Por una mediación internacional entre palestinos e Israel

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La escalada de violencia en Palestina, en la que los extremistas palestinos y el gobierno de Sharon rivalizan en atentados y represalias para aterrorizar al contrario, deja claro que ambos bandos no llegarán por sí solos a un acuerdo. Por eso se elevan cada vez más voces que piden una mediación internacional.

Shlomo Ben Ami, ex ministro israelí de Asuntos Exteriores en el gobierno de Ehud Barak, defiende en un artículo (El País, 13-XII-2001) que el relanzamiento del proceso de paz exige una intervención internacional.

«La pérdida de confianza mutua entre las partes y su absoluta incapacidad para dar el menor paso de aproximación -y mucho menos para respetar sus compromisos-, sin la intervención de terceros países, hace que la creación de un contexto internacional para la paz sea la última y única manera de salir de este peligroso punto muerto».

Ben Ami piensa que esa solución internacional debería buscarse dentro de un marco basado en los siguientes parámetros: «tierra a cambio de paz; intercambio de territorios para dar cabida a bloques compactos de asentamientos y a las necesidades palestinas; una solución práctica al problema de los refugiados que no signifique el derecho de retorno; dos capitales en Jerusalén; y el final del conflicto».

Esta solución exigiría construir una alianza internacional para la paz en Oriente Próximo en la que entrarían Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y los principales países árabes. «Una conferencia internacional podría supervisar las negociaciones para alcanzar un acuerdo definitivo». También sería preciso «establecer una fuerza multinacional de paz y mecanismos estrictos de aplicación y supervisión».

La intervención de terceros países para juzgar los esfuerzos de ambas partes en la búsqueda de la paz es una idea defendida también por Nabil Chaath, ministro palestino de cooperación internacional, en unas declaraciones a Le Monde (15-XII-2001). Frente a las críticas de que la Autoridad Palestina no se ha empeñado en la lucha contra los extremistas, responde: «¿Pero cómo puede trabajar la policía bajo los bombardeos y el bloqueo de las carreteras?». Chaath se queja de que Israel haya destruido el laboratorio de la policía palestina, esa misma policía a la que se exige que luche a fondo contra los extremistas.

Chaath asegura que Arafat sigue apostando por el proceso de paz y por una solución política, pero que «Israel le pide hacer mucho sin reciprocidad». «Cuando el ejército israelí mata civiles no se trata más que de ‘daños colaterales’, y sólo los israelíes son víctimas del terrorismo. Si se habla de cese el fuego debe aplicarse a todo el mundo, tanto a los palestinos como a los israelíes, tanto a los ocupados como a los ocupantes. Si se habla de lucha contra el terrorismo, es preciso que sobre el terreno esté presente una tercera parte que pueda juzgar los esfuerzos hechos. Sharon no puede ser, al mismo tiempo, juez, parte y verdugo». Chaath describe la acción del ejército israelí en los territorios palestinos como «una guerra llevada a cabo con tanques, helicópteros y aviones de combate, que tiene como objetivo aterrorizar y doblegar a los palestinos».

Chaath denuncia la política destructiva del gobierno de Sharon, cuyo ejército se ha dedicado a bombardear las infraestructuras que había construido la Autoridad Palestina: el puerto, el aeropuerto, los edificios de la radio y de la televisión, es decir, «todo lo que implicaba una idea de independencia».

Polémica entre judíos

La estrategia israelí de combatir el terrorismo sólo con mayor represión no dará más seguridad a los ciudadanos israelíes, sino todo lo contrario, opina Henry Siegman, investigador del Council on Foreing Relations (Nueva York), en un artículo publicado en International Herald Tribune (12-XII-2001). «Esto no significa condonar el terrorismo sino advertir el hecho obvio de que el gobierno de Sharon, al centrarse en una venganza violenta desligada de un proceso político que ofrezca una alternativa a la violencia, está sometiendo a sus ciudadanos a un riesgo mayor que antes. (…) Las políticas que refuerzan la desesperación de los palestinos suprimiendo su esperanza del fin de la ocupación, alimentarán inevitablemente una escalada de violencia».

Siegman plantea si el reconocimiento del Estado palestino no sería el mejor medio para luchar contra la violencia. «El argumento de que el terrorismo no desaparecerá incluso aunque los palestinos tengan su propio Estado, no es evidente ni razonable. Y aunque fuera así, Israel ha sido más capaz de contrarrestar la violencia de Estados enemigos vecinos que de una población sometida a ocupación».

La política del gobierno israelí está provocando también enfrentamientos entre las comunidades judías del extranjero. Una de las polémicas más encendidas está teniendo lugar en la comunidad de los 80.000 judíos de Sudáfrica, según informa el corresponsal del Washington Post (19-XII-2001). Durante el régimen del apartheid, los judíos estaban catalogados como blancos; muchos judíos bien situados se acomodaron a este régimen, pero otros muchos lo combatieron activamente en las filas del African National Congress de Nelson Mandela.

Ahora, dos judíos que se destacaron en la lucha contra el apartheid han publicado una declaración, que han suscrito 220 judíos, en la que comparan el trato que da Israel a los palestinos en los territorios ocupados y el que reservaba el régimen racista sudafricano a los no blancos. El documento, titulado «No en mi nombre», reconoce el derecho de Israel a existir, pero afirma que la ocupación israelí de los territorios palestinos es la causa de la escalada de la violencia y denuncia la política represiva del gobierno de Sharon.

Ronnie Kasrils, actual ministro de Aguas y Bosques, que fue comandante de la milicia armada del ANC, y Max Ozinsky son los autores de esta breve declaración en la que escriben: «Es difícil, sobre todo desde una perspectiva sudafricana, no trazar un paralelismo entre la opresión que experimentan los palestinos bajo Israel y la opresión sufrida en Sudáfrica bajo el régimen del apartheid».

Según explica el corresponsal del Post, muchos negros sudafricanos consideran que las condiciones de pobreza y hacinamiento en que viven los palestinos y el que se les presente como terroristas en Occidente equivale a lo que ellos sufrieron bajo el apartheid. También guardan un mal recuerdo del apoyo que Israel dio al gobierno sudafricano de la minoría blanca mientras que los países occidentales imponían sanciones.

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