Una de las grandes cuestiones abordadas es la de la irreligiosidad en el mundo actual. Juan Manuel Burgos traza una interesante panorámica del catolicismo español en el siglo XX. Para este autor, el nacional catolicismo que adoptó el régimen de Franco llevó a una falta de apertura intelectual que desembocó en una derrota cultural del catolicismo en España durante la transición. Según Burgos, los documentos del Concilio Vaticano II, que asumen críticamente la modernidad, son una auténtica fuente de inspiración para elaborar propuestas culturales cristianas en el mundo de hoy.
Otros autores tratan cuestiones como el contraste entre marxismo y cristianismo, o la imposibilidad del ateísmo para dar respuesta a la identidad del hombre. José Ernesto Parra Cortés escribe acerca de la irreligiosidad en Oriente. Nos hace ver las grandes diferencias del pensamiento oriental respecto a nuestras categorías occidentales. Taoísmo, Confucianismo y Budismo carecen de una idea de un Dios personal. Esto les impide profundizar en otras ideas como las de redención, inmortalidad del alma y resurrección de los muertos. Todo ello desemboca en un sentido determinista de la vida. Destaca, por otra parte, su culto a los antepasados y su sentido de piedad filial y pertenencia a una familia amplia. El autor invita a un diálogo entre la mentalidad occidental y la oriental, desde la mutua comprensión. Piensa que los occidentales hemos de llevar la iniciativa, pues la globalización ha producido una mayor incidencia del oeste en el este.
Un conjunto de intervenciones tocan la cuestión de la religión en el espacio público. Sergio Fernández Aguayo, siguiendo a Maritain, habla de la necesidad de una escucha religiosa atenta al mundo de la cultura. Jaroslaw Merecki recuerda a Spaemann para afirmar que el cristianismo conjuga paradigmáticamente lo universal con lo particular. Dalmacio Negro reflexiona sobre cómo la ética natural se enfrenta hoy a una ética tecnológica y relativista. Alfonso Aguilar González explica la separación y respeto mutuo de la relativa autonomía de los ámbitos espirituales y temporales. Roberto Germán Zurriarán expone cómo una sana laicidad reconoce el derecho de los ciudadanos a la expresión social de su fe religiosa.
Dentro del apartado perspectivas personalistas, José Luis Cañas traza una interesante comparación entre dos existencialistas: el cristiano Gabriel Marcel y el ateo Sartre. Entre los artículos en torno a las relaciones entre psiquiatría y religión, Aquilino Polaino escribe sobre la complementariedad necesaria entre las dos disciplinas, desde la autonomía propia de cada campo.
Sobre Dios en las artes, entre otras exposiciones, Juan Orellana nos habla sobre cómo el cine puede ser verdaderamente religioso cuando trata cuestiones humanas de calado con profundidad. Entre los cineastas, que a su juicio lo logran, destaca la figura de Tarkovski.