explica que las escuelas cristianas tengan más peticiones que plazas disponibles.
La Iglesia de Inglaterra, anglicana, gestiona una de cada cuatro escuelas de primaria (4.550) y uno de cada 20 centros de secundaria (198). En total, escolariza a un millón de alumnos. Por su parte, la Iglesia católica cuenta con 1.760 colegios de primaria y 363 de secundaria. Son escuelas privadas, pero mantenidas en un 85% por fondos públicos. Sometidas a una demanda sin precedentes, las escuelas cristianas explican las razones de su éxito por los principios que inspiran su enseñanza y su ambiente educativo.
Ahora la Iglesia anglicana quiere incrementar su presencia en la enseñanza secundaria. Y para diseñar una estrategia, el Consejo Arzobispal acaba de encargar un informe a lord Ron Dearing, autor de un informe anterior sobre el futuro de la educación nacional (The Times, 12-I-2000). Dearing analizará las razones del éxito de estas escuelas y el modo de conseguir que más jóvenes cristianos quieran ser profesores. Una posibilidad, que el gobierno no descarta, es ceder a la Iglesia de Inglaterra la gestión de colegios que han sido declarados fallidos por las autoridades educativas a causa de sus malos resultados. Lo importante es responder a la demanda de las familias.
Italia: se rompe el tabú
En Italia la equiparación de la enseñanza privada con la pública es una asignatura pendiente desde la postguerra. Y ahora se ha dado un tímido primer paso al aprobar el Parlamento una ley que reconoce algunas ayudas a la enseñanza privada. La ley ha tenido un trámite parlamentario accidentado, desde que el gobierno D’Alema, de centro izquierda, envió el proyecto al Parlamento en julio de 1997.
El debate público hizo que por primera vez la libertad de enseñanza se considerara como una cuestión de libertad para toda la sociedad, y no solo como una reivindicación de las escuelas católicas (cfr. servicio 166/99). Personalidades de la cultura y de la llamada «área laica» apoyaron esta libertad como un aspecto necesario para la modernización del país. Por su parte, sindicatos de la enseñanza pública movilizaron a sus alumnos en la calle contra la ley, dando por supuesto que toda ayuda a la enseñanza privada es algo que se quita a la pública.
La ley aprobada es más significativa por romper el tabú de la financiación pública de la escuela privada que por el volumen de la ayuda. Entre los aspectos positivos es importante que a las escuelas privadas equiparadas se les dé el tratamiento fiscal previsto para los organismos sin fin de lucro. También se les reconoce el derecho a elegir su profesorado entre los que tengan la titulación necesaria. Una limitación sustancial es que las ayudas económicas se circunscriben a las escuelas infantiles y primarias, excluyendo las escuelas medias y superiores, donde las cosas siguen sustancialmente como antes.
También se concederán becas a los hijos de familias con rentas medio-bajas. Pero son ayudas muy insuficientes: 500.000 liras (250 dólares), cuando para poder asistir a una escuela privada hace falta como ocho veces más.
La oposición de centro derecha habla de una «ley estafa», que «no permite a las familias una verdadera elección libre en el campo educativo». Los representantes de las escuelas católicas consideran que la ley es «incompleta y ambigua» y que solo representa una primera etapa.
Bastante más hará falta para invertir la evolución negativa de la escuela no estatal. En el último decenio, el número de alumnos se ha reducido un 30% hasta los 278.000 de la actualidad, y de 3.000 escuelas (desde la infantil a las superiores) quedan 2.600. Sin duda, en esto influye también la baja natalidad, pero el coste de la enseñanza hace aún más difícil remontar la situación.
Ignacio AréchagaLas empresas alemanas aportarán recursos para las escuelas
Colonia. La Conferencia de Ministros de Cultura, asamblea que reúne a los titulares de Cultura y Educación de los dieciséis Länder alemanes, ha anunciado recientemente la creación de una fundación Empresa-Estado que contribuirá a la financiación del sistema escolar. La fundación no sustituirá al Estado en la gestión económica de los colegios, sino que procurará conseguir medios adicionales para los centros escolares, tales como material didáctico, equipos informáticos y otros accesorios.
En los planes de los ministros se incluye la creación de una fundación a nivel federal y de otras en cada uno de los dieciséis Länder. Así, los responsables de Educación pretenden que exista un mayor diálogo entre Empresa y Escuela, lo que, en su opinión, podría mejorar la calidad de enseñanza, amenazada por la precaria situación de las arcas estatales.
Representantes de la banca han decidido apoyar la iniciativa, que también ha sido acogida con agrado por las principales agrupaciones sindicales del sector. Ya en las últimas semanas, varias empresas aprobaron la concesión de importantes ayudas económicas a las escuelas, como por ejemplo Deutsche Telekom, que en el futuro ofrecerá conexiones gratuitas a Internet a todos los colegios.
Recortes en las subvenciones
En tiempos de cajas vacías, es Educación una de las carteras a las que primero alcanzan los recortes presupuestarios. Esto tiene en Alemania especiales repercusiones en las escuelas concertadas -la mayoría de las escuelas privadas-, que se ven obligadas a realizar grandes esfuerzos económicos ante la constante amenaza de posibles disminuciones en las subvenciones.
La Ley Fundamental alemana garantiza en su artículo 7 el derecho a fundar escuelas privadas, siempre y cuando estas se adecúen a las pautas educativas fijadas por el Estado. El sistema de financiación de las escuelas concertadas varía según los Länder, responsables directos del control de los colegios. Por lo general, el gobierno del Land correspondiente subvenciona una proporción elevada de los gastos ordinarios, que en Renania del Norte-Westfalia asciende al 94% de los gastos totales y que en los demás Länder es entre un 10 y un 20% menor. La cantidad restante ha de ser financiada por el titular de la escuela, que también debe costear la compra del solar y la construcción del edificio.
Una particularidad del sistema alemán es que los colegios concertados no pueden exigir a los padres dinero en concepto de escolaridad, por lo que el porcentaje de gastos no cubiertos por las subvenciones estatales tiene que ser financiado por otros medios. Por ejemplo, en el caso de las escuelas de la Iglesia, esa cantidad se cubre a través de los impuestos eclesiásticos.
Con pocas excepciones, las únicas escuelas privadas que cobran a sus alumnos son las llamadas «escuelas libres Waldorf», institución educativa que se rige por la doctrina de la Antroposofía, fundada por el filósofo austriaco Rudolf Steiner a principios del siglo pasado. Los colegios Waldorf alemanes, que rondan el centenar, cuentan con unos 70.000 alumnos, pero tan solo reciben una subvención del 50%. Esto se debe a la singularidad de su concepto educativo, que no comprende ni horarios, ni exámenes ni calificaciones académicas.
En Alemania, las escuelas privadas constituyen un 5% del total. El grupo más importante de escuelas corresponde a la Iglesia católica, seguida de la Iglesia luterana y de la institución Waldorf. El resto de colegios privados son muy escasos, ya que, debido a la legislación del país, son pocas las instituciones que pueden costear los elevados gastos de gestión de los centros.
Pese a que las escuelas privadas alemanas se ven amenazadas curso tras curso por recortes en las subvenciones, su popularidad no deja de crecer debido a la pérdida de calidad que la educación estatal ha experimentado en los últimos decenios. Según un informe de 1997, ese año, el 19% de los padres alemanes habrían querido matricular a sus hijos en una escuela privada. Sin embargo, una quinta parte de las solicitudes tuvieron que ser rechazadas por falta de plazas.
Vicente Poveda