El 19 de octubre de 2020 Ana Iris Simón, una periodista de Campo de Criptana (Ciudad Real), publicó su primer libro: Feria, una especie de autobiografía que, por la juventud de su autora, sus descripciones afiladas, su lenguaje vivo y su tono fresco, se leyó como un ensayo generacional. El texto, además, tenía chispa y a muchos lectores les hizo mucha gracia. Y rebosaba sentido común. Total, que el libro se vendió muy bien. En el fondo, Ana Iris era una mujer que venía de la izquierda defendiendo valores que llevan la etiqueta de tradicionales.
Unos meses después, en mayo de 2021, Pedro Sánchez invitó a la escritora a hablar en el Congreso con motivo de un acto sobre la despoblación. Fue un discurso bastante crítico que se convirtió en viral y que tuvo muchas lecturas políticas. Poco después, Simón comenzó a escribir en El País, la cabecera de izquierdas por excelencia de la prensa española. Desde entonces, cada una de sus columnas se convierte en motivo de trifulca entre defensores y detractores.
¿Por qué hablo de Feria y Ana Iris en una reseña de Neorrancios? Porque este ensayo nace directamente con el fin de atacar las ideas que subyacen en Feria. O, al menos, las ideas que los autores han leído en Feria. Es un ensayo de urgencia, escrito con prisa y con rabia. Hacía mucho tiempo que no leía un texto tan visceral, pero entendí el tono cuando escuché a uno de los autores –Pablo Batalla– explicar en un podcast que el libro nacía como instrumento de guerra cultural. A los once autores de Neorrancios –periodistas la mayoría y/o profesores universitarios, algunos muy comprometidos con el activismo feminista y LGTBQ– les parece necesario subrayar los peligros que tiene la nostalgia. Porque la nostalgia lleva a pensar que algún tiempo pasado fue mejor o que hay cosas que el progreso ha estropeado. Y nada hay tan reaccionario como esa idea.
Varios de los autores fuerzan el texto de Feria hasta el infinito ridiculizando comentarios o descripciones de la autora para defender sus tesis. Quien haya leído la obra habrá comprobado que la escritora simplemente constata desde su experiencia personal que algunos de los logros de la izquierda progresista no nos han hecho más felices y que, sin embargo, sí cooperan a la felicidad personal y al desarrollo de una sociedad algunos valores tachados como tradicionales, desde la familia, la religión, el cuidado hasta la propiedad privada.
Esta idea es bastante simple y sensata y, por eso, es una idea compartida por millones de personas. Algunos se sientan en el banco etiquetado como “conservador”, pero muchos se sientan en el “progresista” (y cada vez son más, dada la deriva identitaria y woke de la izquierda). Pero para los autores no son progresistas; son neorrancios. Seres que acabarán llevándonos a las cavernas, obligándonos antes a lapidar a los gays y a viajar en carros tirados por caballos. Se empieza alabando a la familia y terminas forzando a las mujeres a bañarse en la playa con burka.
El capítulo más destacable es el escrito por José Rama en el que disecciona el ambiente social y político en España y Europa que ha llevado a que algunos votantes de partidos de izquierdas apoyen actualmente a formaciones de derechas más o menos radicales. El resto de las contribuciones se mueven en lo testimonial –ese personalismo que critican en Feria– y en una defensa cerrada –al margen de cualquier autocrítica– del paraíso marxista del siglo XXI, con su ingeniería social y sus políticas identitarias y un sectarismo antitolerante que, ese sí, da bastante miedo. Mucho más que la nostalgia de Ana Iris.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
Un comentario
Ana: Sugerente reseña. Gracias.