España presta muy poca atención a sus intelectuales. Lejos de los tópicos que los identifican con una u otra España, poco se sabe de sus ideas y de aquello que les movía a actuar, elemento esencial de su propio pensamiento. A modo de una “historia de los ortodoxos españoles”, José María Marco analizó en este libro de 1997, reeditado ahora, la vida y el pensamiento de los santones intelectuales del principio de siglo español y los resultados resultan sorprendentes. En estos ensayos analiza su relación con la libertad, realizando una radiografía del accidentado principio del siglo XX en España, a través de sus protagonistas: Costa, Ganivet, Prat de la Riba, Unamuno, Maeztu, Azaña y Ortega y Gasset.
Si tenemos en cuenta que en algún momento todos ellos han sido proclamados por unos u otros como referencia, “pensadores para todo”, se nos plantea la pregunta sobre la responsabilidad del intelectual, de su capacidad de dejarse llevar por el pensamiento trágico o el heroísmo olvidando que las ideas tienen consecuencias, en ocasiones dramáticas. De una u otra forma, Marco acusa a todos ellos de haber contribuido a la radicalización: “Se acabaron los pactos y los compromisos: ha llegado otra vez la hora de la apelación a los principios insobornables y del entusiasmo por los grandes gestos y los grandes discursos… Triunfan los profetas y los mártires, individuos descomunales, portadores de una palabra trascendente, libres de apoyos sociales y organizaciones políticas”.
La relación entre el vivir y el pensar de los “grandes” hombres también sobrevuela todas las reflexiones. Algunos, como Costa o Prat de la Riba, fueron hombres de acción. Otros, como Maeztu, Unamuno o Ganivet, personajes dignos de sus propias novelas, pero de todos se apoderó en algún momento el afán totalizador de la introspección, la razón razonante que, girando en torno a sí misma, conduce tantas veces a la sinrazón.
Si es cierto que las ideas mueven el mundo y que todo vuelve a sus orígenes, resulta especialmente interesante esta reedición. Desde el dominio del lenguaje, evocador, literario, poético, el autor crea y se recrea en un ambiente de tragedia, al que contribuye el pesimismo vital de los autores estudiados. Desde ahí va dando respuesta a muchos porqués, que hoy son también problemas de nuestro tiempo, del afán por problematizar la vida, de la obsesión por construir sobre el papel a pesar de los hechos, desconociendo realidades culturales, sociales e incluso de la misma naturaleza. Marco acaba demostrando cómo el papel no lo soporta todo, o cómo la realidad termina destruyendo todo lo que soportaba el papel con consecuencias trágicas.
Los temas son tan comunes como variados: España concebida como excepción, como anomalía en Occidente que se aísla aún más en su abstención ante los problemas de su época; el fin del ciclo de la libertad; el redescubrimiento de España: de sus paisajes, sus costumbres y sus gentes. La pérdida de la fe, la pugna eterna entre el espíritu de Don Quijote y el de Sancho… Así fracasará la libertad, traicionada por quienes estaban destinados a ser sus principales valedores. El fin del liberalismo arrastrará consigo a la idea de la nación española. Después todos se arrepentirán, todos echarán de menos el espíritu de la Restauración… Hoy quizás todavía estamos a tiempo.