La legalización de la eutanasia en Holanda está lejos de haber despertado una mayoritaria reacción favorable en el extranjero. Recogemos algunas posturas.
En Francia, Jean-François Mattéi, presidente del grupo Democracia Liberal en la Asamblea Nacional y ponente en leyes de bioética, estima -según informa Le Monde (13-IV-2001) -que la eutanasia constituye «una respuesta equivocada a cuestiones reales, a menudo angustiosas, en el momento en que la vida bascula». Para el diputado, «es la insuficiencia de la atención actual [a los moribundos] lo que induce a la desesperanza y crea el caldo de cultivo de la eutanasia». En consecuencia, Mattéi, genetista, invita a «promover las respuestas más humanitarias que son tratar el dolor y asegurar el acompañamiento de los moribundos con los medios humanos y financieros adecuados».
En la misma línea, la Sociedad francesa de acompañamiento y de cuidados paliativos subraya en un comunicado que es «posible cuidar y tratar sin aplicar la eutanasia»; indica el «gran reto» que supone «la financiación y la aplicación de la ley sobre acceso a los cuidados paliativos votada unánimemente por las dos cámaras y publicada el 9 de junio de 1999». Esta asociación insiste en que se mantenga «la prohibición absoluta de poner fin intencionadamente a la vida de los enfermos incurables y de los moribundos» y propugna el tratamiento antidolor y los cuidados paliativos adecuados, «incluso cuando el tratamiento aplicado puede tener, como efecto secundario, la abreviación de la vida».
La reacción más fuerte contra la ley holandesa se ha dado en Alemania, donde el rechazo se ha manifestado en largos editoriales de los periódicos, declaraciones de ministros y críticas de médicos. Según International Herald Tribune (13-IV-2001) esta reacción «parece reflejar el permanente malestar ante la eutanasia en un país que ya la experimentó bajo Hitler».
Jörg-Dietrich Hoppe, presidente de la principal asociación de médicos alemanes, afirma: «Todos tienen derecho a morir con dignidad, pero nadie tiene derecho a que le maten. Los riesgos de abuso son demasiado grandes».
El Dr. Stephan Sahm, que trata a enfermos de cáncer en Wiesbaden, explica en Frankfurter Allgemeine Zeitung que los datos muestran que muchos casos de eutanasia en Holanda se producen «sin petición explícita del paciente». «El proceso -escribe- ha adquirido su propia dinámica y lógica, que no tiene nada de compasiva. Cuando seguir con vida es sólo una de las dos opciones legales, todo el que es una carga para otros por seguir con vida se considera responsable».
Richard Miniter, articulista del Wall Street Journal Europe (23-IV-2001), destaca que si en Holanda la eutanasia ha entrado en las costumbres ha sido porque desde el principio los médicos la apoyaron. Sin ese apoyo, la eutanasia es difícil que sea aceptada. Sin embargo, no es que los médicos holandeses estuvieran más inclinados que otros a la eutanasia. Durante la ocupación nazi, los médicos holandeses no intervinieron en prácticas eutanásicas, y las órdenes de los nazis de no desperdiciar tratamientos médicos con los viejos y los que tuvieran pocas posibilidades de recuperación no fueron obedecidas. Pero bastó una generación para que cambiara la mentalidad de los médicos.
Según escribe Miniter, «el camino hacia la cultura de la muerte comenzó cuando los médicos aprendieron a pensar como contables. A medida que crecía el coste de la medicina socializada, se concienció a los médicos sobre el aumento de los costes sanitarios. En muchos hospitales se pusieron carteles que indicaban cuánto costaba a los contribuyentes la atención médica de los ancianos. El resultado fue una creciente presión social sobre los médicos, dice Arno Heltzel, portavoz de la Unión Católica de Personas Mayores, la mayor organización de ciudadanos de edad, que está a favor de la eutanasia voluntaria. «Los viejos tienen que pedir excusas por seguir con vida. Cuando dicen que todos sus amigos han muerto, la gente les dice quizá es hora de que también tú te vayas en vez de necesitarías hacer nuevos amigos»».
Las restricciones profesionales contra la eutanasia -como la contenida en el juramento de Hipócrates- se dejaron de lado. «Los planes de estudio de las Facultades de Medicina y los códigos médicos se cambiaron también. Casi todas las Facultades de Medicina ofrecen cursos de bioética en los que la eutanasia se considera, al menos, como una cuestión abierta, no como un tabú. La Asociación Pediátrica Holandesa dio unas directrices en 1993 sobre la eutanasia de recién nacidos; la Asociación de Farmacología envía un libro a todos los nuevos médicos que incluye fórmulas de sustancias letales para aplicar la eutanasia».
«Con el paso del tiempo, la eutanasia ha llegado a verse como algo normal. Cuando hablé por teléfono con la portavoz del Centro Académico de Medicina de Amsterdam, me dijo que era partidaria de la eutanasia involuntaria de los recién nacidos con minusvalías: «Ocurre en todos los hospitales del mundo, sólo que nosotros somos más francos y lo reconocemos»».
En Holanda, dice Miniter, «toda barrera legal y profesional a la eutanasia ha sido demolida, a menudo por los propios médicos. La eutanasia comenzó con los médicos y sólo un despertar de su conciencia puede pararla ahora».