Palabra. Madrid (2007). 363 págs. 22 €.
Hace pocos años Juan Manuel Burgos promovió la Asociación Española de Personalismo, reuniendo personalidades interesadas en una de las corrientes más enriquecedoras de la filosofía del siglo XX y una de las pocas que han podido sobrevivir, sin convertirse en una disciplina arqueológica. Es realmente una propuesta viva que afecta a nuestra manera de comprendernos y de comprender nuestras realidades fundamentales: amor, familia y sociedad, con repercusiones educativas y políticas. El personalismo ha sido el fruto histórico de una confluencia enriquecedora de pensamiento moderno, de pensamiento judío y de pensamiento cristiano.
Como fruto del Congreso Internacional que se organizó en el año 2006, se ha podido componer este consistente conjunto de 24 estudios con las ponencias y comunicaciones que se presentaron, además de la entusiasta introducción de Juan Manuel Burgos.
Aunque, como siempre que se trata de unas actas, resulte un poco desigual de orientaciones o dimensiones, el conjunto resulta muy interesante y muy centrado en los temas fundamentales que están presentes tanto en la formación como en la repercusión del pensamiento de Juan Pablo II.
Las circunstancias históricas hicieron de Juan Pablo II un pensador emblemático con una honda repercusión en temas muy claves, tanto dentro de la Iglesia católica como fuera. Él aportó lo que llevaba dentro, con la seguridad de que era lo que pedían los tiempos y, en realidad, lo que la Providencia de Dios esperaba de él. Así sucede con sus aportaciones sobre la moral fundamental («El hombre ante la verdad», «Persona y acción»), la sexualidad y la familia («Amor y responsabilidad») y la doctrina social. El Congreso se centra precisamente allí, además de manifestar sus fuentes, inspiraciones y relaciones intelectuales.
Entre los estudios, se analizan primero sus fuentes (Jaroslaw Merecki), sus contactos culturales (Antonio R. Rubio) y sus preocupaciones literarias y poéticas (Mª Pilar Ferrer). Después, el amor personal, con la conversión del imperativo categórico en norma personalista (tema clave de «Amor y Responsabilidad», muy bien tratado por Urbano Ferrer), su comprensión del amor y la sexualidad (Juan J. Pérez Soba, Rafael Fayos, Carlos Segade) y del pudor (Juan de Dios Larrú). Juan Manuel Burgos aborda el método de «Persona y acción»; Aquilino Polaino, el trabajo. Se trata su ética (Gloria Casanova, Ana Rodríguez de Agüero, Mª Idoya Zorroza).
Lo interpersonal merece amplios análisis de Krzysztof Guzowski y Carlos Ortiz de Landázuri. Y uno breve que lo relaciona con el personalismo dialógico de Buber-Lévinas (Josep M. Coll). Su tratamiento de la mujer merece también dos artículos (Giola Paula di Nicola y Blanca Castilla) y otros dos, la familia (Rodrigo Guerra y Roger Rubuguzo Mpongo). Domènec Melé se centra en la empresa como comunidad de personas. Cierran dos artículos sobre la relación de Wojtyla con el cardenal Newman (Rosario Athié) y con Gabriel Marcel (Belén Blesa).
Juan Luis Lorda