Espasa Calpe. Madrid (1999). 374 págs. 900 ptas.
Este es el año de José Hierro. Con Cuaderno de Nueva York (ver servicio 90/98) ha obtenido por segunda vez el Premio de la Crítica; también por segunda vez -46 años después de la primera- ha ganado el Premio Nacional de Poesía; le ha sido otorgado el Cervantes y ha ingresado en la Real Academia de la Lengua. Se reconoce así la singularidad de un autor que, desde 1947, ha mantenido su voz independiente y ajena a todos los movimientos poéticos de la segunda mitad del siglo XX. No obstante, ninguna de esas corrientes le ha pasado inadvertida.
Se puede hablar de un José Hierro testimonial, al estilo de la poesía de los años 50, pero no se le puede identificar con la denuncia social y política de esa época. Es posible decir que sus versos tienen mucho de poesía de la experiencia personal, como la de los poetas de los 60, pero su tono y sus temas no se agotan en esa línea.
Lo mismo sucede con los culturalismos posteriores o con los experimentos surrealistas. De todos participa y ninguno le define por completo. «Para mí la poesía es aquello que dice más de lo que dice. Lo opuesto a la retórica, que emplea muchas palabras para apenas decir nada. El poeta siempre ha de tratar de decir lo que no se puede decir, de modo que el lector pueda sentir ante el poema». Estas declaraciones de José Hierro recogen muy bien las características de su poesía: sugerencia, sencillez, elaboración y sentimiento.
Aunque ya en 1962 dividió su obra en reportajes y alucinaciones -«En el primer caso trato de una manera directa, narrativa, un tema; en el segundo, todo aparece como envuelto en niebla»-, su obra no se reduce a esas dos líneas. Sus versos son una perfecta asimilación de Juan Ramón Jiménez, la poesía del 27, el realismo, la mejor poesía tradicional y, por supuesto, el surrealismo.
Por otra parte, en su obra siempre han coexistido reportajes y alucinaciones, pero estos últimos tienen mayor presencia a partir de la publicación en 1964 del Libro de las alucinaciones, en el que el verso libre y la poesía irracionalista cobran mayor presencia. Sin embargo, el propio Hierro matiza el alcance de esa influencia: «A diferencia del surrealismo, trato de aclarar una visión confusa. Es un surrealismo al revés: ver racionalmente imágenes confusas».
De tantos matices encontramos magníficos ejemplos en esta antología, que recorre todo el arco de su producción poética. Gonzalo Corona Marzol ofrece una detallada y extensa introdución a la vida del poeta y a su obra, y también una explicación minuciosa de muchos poemas. De José Hierro disfrutarán mucho los lectores de este libro, pero especialmente los aficionados a la poesía. Esta antología es un magnífico homenaje a un poeta que ha pasado silenciosamente durante muchos años y que ahora ve reconocida su tarea no sólo por la crítica sino por el favor del público.
Pedro L López Algora