EUNSA. Pamplona (1998). 236 págs. 1.800 ptas.
Joseph Pulitzer, nacido en Hungría a mediados del siglo XIX, logró convertirse en una de las figuras más influyentes en la historia del periodismo. Su figura queda descrita de pies a cabeza en el libro de José J. Sánchez, profesor de Historia de la Comunicación en la Universidad de Navarra.
Con la consigna «Yo deseo hablar a una nación, no a un comité selecto», Pulitzer, un hombre maniático, enfermizo y tremendamente activo, sacó la publicación Post- Dispatch de Saint Louis e hizo de ella uno de los diarios más vendidos del país. Y, lo que es más importante, el periódico se transformó en un instrumento social, de servicio público, alejado (en la medida de lo posible) de los partidismos y próximo al interés de los ciudadanos. Pulitzer nunca fue un inventor, asegura el autor del libro, pero consiguió salir del sensacionalismo periodístico tradicional y aportar a los lectores criterios de calidad. Y todo con vistas a consolidar «el americanismo, la democracia, las libertades públicas y combatir la corrupción y el abuso de las corporaciones (las empresas, el capital)». Además, incluyó secciones de economía, hogar, deportes, espectáculos, etc.
Este periodista europeo logró las mayores tiradas de prensa en Estados Unidos, y las mantuvo hasta que nació el gran magnate del periodismo americano, William Randolph Hearst, el mítico Ciudadano Kane de Orson Welles. El sensacionalismo de Hearst sobrepasaba los límites que siempre intentó guardar Pulitzer -«precisión, precisión, precisión»-.
El libro, cuyo gran acierto viene de un generoso esfuerzo documental, narra la vida de un Pulitzer contradictorio. Dotó al periodista de la altura intelectual y profesional que caracterizaban a la abogacía y a la medicina -la Escuela de Periodismo de Columbia (Missouri) nació de sus propuestas y donaciones-; y, sin embargo, buscaba redactores borrachos para dar al World el toque creativo y dinámico que requería el diario. Su aventura en el mercado de la comunicación pasó por enfrentamientos duros con otras publicaciones, con sus familiares, con sus empleados e incluso con el presidente Theodore Roosevelt. Pulitzer fue un mal padre y esposo, pero también un patrono buen pagador, un director obsesivo y un ciego millonario rodeado de un séquito que derrochó paciencia.
En definitiva, una recomendable lectura para quienes tienen interés en conocer, por medio de la vida del protagonista, tanto la historia como el periodismo en los Estados Unidos de finales del siglo pasado y principios del XX.
José María Sánchez Galera