A sus 63 años, Val Kilmer aparece brevemente en la última secuela de Top Gun junto a Tom Cruise. Tienen casi la misma edad, pero sus vidas son muy diferentes. Tom Cruise nunca haría un documental como Val en el que su protagonista habla con una voz maltratada, entre agrietada y robótica, que ha podido sobrevivir a un agresivo cáncer de garganta. Esta voz resume la sinceridad con la que quiere mostrar su vida.
En el documental, el actor muestra sus incansables intentos por llegar a interpretar grandes personajes que le negaban una y otra vez mientras sus ingresos se multiplicaban con películas como Top Secret, Willow o Extremadamente peligrosa. Aún le quedaban por protagonizar algunos de los mayores fiascos de Hollywood como el ridículo Batman Forever de Joel Schumacher, o La isla del Dr. Moreau, donde compartió reparto con un terminal Marlon Brando, y algunas películas inmortales como El príncipe de Egipto o Heat.
Val es perdurable al renunciar al egocentrismo autocompasivo y mostrar un itinerario muy atractivo y veraz en el que sus creencias religiosas, el amor al cine y a su familia han compuesto una vida que merecía ser contada. Las reacciones tan favorables en su estreno en Cannes del año pasado estaban más que justificadas.
