Cátedra. Madrid (2000). 151 págs. 5,50 €.
Se cumple el primer centenario del nacimiento de Alejandro Rodríguez Álvarez (1903-1965), dramaturgo que adoptó el nombre de Alejandro Casona a partir de 1930. Casona, asturiano, fue maestro e inspector de educación. Nada más proclamarse la 2ª República, se funda el Patronato de las Misiones Pedagógicas, para las que trabajará Casona como responsable del «Teatro ambulante o teatro del pueblo», una compañía similar a la que por esos mismos años fundó Lorca: La Barraca; las dos tenían como finalidad hacer llegar los clásicos españoles a todos los rincones, sobre todo rurales, de la geografía española. En 1932 obtiene el Premio Nacional de Literatura con Flor de leyendas, una versión modernizada de los grandes temas de la literatura clásica y universal, libro que sintetiza su vocación pedagógica y su amor a la literatura. A partir de entonces, Casona se vincula directamente con el teatro y estrena sus primeras obras: La sirena varada (1934), Otra vez el diablo (1935) y Nuestra Natacha (1936).
En 1937 Casona abandona España y se traslada a Francia; después a México y por último a Buenos Aires, donde residirá desde 1939. En Argentina colabora en diversos periódicos y revistas, y también en el cine y la radio. Allí escribe sus obras más conseguidas: La dama del alba (1944), La barca sin pescador (1945), Los árboles mueren de pie (1949), La tercera palabra (1953) y La casa de los siete balcones (1957). En 1962 se traslada a Madrid para asistir al estreno en España de La dama del alba, que cosechó un importante éxito y que sirvió para difundir el resto de su producción teatral, muy valorada en aquellos años también fuera de España. En 1963 reside definitivamente en Madrid, donde escribe su última obra de teatro, El caballero de la espuela de oro (1964).
La dama del alba es el mejor ejemplo de la dramaturgia de un autor que merece la pena recuperar. En unos años de plena efervescencia ideológica, Casona opta por los temas universales y los valores eternos. Sus obras de teatro desprenden un aroma muy popular (en su caso, asturiano), pero quizá por eso plenamente universal.
En La dama del alba, Casona da vida a unos personajes rurales que se enfrentan a un complicado destino, plasmado en clave simbólica. Tras la desgraciada separación de Angélica, el ambiente que se respira en casa de la madre es de desolación. Martín, el marido de Angélica, es portador de un secreto que nadie conoce y que debe ocultar a todos. La llegada de un enigmático personaje a la aldea, la Peregrina (una sugerente representación de la Muerte), revoluciona las relaciones humanas y provoca una crisis en la mayoría de los personajes, que se resolverá cuando los hechos revelen el secreto que sólo posee Martín. Leyendas locales, costumbrismo rural, tipos y costumbres populares añaden colorismo a un drama poético. La dama del alba es una excelente oportunidad para descubrir a un clásico.
Adolfo Torrecilla