Mondadori. Barcelona (2006). 278 págs. 16 €.
El mismo año que Francisco Casavella publicó «Un enano español se suicida en Las Vegas» (1997), en una colección de literatura juvenil de la editorial Anaya apareció «El secreto de las fiestas». Cuando se publicó, la critica ya destacó que, por su calidad, se trataba de una inusual obra juvenil, válida también para los lectores adultos. Ahora, con acierto, Mondadori la recupera en su colección de narrativa contemporánea.
La madre de Daniel Basanta murió al nacer él; su padre, que toca en una orquesta, ante la imposibilidad de atenderlo, lo envía con unos parientes que viven en una aldea gallega. Allí Dani cae bajo el hechizo de su abuelo, un personaje sorprendente, quien le cuenta todo tipo de extrañas historias supuestamente biográficas que hacen mella en el espíritu fantástico de Daniel. Como centro de sus conversaciones aparece «el secreto de las fiestas», un extraordinario misterio que el abuelo nunca le acabará de desentrañar, y el destino de los Hombres-Tachán, peculiar y divertida división que el abuelo hace de la humanidad. Ante el extraño comportamiento de Dani, quizá demasiado influido por las peroratas de su abuelo, su padre se lo lleva de vuelta a Barcelona cuando el chico transita ya por la adolescencia.
A partir de aquí la novela describe la vida de Dani en una gran ciudad. En unos billares conoce a la que será su mejor amiga, con la que vivirá una hiperbólica pasión amorosa algo desconcertante y patética, como tantas primerizas historias de amor. También se describe con sentido del humor el desquiciante ambiente del Instituto, donde están quizá las mejores páginas de esta entretenida novela, que a veces abusa del lenguaje chabacano.
Huye Francisco Casavella de algo habitual en las novelas juveniles de moda: el afán didáctico (la implantación de lo políticamente correcto también arrastra moralejas), que acaba imponiéndose al estilo y al tratamiento literario. Por eso, «El secreto de las fiestas» es una novela más literaria, con un estilo irónico donde también hay lugar para las sugerencias poéticas. Al final, casi sin querer, el protagonista descubrirá el «secreto de las fiestas» y la importancia de ser en todo momento un Hombre-Tachán.
Adolfo Torrecilla