Gota a Gota Ediciones. Madrid (2005). 514 págs. 27 €.
Las transiciones desde un gobierno no democrático hacia la democracia dependen de infinidad de factores históricos, socioeconómicos y geopolíticos, pero dependen fundamentalmente del papel que desempeñan los líderes políticos y sociales antes, durante y después de la caída del régimen en cuestión.
Así lo señala elprofesor Álvarez en su análisis de las dos etapas de tránsito hacia la democracia que tuvieron lugar en España durante el siglo XX. El enfoque comparado se convierte en uno de sus más destacados aciertos al confrontar dos modelos opuestos: el de la integración de la reforma institucional de 1978 tras la muerte de Franco y el de exclusión revolucionaria que presidió la política de la II República desde su advenimiento.
La Constitución española de 1978 fue un auténtico éxito porque todos los implicados decidieron elaborar un marco de convivencia en que el equilibrio institucional y la alternancia pacífica en el poder estuvieran garantizados, dejando en el camino reivindicaciones seculares, que podían parecer «a priori» irrenunciables. El resultado -una Constitución para todos- puede peligrar si se plantea reformar estos principios básicos de convivencia de manera subrepticia, prescindiendo del camino establecido, el de los procesos de reforma constitucional. Es ahora cuando resalta aun más la oportunidad del libro, que advierte de los peligros de las democracias que se apartan del fundamento del liberalismo constitucional, y provocan un alto grado de división y polarización de la sociedad.
Desde esta perspectiva el autor responde de manera razonada y contundente a los intentos de revisar la transición democrática de 1978 y lo hace acudiendo a la historia, con el análisis de los hechos y los resultados. Afronta las críticas de los distintos argumentos deslegitimadores del proceso del 78 y los rebate para demostrar que el acuerdo sobre los aspectos básicos de convivencia al que llegaron todos los actores principales (el «overlapping consensus», siguiendo la terminología de John Rawls) produjo una de las mejores de entre las transiciones posibles.
Sin dejar de lado debates de fondo, y con un planteamiento claro de los méritos de la democracia liberal frente a la democracia revolucionaria, se plantean problemas tan actuales como la necesidad de «recuperar» una memoria histórica que el autor considera nunca olvidada. La mayoría de estas críticas dejan traslucir que esto no se ha hecho por culpa de los gobiernos de centro derecha, algo sorprendente si tenemos en cuenta que durante los 27 años transcurridos desde la aprobación de la Constitución 16 han sido de gobiernos socialistas.
El gran acierto de la transición de 1978, que ha supuesto un ejemplo para procesos similares en otros países, sería la existencia de un modelo de cambio tranquilo, destinado a establecer unas reglas del juego ajenas a las distintas ideologías, que tendrían su oportunidad en los sucesivos procesos electorales.
A lo largo del libro contemplamos la actividad de personajes políticos, eclesiásticos, sindicalistas, militares, periodistas con sus propias palabras, fruto de un excelente trabajo de documentación. El papel clave que desempeñaron todos ellos demuestra que la transición de 1978, a diferencia de la de 1931, fue un gran pacto en el que casi nadie quedó al margen, y ese fue sin duda el secreto de un éxito del que deberíamos poder seguir disfrutando.
Rafael Rubio