Editorial C.H. Beck. Múnich (2004). 256 págs. 12,90 €.
Alemania se dispone a afrontar, mediante una gran coalición entre democristianos y socialdemócratas, una política de indispensables reformas. Tras unos años de gran abundancia en los 80 y los 90, llega la hora de hacer recortes. En estas circunstancias resulta especialmente oportuno el libro del joven historiador alemán Paul Nolte, especialista en historia contemporánea de la Universidad Libre de Berlín, titulado la «La generación de la reforma. Más allá de la república bloqueada». Se trata de una serie de ensayos políticos que buscan presentar una nueva perspectiva que supere el actual pesimismo alemán. Es una apelación a la nueva generación para afrontar los retos del siglo XXI.
Nolte cae en la cuenta de que ante la reducción radical del Estado del bienestar, la gran tarea de su generación es la de crear una sociedad civil: «Necesitamos una nueva sociedad en la que el individuo, hasta ahora sostenido por la comunidad, esté capacitado para cargar con responsabilidad y para llevar un estilo de vida autónomo». De este modo critica el desinterés de una sociedad multicultural y el paternalismo de la burocracia social.
De un modo particular Nolte acentúa la necesidad de recuperar valores que se han ido perdiendo en la actual sociedad. Entre los elementos más importantes cita el redescubrimiento de la familia: «Queda claro que una sociedad atomizada, de individuos disueltos, no puede existir. No puede existir ni desde un punto de vista demográfico, ni puede existir a medio plazo desde un punto de vista financiero y sobre todo no puede existir desde un punto de vista moral».
Nolte señala cinco puntos clave para el debate político del siglo XXI. Primero, los fundamentos religiosos de una sociedad post secular, pues ha quedado clara la importancia de lo religioso en el mundo moderno: «no solo en el proyecto antimoderno del fundamentalismo islámico, sino también en la modernidad misma, por ejemplo, con el movimiento por la democracia y por la sociedad civil de la Europa central (Polonia, República Democrática de Alemania) y en el debate crítico sobre los límites de las ciencias naturales».
Según Nolte, no se han confirmado las tesis sobre la desaparición de la religión en la política, ni tampoco la secularización completa de la cultura. «Al mismo tiempo, muchas sociedades occidentales y de modo especial Alemania, se encuentran en una crisis profunda que va más allá de una crisis de la seguridad social y del federalismo. Se manifiesta como una crisis de las éticas, de las pautas y de las orientaciones de la vida social». El fenómeno, aparentemente universal, de la secularización, es más bien una excepción de la Europa occidental en un mundo que sige siendo influido por fuerzas religiosas múltiples.
En segundo lugar, hay que superar la sociedad del yo, en la que «la responsabilidad por la vida de terceras personas -de familiares, de vecinos, de conciudadanos- se traspasa con facilidad al Estado». La modernización no conduce, como muchos han creido, a una forma de vida individualista. «La modernización favorece esas tendencias, pero moviliza también muchas fuerzas contrarias, ya que la sociedad moderna no puede sobrevivir sin una comunidad social y sin responsabilidad social».
En virtud del principio de la subsidiariedad, «el Estado no debe hacerlo todo». Los individuos y las sociedades no deben esperar a que sea requerida su colaboración, sino que pueden tomar la iniciativa para plantear soluciones innovadoras. «Esto puede ocurrir en el campo de la política social o de la política económica, pero también en la política educativa y universitaria. Debe predominar una ética de la prudencia ante lo que la tecnología y la economía permiten hacer, de modo que se valore lo que es sensato y soportable para un proyecto de vida humano».
Por último, en el mundo globalizado siguen siendo necesarios «espacios de identificación», lugares concretos «en los que la vida se desarrolla, a los que se unen los recuerdos, en los que se crean tradiciones, en los que crecen las lealtades y en los que se forja el futuro; llamémosle brevemente ‘la patria’. La alternativa al romanticismo patriótico antiguo no es la dudosa desorientación de lugar de la globalización».
Nolte reivindica la necesidad de repensar los programas de aquellos partidos políticos, hoy mayoritarios, que nacieron a causa de los conflictos sociales a finales del siglo XIX. Mientras que el partido socialdemócrata alemán (SPD) surgió del conflicto entre el capital y el trabajo propio de la sociedad industrial, hoy «se han creado nuevas líneas de separación: entre los asalariados y los pensionistas, entre los padres de familia y los solteros, entre la población autóctona y los emigrantes».
Por su parte, los democristianos (CDU/CSU) no tienen una pauta claramente definida en los temas sociales, ni en política familiar, política educativa o política de la mujer.
José Félix Pons de Villanueva