Belacqua. Barcelona (2002). 283 págs. 15 €. Traducción: Covadonga O’Shea.
El amor escondido no es una autobiografía, ni un ensayo apologético. Es el testimonio del itinerario espiritual de Janne Haaland Matlary, profesora de política internacional en la Universidad de Oslo, que fue secretaria de Estado de Asuntos Exteriores en el gobierno cristiano demócrata noruego (1997-2000) y formó parte de la delegación de la Santa Sede en la Conferencia Mundial sobre la mujer en Pekín y en un libro anterior ha explicado sus ideas para un nuevo feminismo (cfr. servicio 112/99).
Como otros conversos noruegos, la autora se interesó por el catolicismo por motivos intelectuales. Sus intereses se inclinaban hacia el ámbito de la razón práctica: la filosofía política y la ética. Le preocupaba la desaparición del horizonte clásico del bien común en la vida pública de las democracias occidentales. El diálogo filosófico le puso en contacto con un dominico católico, y las conversaciones fueron avivando en su interior la inquietud por la persona de Cristo. Después de una visita al Papa en Roma, fue re-cibida en la Iglesia católica.
El problema fundamental que aflora en todos los ámbitos de su vida -esposa, madre de cuatro hijos, política y profesora- es cómo encontrar a Dios en la vida ordinaria, evitando que la religión quede relegada al ámbito de lo puramente interior. No hay una respuesta única, hay sucesivas profundizaciones. Cada avance es consecuencia de calar más hondo en la Encarnación de Cristo. Y también de entender mejor su papel de madre, el sentido cristiano de esa entrega instintiva. Cada paso adelante va precedido de aparentes retrocesos, desánimos, incomprensiones. Sus maestros intelectuales se convierten también en directores espirituales: su amigo dominico o un monje benedictino le descubre la necesidad de la vida de oración.
Después de entender el trato con Dios, el gran salto lo supuso el descubrimiento de la espiritualidad laical del Opus Dei; primero a través del ejemplo de un compañero de la delegación vaticana en una conferencia internacional; más tarde con la lectura de la obra de Josemaría Escrivá.
La narración se despliega con soltura, acompañada de reflexiones sobre la crisis de sentido en la cultura occidental; y, sobre todo, de sus respuestas personales respecto al modo de vivir la identidad cristiana en un mundo postcristiano. Los episodios de su experiencia en la alta política, que incluye viajes a países en guerra o a naciones como Kazajstán, junto a su carácter intelectual, dan una peculiar personalidad a sus descubrimientos vitales. Y el papel central de su vida de madre de familia, hace que su testimonio y sus respuestas -no teóricas, sino vividas- resulten muy auténticas.
Íñigo Belabarce