Anagrama. Barcelona (1997). 192 págs. 1.500 ptas.
Enrico Brizzi (Bolonia, 1974) publicó esta novela, la primera, a los 19 años en una pequeña editorial italiana. El éxito, sin embargo, fue imprevisible y arrollador: sólo en Italia se han vendido 700.000 ejemplares. Brizzi se planteó escribir una historia de amor protagonizada por adolescentes. El flechazo entre estos dos compañeros de instituto (Alex y Aidi, ambos de 17 años) es fulminante, y los dos descubren en el amor una relación tan distinta y especial que les hace apartarse de la vida que llevan. Este cambio es especialmente notable en Alex, amante del rock y del punk, y buen representante de una tardoadolescencia conflictiva. La amistad con Aidi, aunque le cuesta aceptarlo, le transforma positivamente.
La mayoría de las numerosas cartas que recibe Enrico Brizzi desde la aparición en 1993 de esta novela son de chicas que han soñado con vivir una relación amorosa parecida, plenamente romántica y donde el sexo ocupa un lugar tan secundario que ni siquiera aparece (así ocurre en su relación platónica con Aidi; en el resto, tiene una espesa presencia en el lenguaje y en los planes de sus compañeros de instituto).
Al innegable interés sociológico de la novela hay que sumar los aciertos estilísticos. Brizzi capta el lenguaje y los gustos de los tardoadolescentes, aunque Alex y Aidi quieren mostrarse en todo momento, y más cuando su amor está en ebullición, como una pareja especial, ajena a tanta mediocridad y materialismo como les rodea. Las referencias literarias son significativas: Kerouac, Richard Bach y su simbólico Juan Salvador Gaviota, El principito y, cómo no, el Salinger de El guardián entre el centeno. La música, omnipresente como en el mundo de los jóvenes, funciona como un recurso que acompaña y define los estados de ánimo.
La realidad italiana se retrata bajo la mirada crítica de Alex, que simpatiza con los radicales y anarquistas y con «el mundo underground de los centros sociales okupados y de los sellos discográficos independientes». La tardoadolescencia suele asumir de manera romántica la filosofía libertaria como una manera visible de rechazar el mundo planificado de los mayores.
Adolfo Torrecilla