Taurus. Madrid (2005). 379 págs. 29,50 €.
El autor no pretende realizar una historia de los géneros de la pintura, sino «aprovechar su identidad y características para reflexionar sobre lo que ha sido y es el arte, llegando a su problemática supervivencia actual» (p.17). Francisco Calvo Serraller, catedrático de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid y destacado estudioso del arte español, reflexiona sobre los significados del término «género», cuestionando el sentido del Arte. Así, desde la herencia de «la doctrina clásica» orientada a captar el orden interno o la belleza de lo real, el autor conduce al lector a través del debate de su finalidad como imitación de la realidad, para mostrar la fractura que produjo el arte contemporáneo al eliminar los límites que establecían lo que era o no bello, lo susceptible de ser pintado.
El libro, «in crescendo», abre el apetito con los dos primeros capítulos, pero saben a poco. Partiendo de la necesidad de representar o narrar acciones, describe cómo la Historia de los clásicos se transforma en «mil minúsculas historias, sea con o sin palabras» (p. 54).
El ensayo del desnudo prometía ser interesante, pero Serraller estudia la representación del cuerpo humano bajo una óptica orgánica y sensual, exposición que resulta reiterativa. «El Cristo de San Plácido» de Velázquez no es sólo un «cuerpo ideal apolíneo» (p. 72), hay otros torsos masculinos del artista («La fragua de Vulcano»), y otras interpretaciones posteriores del tema como la de Dalí.
Hablábamos del «crescendo», comienza a elevarse el tono; se puede distinguir la evolución de imitar a retratar a través de las piezas del Museo del Prado, «hasta quedarse a solas con el alma del retrato» (p.166) con Velázquez, y en Goya admirar «una antropología de las carencias y de las pérdidas» (p. 190). El lector se sumerge en la profundidad de los autorretratos españoles que menciona, pero es en el paisaje donde el autor nos descubre que éste «es naturaleza más luz interior» (p. 241). El bodegón adquiere protagonismo por derecho propio; la luz de Zurbarán, «el pálpito emocional» de las obras de Goya y «el hiperrealismo» de Meléndez, sirven a Serraller para elaborar «un ensayo de definición estética de lo artísticamente español» (p. 327).
Una carencia del plural «géneros» al que alude el título: ¿por qué el autor elude tratar el «tema religioso» como tal? Sólo se refiere a éste si aparece en «desnudos», «bodegones», «paisajes» o «historias» secundariamente.
Sin embargo, el prestidigitador uso de las fuentes con referencias a los orígenes de los términos y la reivindicación de artistas como Sánchez Cotán, aderezan un texto instruido sobre los cambios sufridos por los géneros de la pintura. El lector juzgará si «la secularización de la cultura moderna ha desnaturalizado los géneros tradicionales, dejando al arte en el reino de la indefinición» (p. 373).
Teresa Herrera Fernández-Luna