Peter Mair ha sido uno de los mayores estudiosos de los partidos políticos, y este libro breve, en el que trabajaba cuando le llegó la muerte, y que ha editado Francis Mulhern, pretendía ser una síntesis de todos sus trabajos anteriores. Como consecuencia de su génesis, la obra tiene dos partes claramente diferenciadas: el estudio de la crisis de los partidos políticos, y los problemas de la Unión Europea, que el autor achaca fundamentalmente a su despolitización, y que estos días cobran especial actualidad.
Mair parte del fin de la democracia de partidos. Su crisis va más allá del fenómeno global de la desintermediación, provocada por las tecnologías de la información en sectores como el comercio o los medios de comunicación. Las causas, que vienen de lejos, son mucho más profundas.
Para el politólogo irlandés, el problema reside esencialmente en la desaparición de la esfera pública, la zona de interacción entre los ciudadanos y los líderes políticos. Esto provoca indiferencia hacia la política, aunque aquella no se traslada automáticamente a la democracia. Quizás para tratar de evitar este contagio, se comienza a proponer soluciones democráticas cada vez más alejadas de la política, como si la democracia fuera demasiado importante para dejarla en manos de los políticos; pero esto implica una redefinición de la democracia.
En líneas generales, el mal funcionamiento de los partidos habría provocado esta indiferencia, y ahora, estos estarían tratando de acomodar la democracia a un sistema que pueda convivir con un demos indiferente. Se acentúa de esta manera el conflicto entre el componente madisoniano y el popular de la democracia, dividiendo aún más a la sociedad entre los partidos y sus dirigentes, amparados en las instituciones, y los ciudadanos, presa fácil de la antipolítica. Frente a la debilidad de la democracia de partidos, se ofrecen como escenarios alternativos el populista o el del gobierno experto, supuestamente no político; pero ninguno de ellos garantiza la supervivencia de la democracia.
En este contexto, el autor desgrana, a partir del análisis de distintos indicadores (participación electoral, volatilidad, lealtades de partido, afiliación), las causas del distanciamiento popular de la política convencional: elecciones que cada vez tienen menos consecuencias prácticas, debido a la aceptación de formas no políticas de adopción de decisiones, que otorgan al Estado un papel regulador, en lugar de político o redistributivo.
Los partidos dejan de ese modo de responder a sus funciones tradicionales de movilización, agregación de intereses, reclutamiento de líderes y organización de las instituciones del Estado, anteponiendo el acceso al gobierno a cualquier papel en la representación. Cuando todo se pone al servicio del éxito electoral, la identidad política de los partidos se va difuminando, convertidos en partidos atrapalotodo, y se van retirando del ámbito de la sociedad civil hacia el ámbito del gobierno y del Estado. Esto se traduce también en un modelo favorecido por los sistemas de financiación, principalmente públicos, una regulación común que les otorga un estatus semipúblico y la orientación, casi exclusiva, a su papel de órganos de gobierno.
El análisis resulta tan sólido como desalentador, y no queda claro cuál es el modelo alternativo que permita devolver la democracia al espacio del demos. Quizás sea la subpolítica, término acuñado por Beck, que ofrecería nuevas formas de interés y participación política, nuevas identidades y nuevas comunidades. Queda por delante el reto de articularlo institucionalmente y el interrogante de si esa reubicación puede compensar el desinterés por la política tradicional.