La plaza de la Puerta de Damasco vista desde las murallas de la Ciudad Vieja de Jerusalén poco antes de comenzar el mes de Ramadán (foto: Isabel Rodríguez)
Jerusalén.— Si hace una semana nos hubieran contado el escenario que estamos viviendo estos días, simplemente no lo hubiéramos creído. Lo que parecían disturbios aislados han derivado en una escalada de violencia muy rápida que deja ya 119 muertos en Gaza y ocho en Israel a causa de los misiles lanzados de un lado y de otro. Además, en muchas ciudades del país, grupos extremistas, tanto judíos como árabes, han tomado las calles para atacarse unos a otros, agredir a otras personas y desmantelar y quemar negocios, edificios civiles y religiosos.
Todo empezó en Jerusalén con el comienzo del Ramadán, mes sagrado de ayuno para los musulmanes. Por las noches, para el iftar, momento en el que rompen el ayuno al caer el sol, la Ciudad Santa se llenaba de fieles venidos de otras ciudades y de los territorios palestinos para la celebración. Muchas familias y amigos se reunían en las calles para cenar juntos o en las mezquitas para rezar. En general, el ambiente era distendido, alegre y festivo en el barrio musulmán de la Ciudad Vieja, donde se encuentra la explanada de las mezquitas, y en Jerusalén Este, la zona árabe de la ciudad.
Primeros disturbios
Sin embargo, el hecho de que la Policía israelí cerrara con vallas las gradas de la plaza frente a la Puerta de Damasco, lugar emblemático de reunión para los musulmanes, se vio como una provocación. No se alegó ningún motivo de peso que justificara esta medida y la presencia policial se multiplicó en la zona para evitar disturbios. Grupos de jóvenes, en su mayoría adolescentes, se enfrentaron a la Policía en protesta por la situación de control israelí en esta zona de tradicional reunión durante las fiestas. La difusión en TikTok de retos como agredir a transeúntes judíos se hizo viral, lo que llevó a enfrentamientos de jóvenes árabes y judíos en las calles. Los choques nocturnos en la Puerta de Damasco entre la Policía y los jóvenes musulmanes se hicieron diarios.
Fue entonces cuando el grupo supremacista judío Lehava, racista y calificado por algunos de terrorista, convocó una marcha que tenía como objetivo llegar a la Puerta de Damasco para enfrentarse a los árabes. Con banderas y al grito de “muerte a los árabes”, el grupo, de unos cientos de judíos nacionalistas, marchó desde Jerusalén Oeste hacia Jerusalén Este. La amenaza hizo que muchos jóvenes árabes acudieran a la Puerta de Damasco, dispuestos a enfrentarse con ellos. La Policía, que hizo un gran despliegue aquel día en la zona que divide ambas partes de la ciudad, impidió que ambos grupos llegaran a chocar frontalmente en la Puerta de Damasco, pero sí hubo enfrentamientos que dejaron unos 100 palestinos heridos.
El caso de Sheikh Jarrah
Los choques violentos de jóvenes árabes con la Policía continuaron todas las noches saldándose con heridos y detenidos. Los disturbios se extendieron al barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, donde varias familias palestinas se enfrentan a un inminente desalojo de sus casas debido a que una organización de colonos judíos ha reclamado esos terrenos porque pertenecieron a familias judías antes de la guerra de 1948. La ley israelí es clara en este asunto: los judíos pueden reclamar las propiedades que les pertenecieron antes del 48, pero los palestinos no. Las familias palestinas que se encuentran en esta situación viven allí porque perdieron sus propiedades en el oeste o en el norte del país y no les está permitido recuperarlas.
Unas 200 familias llevan décadas luchando por mantener sus casas en este barrio y en otros puntos de Jerusalén Este. Desde hace doce años, hay manifestaciones todos los viernes de activistas judíos en solidaridad con los vecinos palestinos de Sheikh Jarrah. Gracias al éxito de una campaña en redes sociales, el tema atrajo la atención internacional y llevó a que palestinos que acudían a la ciudad las noches de Ramadán hicieran suya la causa organizando protestas en el barrio y en otros puntos de Israel, Cisjordania y Gaza, que en muchos casos derivaron en disturbios y enfrentamientos con la Policía y los colonos judíos.
En ciudades donde conviven árabes y judíos, extremistas de ambos lados han tomado las calles provocando fuertes disturbios
El tribunal falló en un primer momento a favor de los colonos judíos, pero las familias palestinas recurrieron el caso. Activistas en contra de los desalojos, como la organización Ir Amim, denuncian que los estos colonos están llevando a cabo una limpieza étnica en los barrios de Jerusalén Este y avanzan con la ocupación apoyados por unas leyes injustas que discriminan a los palestinos.
Crece la violencia
El 29 de abril, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, anunció que cancelaba las elecciones palestinas, programadas para el 22 de mayo, acusando a Israel de forzarle a ello por no garantizar el voto en Jerusalén Este y los territorios ocupados. Algunas voces hablan de que el verdadero motivo es que las predicciones apuntaban a una victoria de Hamas en Cisjordania, lo que no conviene ni a Fatah (el partido de Abbas), ni a Israel; y que ciertamente preocupa a la Unión Europea y a EE.UU.
Además, varios incidentes en Cisjordania terminaron con dos israelíes heridos y uno de 19 años fallecido en un tiroteo; una mujer palestina de 60 años abatida tras tratar de acuchillar a un soldado israelí; y un adolescente palestino muerto por un disparo en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad israelíes. Esta escalada de tensión violenta no fue desaprovechada por Hamas, grupo considerado terrorista por EE.UU., Israel y otros países y que gobierna en la Franja de Gaza. Sus líderes comenzaron a advertir a Israel de que estaban siguiendo de cerca la situación.
El fin de semana del 7 al 9 de mayo fue especialmente violento en Sheikh Jarrah y Jerusalén Este. Esta vez los enfrentamientos con la Policía llegaron a la explanada de las mezquitas, ya que algunos de los 70.000 fieles que habían acudido rezar, al terminar la oración del viernes comenzaron a arrojar piedras y otros objetos a la Policía que se encontraba en los accesos al recinto. Los agentes, para defenderse y acabar con los disturbios, entraron en la explanada e incluso en las mezquitas usando granadas de estruendo para dispersar a las masas. El enfrentamiento se saldó con 205 palestinos y 17 agentes heridos. La tensión y los disturbios se multiplicaron por la ciudad, ya que la presencia de las fuerzas de seguridad israelíes dentro del complejo sagrado para los musulmanes se vio como una provocación que cruzaba la línea roja.
Entonces llegó la ocasión que Hamas aprovechó para erigirse como defensor de Jerusalén contra la ocupación. El lunes 10 de mayo, fecha en la que los judíos celebran el llamado Día de Jerusalén, que conmemora la reunificación de la ciudad bajo dominio israelí después de la Guerra de los Seis Días en 1967, judíos religiosos nacionalistas, en especial del movimiento de colonos, se reúnen para marchar con banderas israelíes y cánticos hacia la Ciudad Vieja de Jerusalén.
El objetivo es cruzar la Puerta de Damasco, atravesar el barrio musulmán hacia el Muro de los Lamentos, y llegar a lo que era la explanada del Templo judío, hoy la explanada de las mezquitas, que estaba llena de fieles musulmanes coincidiendo con los últimos días de Ramadán. La mañana de ese día, ante la amenaza de que la marcha de los sionistas alcanzara el lugar santo, se repitieron los enfrentamientos con la Policía, que accedió a la explanada para detener a los que les atacaban, entrando en la mezquita de Al-Aqsa porque allí se atrincheraban los manifestantes.
Ultimátum de Hamas
Debido a la situación, se prohibió que la marcha de los nacionalistas judíos accediera a la Ciudad Vieja. Hamas envió un ultimátum: las fuerzas de seguridad israelíes tenían hasta las seis de la tarde para abandonar la zona de la mezquita de Al-Aqsa y el barrio de Sheikh Jarrah; de lo contrario, dispararían misiles. Poco después de las seis de la tarde sonaron las alarmas antiaéreas en la zona de Jerusalén. Se lanzaron al menos siete misiles. La respuesta no se hizo esperar e Israel disparó a su vez hacia Gaza.
Movilizaciones pacíficas de judíos y árabes muestran que hay una mayoría que repudia la violencia
Desde ese momento, la escalada y el intercambio de misiles se ha convertido en el más violento que se recuerda desde 2014. Las facciones palestinas en Gaza han lanzado casi 2.000 proyectiles, la mayoría dirigidos a ciudades del sur del país, como Ashkelon y Ashdot, y a Tel Aviv, que llevan más de cuatro días de sirenas antiaéreas y carreras a los refugios. La tecnología israelí de la llamada “cúpula de hierro” consigue interceptar aproximadamente el 90% de los misiles, pero debido al número masivo de proyectiles disparados en esta ocasión, no pudo evitar que muchos impactaran. Se han cobrado ocho vidas y han dejado heridos.
En respuesta al ataque dirigido a su población civil, Israel ha lanzado a su vez cientos de misiles dirigidos a bases de operaciones de Hamas y otras facciones como la Yihad Islámica. El objetivo es destruir a los cabecillas, sus arsenales y túneles. La mayoría de estos objetivos militares se encuentran en áreas densamente pobladas y en edificios civiles. Antes de disparar, se manda aviso para evacuar la zona, pero eso no ha impedido que hayan muerto 119 personas, la mayoría civiles y algunos mandos de las organizaciones terroristas.
Voces para la coexistencia
Durante toda la semana, en ciudades “mixtas” israelíes, en las que conviven árabes y judíos, extremistas de ambos lados han tomado las calles provocando fuertes disturbios, destrozando negocios, quemando edificios religiosos y civiles, atacando a transeúntes y lanzando piedras a coches en una situación que la Policía no ha sabido controlar. Esta “guerra civil” interna es especialmente preocupante y políticos israelíes, tanto árabes como judíos, han llamado a la paz y al orden en las calles.
En los últimos días hay voces y movilizaciones pacíficas de activistas árabes y judíos, vecinos y todo tipo de gente en favor de la coexistencia. Desde marchas organizadas hasta espontáneas reuniones de locales, las calles también han escuchado llamadas a la paz, la reconciliación y la convivencia. Tras la condena pública de la violencia racista por varios alcaldes de localidades judías y árabes, hasta 60 ayuntamientos han pedido el cese de esta tormenta y la vuelta a la calma.
Las iniciativas, aunque ciertamente no abrirán telediarios ni portadas de periódicos, demuestran que la compleja sociedad israelí, aunque imperfecta, tiene una mayoría silenciosa que quiere vivir en paz, que convive diariamente con los otros en la calle, los espacios públicos y los lugares de trabajo, y que tiene la capacidad de invertir esta espiral violenta en una coexistencia pacífica.