Palabra. Madrid (1995). 377 págs. 2.400 ptas.
Quienes ven en la natalidad el principal enemigo del planeta parten de la aparente evidencia de que, si la población no deja de crecer, los recursos se agotarán y el medio ambiente sufrirá un deterioro progresivo. Pero, como señala este libro, la causa del gran crecimiento demográfico en este siglo es el notable descenso de la mortalidad, lo que en sí contradice el catastrofismo. Todo baby boom es una explosión de nacimientos acompañada luego de una reducción de la natalidad, que se produce cuando las primeras generaciones no diezmadas alcanzan la edad de tener hijos. Y entonces tienen menos, porque saben que les sobrevivirán más. Así ocurrió en Occidente y está ocurriendo ya en el Tercer Mundo, donde bajan los índices de fecundidad.
Aun así, los elevados números absolutos evocan la posibilidad de que se agoten los recursos, temor al que también responde Cachán. En este caso, los profetas de desdichas presentan la Tierra como si fuera un hotel de plazas limitadas y sus riquezas, como un lote fijo. Pero el libro muestra que las profecías de hambrunas y escasez hechas desde los años 60 nunca se han cumplido: al contrario, los recursos -incluidos los no renovables, como el petróleo- no han dejado de crecer. La explicación está en el trabajo y en el progreso tecnológico.
De todas formas, el autor no tiene especial interés en ser «optimista»: simplemente muestra los hechos, que no abonan el catastrofismo. No oculta los problemas: los sitúa en sus verdaderas dimensiones, subrayando que son regionales y diversos. La tesis de que el planeta está superpoblado es como decir que padece sequía. No: en el Sahara no cae una gota y en Canadá sobran cantidades inmensas de agua. Por eso el libro matiza, distinguiendo las situaciones de las distintas partes del globo, con muchos niños sin escolarizar en unas y un envejecimiento que hace temer por las pensiones, en otras.
En definitiva, el enemigo no es la población, sino la pobreza donde la hay, o los concretos problemas ecológicos. Así concluye el autor, apoyado en datos, que forman el esqueleto del libro. Ofrece tantos, que tal vez habría sido mejor mostrar parte de ellos en tablas o gráficos, para agilizar la lectura, y prescindir de algunos, para favorecer la visión de conjunto. Pero, gracias a los datos, Carlos Cachán presta un valioso servicio a la opinión pública al desmentir falacias demográficas muy difundidas.
Rafael Serrano