Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Madrid (2003). 1.130 págs. 59 €.
Con Cortázar, y con otros grandes escritores hispanoamericanos de su época, como Borges, el cuento literario comienza a ser un género digno de tener en cuenta, después de muchos años de considerarse un género menor. La editorial Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, coincidiendo con los veinte años de la muerte de Cortázar (1914-1984) en París, ha publicado recientemente el primer volumen de los nueve que van a formar parte de sus Obras Completas, ambicioso proyecto del que es responsable el editor y crítico Saúl Yurkevich, albacea de la obra del escritor argentino. Han comenzado reuniendo en un solo volumen todos los libros de relatos, sin lugar a dudas lo mejor de una amplia y extensa trayectoria literaria. «Yo creo -escribió Cortázar- que soy un cuentista más que un novelista. El terreno del cuento es en definitiva mi terreno de trabajo».
En sus relatos, Cortázar asume toda la tradición cuentística e incorpora ingredientes muy novedosos. Así, en ellos se da un gradual e ingenioso paso de la realidad al territorio de lo fantástico. Pero lo fantástico no es algo ajeno, superpuesto a la realidad; al contrario, está totalmente ligado a lo cotidiano. Lo que hace Cortázar es sacar jugo a las posibilidades que ofrece la observación de la realidad más inmediata, descubriendo que pueden superponerse diferentes órdenes y que junto con los ingredientes lógicos conviven otros inexplicables.
Esa irrupción de lo ilógico y extraño en el reino de la verosimilitud la vemos, por ejemplo, en sus relatos más conocidos, como «Casa tomada», donde la presencia de lo misterioso acaba inundando una narración de corte realista. O en «Axolotl», donde Cortázar lleva a sus máximas consecuencias el recurso a la animalización, que suele emplear con acierto. En otros, lo narrativo cede paso a lo ideológico y aquí los relatos pierden ingenio e intensidad. También hay algunos relatos donde el peso de lo erótico, por su equivocado concepto de la transgresión, invalida sus aciertos narrativos.
Técnicamente, estos están en la estela de los de Edgar A. Poe, aunque Cortázar es, a su manera, más realista. También, como Poe, intentó definir qué es un cuento literario: «El cuento no es prosa, posee otra estructura no discursiva, una propia pulsación interna, una escritura rítmica como la del jazz».
Adolfo Torrecilla