Larga entrevista con Gilles Lipovetsky que el editor ha dividido en tres capítulos. En el primero el sociólogo francés reflexiona sobre las frustraciones personales que provoca una vida social centrada en el consumo: las expectativas de una vida “maravillosa” chocan permanentemente con una realidad necesariamente limitada, más pequeña, menos “perfecta”, con más “arrugas”. Se espera demasiado (la felicidad, incluso) de los objetos que consumimos o aspiramos a consumir… e inevitablemente esas esperanzas desmesuradas quedarán insatisfechas. Los objetos de consumo no dan más de sí. De modo que la vida se convierte en un encadenarse de expectativas frustradas que vendrán -antes o después- a amenazar (transformar o destruir) la sociedad de consumo tal y como ahora la conocemos.
En la segunda parte del libro Lipovetsky se plantea si la democracia podría considerarse un bien de consumo al que aplicar ese encadenarse de expectativas excesivas y frustraciones consiguientes. Y si es así: ¿hasta dónde llegará la crisis de la sociedad del hiper-consumo y su futura transformación? ¿Hasta la misma organización social de la democracia?
La tercera parte de la entrevista se detiene en las posibles evoluciones de la sociedad del consumo occidental. El texto procura matizar sus propuestas. Por ejemplo, cuando Lipovetsky explica que un creciente número de personas y grupos sociales irán haciendo que cada vez más gente se pregunte: ¿por qué seguir consumiendo como hasta ahora si, a la postre, sólo consigo continuas decepciones? O lo que es más interesante: ¿por qué algunas personas y grupos sociales se han zafado de la decepción vital que invade Occidente y consiguen vivir ilusionados? ¿Qué han hecho para no quedar decepcionados?
Las respuestas que irán encontrando los que consigan plantearse los porqués de la decepción pasarán por una invitación a explorar las posibilidades que hay en cada ser humano (y en los grupos sociales) de gozar con y en lo inmaterial. “Es necesario, mediante una auténtica formación, ofrecer horizontes vitales más variados, en el deporte, el trabajo, la cultura, la ciencia, el arte o la música. Lo importante es que con estas pasiones pueda el individuo relativizar el mundo del consumo, encontrar el sentido de su vida al margen de la adquisición de bienes incesantemente renovados”