Hay parroquias que “funcionan” y otras que no. Hay parroquias que cuentan con una comunidad comprometida y vibrante, y otras que languidecen. ¿Qué las diferencia? Evidentemente, el factor geográfico importa: no es lo mismo un barrio con muchas familias jóvenes que otro envejecido. No obstante, dentro de las circunstancias particulares de cada lugar, existen medios de mejorar el atractivo de la vida parroquial.
Un estudio reciente elaborado por FADICA, una asociación estadounidense que agrupa a fundaciones y donantes que cooperan con instituciones católicas, se fija en algunas parroquias del país que destacan por la vitalidad de sus comunidades de feligreses. Los autores han analizado más de 200 iniciativas, páginas webs y recursos digitales, y han entrevistado a 65 personas, sacerdotes y laicos, reconocidos por su liderazgo en lo que denominan “innovación social católica”.
El resultado es un informe interesante, porque señala una especie de hoja de ruta para parroquias quizá no tan boyantes, y esperanzador, ya que las conclusiones teóricas se acompañan de muchos ejemplos que muestran la heterogeneidad de las fórmulas de éxito: las que se dirigen especialmente a la juventud, las que subrayan la caridad con los pobres, las que se centran en cuidar el culto dominical o el aspecto formativo, etc.
Espíritu de apertura y de acompañamiento
No obstante, lo más frecuente es que las parroquias florecientes ofrezcan una mezcla de todos estos ingredientes. Uno que resulta imprescindible, según señala el estudio y confirman algunas encuestas de ámbito nacional, es la “cultura de bienvenida”; es decir, una disposición a acoger a todos que se manifiesta en decisiones prácticas del día a día. Esto es especialmente acuciante en la actualidad, ya que la asistencia regular a la iglesia en Estados Unidos ha bajado en la última década, debido, por un lado, a la secularización general de Occidente, y por otro a los escándalos de abusos que han afectado a varias diócesis del país.
Muchas parroquias cuentan con un programa de acompañamiento especial a los “recién llegados” a la comunidad. En algunas, por ejemplo, se les asigna un matrimonio mentor, que les introduce en el grupo y les ayuda a integrarse poco a poco de acuerdo con sus circunstancias particulares. En otras han diseñado unos cursos de formación inicial que duran unas pocas semanas y que sirven, además de para educar en la fe, para romper el hielo en lo social y conocer mejor a esas nuevas familias. También hay parroquias que han formado unos grupos de atención pastoral específicamente dirigidos a los “católicos que vuelven”: personas que quieren emprender el camino de regreso hacia la fe después de haberse alejado.
Un momento clave para poner en práctica esta cultura de bienvenida es el domingo. La “experiencia dominical” tiene por centro la celebración litúrgica, pero incluye más, antes y después. Por ejemplo, en muchas de estas iglesias hay algunas personas, miembros laicos de la comunidad, que cada semana se sitúan a la entrada para recibir y saludar a los que llegan, a veces junto con el párroco. Al terminar, es frecuente que exista un sencillo refrigerio para charlar informalmente. Muchos de los líderes entrevistados comentan que esos son momentos clave para estrechar los lazos entre las familias. Por otra parte, varios de los entrevistados resaltan la importancia de cuidar la propia celebración litúrgica, y en concreto la música y la homilía, que, según explican, ha de ser animante y práctica. Algunos de los párrocos explican que les ayuda comentarla previamente con varios de los matrimonios más comprometidos, para recibir sus impresiones y también para incluir una perspectiva femenina que en ocasiones puede faltar en la predicación del sacerdote.
Nunca es tarde para formarse
Espíritu de acogida también en cuanto a la formación doctrinal. El informe destaca que en las parroquias con comunidades vibrantes existen muchos “puntos de entrada” a la catequesis, y esta adopta formatos diferentes según el tipo de público.
Precisamente, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización ha presentado recientemente la nueva versión del Directorio para la catequesis, una especie de vademécum para todos los catequistas del mundo. En el origen del texto, que es fruto de un proceso de reflexión y consulta que ha durado años y que ha involucrado a más de cien expertos de los cinco continentes, hay, por un lado, razones históricas, como la necesidad de responder al nuevo modo en que los jóvenes forman su personalidad y sus relaciones personales a través de herramientas digitales, o la conveniencia de adaptar las catequesis al magisterio de los últimos Papas, por ejemplo la exhortación apostólica Evangelii gaudium de Francisco.
Pero también existen motivos teológicos y eclesiológicos. Según Mons. Rino Fisichella, presidente del Consejo, la catequesis debe volver a ser entendida como parte de la evangelización, y por tanto ha de suponer para todos los que participan en ella un verdadero encuentro con el núcleo del mensaje salvífico, y no solo la recepción pasiva de unos contenidos doctrinales o de una propuesta moral. El texto también llama a recuperar la “vía de la belleza” (via pulchritudinis) en el proceso catequético.
Aunque lógicamente las parroquias norteamericanas destacadas en el informe aún no han podido recoger estas indicaciones del Vaticano, muchas de ellas llevan tiempo invirtiendo tiempo y creatividad en sus catequesis. Algunas han decidido aprovechar mejor los cursos de preparación para los sacramentos, de manera que se conviertan en verdaderas ocasiones formativas también para los padres. Por otra parte, casi todas sobresalen por sacar el mayor partido posible a las tecnologías: video blogs, podcast sobre las lecturas del día o sobre otros temas de interés que estén de actualidad, conferencias virtuales, etc.
Laicos responsables y atención especial a los jóvenes
Otro aspecto que caracteriza a estas parroquias es que el párroco puede apoyarse en un grupo de laicos comprometidos y con la confianza suficiente para transmitirle sus impresiones incluso cuando puedan no ser agradables. Aunque no desempeñen una función de gobierno propiamente dicha (ver Aceprensa 26-02-2003 y 19-11-1997) son quienes organizan y gestionan gran parte de las actividades parroquiales. Es importante que en ese grupo haya hombres y mujeres, jóvenes y mayores, para que sea todo lo representativo posible. Algunas iglesias organizan unas jornadas especialmente pensados para este “núcleo duro”, donde se les forma de manera intensiva y aprovechan para realizar sus ejercicios espirituales.
Una de las grandes preocupaciones de cualquier parroquia es llegar a los jóvenes y a los millennials (nacidos entre 1980 y 1993). Según algunas encuestas, apenas un 15% de estos últimos, que son quienes están en edad de casarse y tener hijos, acuden al templo semanalmente. Varias de las parroquias analizadas en el informe han creado grupos de atención pastoral para personas comprometidas al matrimonio, recién casadas o con hijos pequeños, y han reservados tiempos específicos para ellos en el calendario parroquial. Lo social tiene su importancia en estas reuniones, pero no solo se trata de entretener: varios de los entrevistados hablan de la especial acogida que tiene la exposición eucarística con personas de estas edades. Por otro lado, el estudio señala que muchos de los más jóvenes, entre 18 y 25 años, demandan actividades inter-parroquiales, pues tienen una vivencia de la religión menos institucionalizada, y la identificación con “su” parroquia no es tan fuerte como en edades posteriores.
Además, para atraer a los de esta edad es especialmente importante cuidar la página web y los perfiles en redes sociales de la parroquia. Según algunas encuestas, una mayoría de ellos tiene su primer “contacto” con la comunidad parroquial a través de la red, y han de sentirse acogidos ya en ese momento.