Alfaguara. Madrid (1999). 510 págs. 2.950 ptas.
Continúa el escritor mexicano Héctor Aguilar Camín (1946) su personal y testimonial reinterpretación de la historia reciente de su país. Sus novelas anteriores, especialmente Muerte en el Golfo, La guerra de Galio y Un soplo en el río (ver servicio 11/98), abordan cuestiones de plena actualidad con una intención política y crítica. El resplandor de la madera, de manera más épica, describe la vida de varias generaciones dominadas por el apellido Casares y localizadas en el territorio de Carrizales. La intención narrativa de Aguilar Camín es doble: por un lado, un narrador que funciona como un cronista describe la epopeya fundacional de Carrizales, un poblado que, surgido de la nada, evolucionará gracias al negocio de la madera, elemento que funciona en la novela como metáfora del crecimiento económico y de la adquisición de poder; por otro, abandonando el tono de epopeya, la acción alcanza también al presente y cuenta la vida de las últimas generaciones de los Casares, ahora en un contexto más complejo y donde la madera ha sido sustituida por turbios negocios en el mundo del espectáculo y los medios de comunicación.
Aguilar Camín se ha planteado una novela muy ambiciosa, que pretende explicar el origen de muchas familias y hasta de la misma patria mexicana. Las dos historias complementarias se unen en el retrato de una familia que, generación tras generación, parece dominada por una serie de ambiciones y reiteraciones que impiden su plena realización como familia. Una de ellas, la más importante, es la ausencia paterna en la vida de los principales protagonistas, motivada sobre todo por las numerosas amantes que aparecen en la novela y que originan numerosos hijos ilegítimos. En este sentido, y es algo común a las dos historias, las relaciones familiares están siempre atravesadas por unas descontroladas pasiones sexuales que provocan continuos cambios en las relaciones personales de los protagonistas.
La novela toca muchas teclas con el objetivo de convertirse en una radiografía del pasado y presente del país mexicano. Este planteamiento tan ambicioso acaba por hacer mella en el resultado final de la novela, claramente descompensado. Las peripecias de la familia Casares, que se presentan como algo emblemático, no llegan a ser ningún símbolo de la historia mexicana. Y su interpretación de la historia reciente es, en bastantes ocasiones, muy estereotipada.
La obra está bien escrita, con una mezcla de registros que ayuda a dividir el interés de la historia. Los personajes principales tienen una personalidad arrolladora, a tono con la sociedad en la que se mueven.
Adolfo Torrecilla