Hasta hace muy pocos años, la corta historia de Israel como Estado moderno ha estado sujeta a un rígido molde oficial: Israel es el fruto de la toma de posesión de una tierra sin pueblo por un pueblo sin tierra, el judío, difuminado en la diáspora.
Para los israelíes de nuestro tiempo, esto significa, en otras palabras, que los palestinos que allí han vivido a lo largo de los siglos posteriores a la diáspora, cristianos y musulmanes, nunca han existido como nación. Por lo tanto, los auténticos propietarios de la vieja Palestina bíblica son los herederos de los hebreos que vivieron en aquella tierra, tantas veces conquistada, ocupada y dominada por otros imperios.
Esta “verdad oficial” está siendo desmontada, sin embargo, desde hace pocos años, por un grupo de historiadores judíos “revisionistas” (1) entre los que destaca Ilan Pappé, profesor de la Universidad de Haifa. La última de ellas es este libro, en el que Pappé recupera la auténtica memoria histórica de su propio país a modo de un espejo en el que ningún judío quiere mirarse para no desmoronar todo el montaje mantenido por la ideología sionista que hizo posible el nacimiento de Israel, en mayo de 1948.
Lo que Pappé ofrece al lector, a modo de terapia encaminada para hacer posible en su día la paz entre palestinos e israelíes, es un detallado relato de cómo se llevó a cabo, de manera sistemática, la limpieza étnica de aquella azotada tierra. El objetivo era que se asentaran en ella los judíos procedentes de todo el mundo, en unas fronteras donde no hubiese palestinos, al margen incluso del desastroso plan de partición adoptado por las Naciones Unidas en 1947.
El autor se ha basado en diversos documentos recientemente desclasificados y en sus propias investigaciones que remontan a los últimos tiempos de la ocupación británica de Palestina.
El interés de esta obra reside tanto en la detallada relación de atentados, pillajes, destrucción de aldeas y expulsiones masivas de sus habitantes palestinos durante lo que se ha venido en llamar la “guerra de la independencia” de Israel, como en la pasiva reacción de los desconcertados árabes que nunca pudieron hacer frente a la formidable fuerza de voluntad armada de las diversas facciones militares y paramilitares que llevaron a cabo el llamado “Plan Dalet”, ideado por Ben Gurión para limpiar Palestina de palestinos. En este contexto se inscriben también las ambiciones del rey Abdullah de Transjordania para quedarse con parte de la tierra adjudicada a los palestinos -la Cisjordania actual así como la parte oriental de Jerusalén- a cambio de pactos de no agresión con el naciente Estado judío.
Sin estos datos, tantas veces ocultados o desfigurados por los distintos gobiernos que se han sucedido en Israel, resulta difícil entender el actual conflicto israelí-palestino y el surgimiento de los movimientos fundamentalistas que, con su terrorismo, han venido a reforzar las tesis oficiales israelíes que priman la seguridad sobre cualquier intento de paz. Para el autor, esta paz no será posible mientras Israel no reconozca lo que los palestinos y, con ellos, el conjunto de mundo árabe y musulmán, se conoce como la “nakba”, es decir, el desastre de la expoliación y expulsión de los palestinos a los campos de refugiados instalados en los países vecinos y mantenidos, desde hace sesenta años, por la comunidad internacional.
Afirma Ilan Pappé que mientras no se reconozcan los derechos de los palestinos forzados al exilio -hoy son ya seis millones- a regresar a sus hogares (algo que parece a todas luces imposible en este momento de la historia de Israel) o al menos a ser debidamente indemnizados, la paz será una quimera.