El argumento de esta película se explica brevemente: es una historia de Wes Anderson, con el mundo periodístico francés de principios del siglo XX como excusa y escenario principal. Las historias y los personajes apenas tienen relación y continuidad: son una suma de ocurrencias dudosamente divertidas, pero enmarcadas en planos de composición milimétrica y un uso de los colores pastel que forma parte de la esencia de este cineasta tan alternativo.
Poco importa que el reparto esté compuesto por una veintena de los mejores intérpretes de todo el mundo, muchos de ellos en su primera colaboración con el director: Benicio del Toro, Frances McDormand, Timothée Chalamet o Kate Winslet. La historia es tan insignificante y los personajes son tan títeres, que ni siquiera la acumulación de estrellas con estética subrayada puede hacer brillar una película vacua, casi dadaísta en su homenaje a la creatividad más ingenua, aleatoria e indescifrable. Una de las películas más tediosas del director de Isla de perros, El Gran Hotel Budapest o Los Tennenbaum, que polarizará aún más la opinión sobre este cineasta, algo que ya sucedió en su estreno en el último Festival de Venecia.