Emilio Chuvieco, catedrático de Geografía en la Universidad de Alcalá, y María Ángeles Martín Rodríguez-Ovelleiro, profesora adjunta en la Universidad San Pablo-CEU, entienden la naturaleza como un bien común que hay que cuidar, y no solo explotar con una visión economicista.
Los autores, sin catastrofismos, no dudan en calificar el problema ecológico mundial como serio. Por ejemplo, aportan datos acerca de la veracidad del ascenso global de las temperaturas durante el último siglo. Las deforestaciones y la combustión de CO2 están teniendo un impacto negativo sobre el equilibrio de nuestro planeta, por lo que urgen a prever con tiempo los problemas ecológicos, para no llegar a procesos irreversibles.
Se hace una extensa exposición de diversas posturas ecológicas, desde las que dan prioridad al hombre respecto al medio ambiente, hasta las que consideran al ser humano como una especie animal más. Otro capítulo analiza la relación de las principales religiones y la naturaleza. Algunos consideran al cristianismo responsable de una desmedida agresión del hombre a su entorno. Los autores ofrecen textos bíblicos, magisteriales y de personalidades como Francisco de Asís, en los que la religión cristiana exige al ser humano custodiar y proteger la belleza de la creación.
Una de las conclusiones más relevantes del estudio sostiene que si no se respeta la ecología humana, tampoco se respetará la ecología ambiental. Destacan así lo antinatural que resulta eliminar a un ser humano en gestación. El libro defiende los límites ecológicos de la investigación, afirmando que “denunciar consecuencias negativas de la ciencia y la tecnología no es oponerse al progreso, sino asegurar que va en la dirección adecuada”.
Respecto al número de personas que pueden vivir en el mundo hay posiciones diversas. Algunos, como Paul Ehrlich, llevan décadas diciendo que el aumento de la población destruiría el planeta, pero sus predicciones nunca se confirman. Otros, como el fallecido Julian Simon, advierten que los hombres no solo consumen sino que también crean recursos. También se cita a los que recomiendan un crecimiento moderado de la población sobre la base de una responsabilidad ética en la conservación del medio ambiente. Finalmente destacan a quienes consideran que el problema del equilibrio ambiental no se debe tanto al número de personas que habita el planeta, sino al modo de vida que llevan. En este sentido los autores citan a Gandhi, quien afirmaba que “el mundo tiene suficiente para las necesidades de todos, pero no para la avaricia de algunos”.