Anna es ilustradora, impulsiva y, fundamentalmente, libre. Marco es profesor de Física y, para él, siempre hay alguna fórmula que puede explicar lo que ocurre. Después de 10 años de relación con altibajos, Anna decide crear un cómic sobre los poderes especiales que se necesitan para que una pareja siga unida.
Paolo Genovese escribe y dirige una interesante y, a ratos lúcida, reflexión sobre lo que une y separa a dos personas. Con un tratamiento del tiempo fraccionado, que dificulta a veces seguir la trama, el cineasta recorre algunos momentos claves de la relación de Anna y Marco. Su primer encuentro y sus posteriores desencuentros. Las subidas y bajadas. Y las terceras personas. Y las peleas y reconciliaciones.
A pesar de la aparente frivolidad con la que arranca la historia –que se materializa además en un tratamiento muy exhibicionista del sexo en un par de pasajes–, Genovese va haciendo avanzar la historia y profundizando en los temas que plantea. Y lo que empieza siendo solo atracción, juego y falta de compromiso se convierte, al final, en una sólida unión gracias a un acto de sacrificio. Con pocos subrayados y ninguna moralina, los personajes descubren que, al final, lo que más les ha unido no han sido las noches de pasión, sino las noches de hospital. “Mi trabajo me ha enseñado –dice uno de los personajes, una médico– que hay algunas conquistas que serían imposibles sin una enfermedad. La enfermedad es locura. Te hace sacar los sentimientos y las verdades que la salud, que es tan ordenada, mantenía bien ocultos”. Y quien dice enfermedad, dice crisis, sufrimiento o pérdida, y la paradoja del amor es que es mucho más donación que posesión. No es un camino fácil y de ahí el leitmotiv de los superhéroes.
Además de en el interés del tema, la película se apoya en unas interpretaciones llenas de naturalidad –muy italianas– y en unas subtramas –las relaciones de los amigos– que acompañan bien y completan la historia principal.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta